El estadounidense Alvin Toffler publicó en el 1979 un libro titulado “La Tercera Ola”. Tuve el privilegio de leerlo hace varios años y aún lo tengo como una obligada consulta bibliográfica.
Se trata de un experimento para demostrar que las sociedades libres y abiertas no son inmunes al atractivo de ideologías autoritarias y dictatoriales. Tampoco a los justos reclamos de las personas empobrecidas, explotadas, a tener derecho a una sobrevivencia digna sin discriminación y en el marco del debido respeto.
Primera ola se refiere a una sociedad agrícola en la que su economía se sustenta en la siembra, mantenimiento y cosecha de productos.
La Segunda habla del surgimiento de la revolución industrial la que da origen a las innovaciones tecnológicas que, al sustituir la habilidad humana por la maquinaria y la fuerza humana y animal por energía mecánica provoca el paso desde la producción artesanal a la fabril, dando así lugar al nacimiento de la economía moderna.
La Tercera comenta la información, etapa que ha transformado todos los espacios de nuestra vida.
La tesis de Toffler consigna que las sociedades industriales de la segunda ola entraron en crisis, lo cual afecta a todo su sistema, ocasionando la muerte del industrialismo y el nacimiento de una nueva sociedad posindustrial que producirá nuevas relaciones en la economía, familia, trabajo, estilos de vida y comunicación.
La sociedad de la información está determinada por un modo muy sui generis donde la comunicación empalma todas las actividades (educación, entretenimiento, industria, comercio, etc.) y en la que se lleva a cabo un crecimiento acelerado de las tecnologías de la información y comunicación (TICS) que trascienden en todos los sectores sociales.
Esas teorías marcan las pautas para dar paso (es lo que creo) a una Cuarta Ola la cual vemos reflejada en las inmensas caravanas de inmigrantes latinoamericanos y de otras nacionalidades que pretenden llegar a otros territorios, principalmente estadounidenses, huyéndole al hambre que impera en sus respectivos países.
Este fenómeno social es fruto de la explotación sistemática de los recursos naturales por parte de los países ricos en las naciones en vía de desarrollo, situación que ha elevado los niveles de pobreza, la desigualdad social y económica a millones de personas en el mundo que hoy tratan de sobrevivir junto a sus hijos emigrando a las tierras de los tradicionales explotadores.
Así, la avalancha de hondureños, salvadoreños, nicaragüenses, panameños, guatemaltecos (hombres, mujeres y niños hambrientos) hacia la frontera de México es la respuesta a la imposibilidad de llevar una vida digna en esas naciones.
Esa situación también la están viviendo estados como Brasil, Colombia, Chile, España y otros destinos que tienen frontera común, con los inmigrantes indocumentados haitianos, venezolanos y de otras nacionalidades.
Las emigraciones datan desde la creación de la humanidad y continuarán por encima de las medidas represivas de los gobernantes universales.
Los inmigrantes han sido, y siempre serán, piezas importantes en el desarrollo de los países ricos. Son los que realizan los trabajos duros y sucios, a veces en condiciones inhumanas, en las factorías y en predios agrícolas. Sin embargo, hoy son despreciados, considerados matones, criminales, vagos, delincuentes y otros calificativos despectivos.
Esta Cuarta Ola ya la está padeciendo República Dominicana desde hace varios años con la entrada masiva y pacífica de haitianos indocumentados. La mayoría no lo hace en intensas caravanas como los centroamericanos ni pretenden pasar desde nuestro territorio hacia Estados Unidos, pero sí hacia otros destinos del mundo.
En los próximos meses veremos también al país repleto de inmigrantes indocumentados (más de los que tenemos) procedentes de Centro y Suramérica, Europa, África, Medio Oriente, Asia y otros continentes.