Por Anna Kucirkova.-TEXAS, 8 Nov 2018 (IPS) – Los brotes de cólera a lo largo de la historia han dejado a cientos de miles de personas muertas o más. En la actualidad, no se sabe mucho al respecto porque básicamente es una enfermedad que se había erradicado en Occidente. Pero eso podría cambiar debido a varios factores que favorecen su propagación a escala mundial.
El último brote de cólera en Estados Unidos fue en el siglo XIX, luego se logró erradicar gracias al tratamiento del agua para consumo y de las aguas residuales, gracias a lo cual se evitó la propagación a través del líquido vital.
Pero ahora el cólera resurge en distintas partes del mundo y puede causar muchas más muertes debido a varios factores.
El cólera se contagia por alimentos o bebidas contaminadas con la bacteria causante de la enfermedad. Y debido a que se transmite a través del agua, en algunos lugares de Occidente, la gente se contagia por productos marinos contaminados.
En los países en desarrollo, la gente toma agua de los ríos, donde otras personas se bañan y defecan, favoreciendo así su propagación. Por eso la Organización Mundial de la Salud (OMS) registró unos 150.000 casos al año.
El cólera sigue siendo común en lugares con malos sistemas de saneamiento o donde, directamente, no hay. Eso hace que en muchos países de África, América Latina y Asia meridional sea una enfermedad endémica.
En los países tropicales donde no hay suficiente frío como para matar a la bacteria, sumado al agua subterránea insalubre que se mezcla con la potable también favorecen la propagación de la enfermedad de un paciente a toda la comunidad.
El entorno impide la erradicación total de la bacteria, por lo que se suele encontrar en ambientes hacinados. Las tormentas y las inundaciones pueden interferir con los sistemas de suministros de agua, al mezclar el agua contaminada con la potable.
La enfermedad también resurge en zonas de guerra y campamentos de refugiados hacinados, en los que no se puede mantener la pureza del agua. La falta de higiene allí contribuye a su propagación.
Ese es el caso de Yemen y Siria, golpeados por guerras civiles, los peores ejemplos de esta situación.
Y el brote de cólera en Haití muestra que el cólera puede volver con todo después de desastre naturales, que interfieren con la distribución de agua.
Pero también la globalización, favorece el contagio.
En Haití, la epidemia se disparó por la presencia de soldados de las fuerzas de paz de la Organización de las Naciones Unidas, quienes llevaron la bacteria desde Nepal, tras lo cual, la falta de higiene hizo que se propagara con gran rapidez. Ese brote dejó 10.000 personas muertas o cientos de miles más infectadas.
Un país que ya tiene dificultades debido a su infraestructura muy deteriorada tiene, además, que hacerse cargo de un brote de cólera. Es un golpe duro, pues ese país se esforzó durante años para erradicar la enfermedad.
Las infecciones y las muertes fueron peores debido a la fragilidad del sistema médico, que se vio superado por el desastre. En los países que están en esa misma situación, es muy difícil hacer frente al peso que significa una epidemia de cólera, que se propaga rápido y mata a muchas más personas que en un lugar mejor preparado y con más más recursos.
Bangladesh también tiene cólera endémica, y la solución que encontró fue vacunar contra la enfermedad. Por su parte, Vietnam también creó un programa de indemnización para evitar que los humanos fueran vectores de la enfermedad.
La globalización puede llevar el cólera a países que la habían erradicado hace tanto tiempo que los médicos no saben cómo tratarla bien, lo que puede agravar la situación al punto que sea difícil de contener.
A las pocas horas de aparecidos los síntomas, los pacientes pueden perder tanto líquido que terminan postrados, y eso aumenta de forma drástica el riesgo de transmisión.
Esas primeras horas son fundamentales para suministrar a la persona una mezcla de fluidos y antibióticos y evitar una deshidratación grave. Sin un buen diagnóstico desde el comienzo, el paciente puede morir en dos o tres días.
En los países tropicales la falta de infraestructura de agua y saneamiento de calidad, el suelo y las aguas subterráneas no tratadas contienen bacterias de cólera que pueden contaminar las fuentes de agua de las que se extrae el recurso para distribuir a la población.
El brote empeora si las personas enfermas propagan la bacteria a través de fluidos corporales a quienes sí tienen acceso al agua potable. Y debido a los viajes, los pacientes se trasladan y aumenta la velocidad de propagación a través de nuevos vectores.
El brote de ébola en la ciudad estadounidenses de Dallas, en Texas, se originó en un hombre que a sabiendas de que estaba infectado, se tomó un vuelo a ese estado para visitar a su familia, que hacía 10 años que no veía, y con la esperanza de atenderse en algún hospital de Estados Unidos, con muchos más recursos.
Y así, periódicamente, el cólera se propaga a nuevos lugares, por lo que en algunas ciudades se hacen controles en los puestos de ingreso.
Además, las ciudades hacinadas siempre son un entorno favorable para la rápida propagación de la enfermedad, lo que deja muchas víctimas. Una epidemia de cólera en Londres hace dos siglos dejaba decenas de miles de personas muertas en una ciudad de quizá un millón de habitantes.
Pero en los países en desarrollo, donde las ciudades pueden tener entre cinco y 15 millones de habitantes, muchas de las cuales residen en asentamientos irregulares, el cólera podría llegar a dejar un millón de personas muertas o más. Y la migración del campo a la ciudad, también supone un riesgo en casos de epidemias.
Gracias a nuestra comprensión de la transmisión de la enfermedad, el tratamiento funciona y el impacto del cólera no es tan catastrófico como antes. Pero en algunos sitios, donde la medicina occidental choca con prácticas tradicionales, pueden haber dificultades para frenar una epidemia.
Traducción: Verónica Firme