Cuando en 1997 el presidente Leonel Fernández decidió restablecer relaciones diplomáticas con Cuba hubo muchas las voces que se levantaron para advertir sobre lo perjudicial que resultaría aquel paso, debido a la influencia política de los Estados Unidos sobre nuestro país.
Sin embargo, a pesar de los reflejos todavía vigentes de la Guerra Fría, fueron mínimas o nulas las consecuencias derivadas de un paso trascendental que la República Dominicana le debía, en términos históricos, a la patria de Martí.
Ni hubo represalias en el plano comercial ni se aplicaron políticas perjudiciales para nuestra soberanía, ni ningún presidente posterior a Fernández ha tenido de ofrecer su cargo a cambio de que se le restablezcan privilegios comerciales a nuestro país.
En mayo pasado, con ocasión de la decisión del presidente Danilo Medina de establecer relaciones con China, muchas voces se alzaron de nuevo para señalarle sobre la necesidad de actuar con comedimiento, ya que en la Casa Blanca en Washington habita una persona que se conduce con poco miramiento y sin guardar las formas diplomáticas.
Siendo como es Estados Unidos el principal socio comercial de nuestro país y primeramente el asiento de dos millones de dominicanos allende las fronteras, toda acción en el campo de las relaciones internacionales debe medirse para no provocar una reacción adversa.
Entonces con Cuba como ahora con China, estamos en presencia de personas que se revelan con una mentalidad colonial muy penosa, pues aunque no lo admitan, suponen que nuestras decisiones deberían de ser tomadas pensando en reacciones de terceros y no como una nación soberana.
La apertura de relaciones con China no podía ser más oportuna, pues se produce en el momento justo en que el llamado gigante asiático se abre al mundo con una agenda comercial y sin las pretensiones ideológicas que posiblemente hubiesen determinado su expansión en tiempos de la lucha Este-Oeste.
En la nueva realidad mundial, China busca conquistar mercados, expandir su comercio hacia todo el globo, mientras la República Dominicana quiere y necesita participar de una parte de las enormes potencialidades que ofrece esa economía.
Por ello, en medio de las críticas y advertencias, el Presidente Medina declaró que nuestro país se estaba colocando en el lado correcto de la historia, es decir, justo en la ruta que apunta hacia una realidad indetenible que marca el horizonte con una China convertida en cuestión de dos décadas en la primera economía del mundo, con cerca de una cuarta parte de la población del planeta.
Estar en el lado correcto de la historia significa haber dado este paso, apuntalado con la visita que acaba de concluir el Presidente Medina, cuyos frutos se verán a mediano plazo.