La calidad de la democracia es un tema que corresponde a todos los ciudadanos, pero desde finales del siglo XIX, particularmente en los Estados Unidos, un tipo determinado de profesionales, es quien se ocupa de ese tema, me refiero a los politólogos de profesión, profesionales cuyo único objeto de estudio es precisamente la calidad de la democracia.
Esto así, porque para una corriente muy importante de esos profesionales, la politología se encarga, en unos casos, del estudio del poder y, en otro, del estudio de la democracia, de su desarrollo, de su calidad.
Actualmente, la calidad de la democracia, en Estados Unidos, queda referida a la labor de la corriente denominada modelo mainstream (corriente dominante o principal), la cual, reduce el estudio de la ciencia política, a cálculos matemáticos, más precisamente, al análisis mediante mediciones, de los diversos temas de interés público, siendo el principal de entre ellos, el tema electoral o de los procesos electorales, y la ingeniería electoral aplicables a estos.
Este método sirve también para hacer mediciones sobre la calidad de la democracia, lo cual ocupa el tiempo de esos profesionales, analizando gustos y preferencias mercadológicas instantáneas dada la aplicación de tecnologías y técnicas de preferencias de mercados.
En cambio, en Latinoamérica, existe cierto mimetismo al respecto, es decir: no existe una deontología propia del politólogo, sino que, de forma genérica, diversos profesionales de diferentes áreas, principalmente los políticos prácticos y los partidos políticos, son quienes realizan esa tarea y lo hacen con el sesgo propio de sus intereses particulares y partidarios contratando profesionales y empresas de asesoría para el segmento de que se trate. Situación que contribuye a que exista cierta descalificación del método sugerido por el mainstream, en razón de que, se entiende que las encuestas vienen hechas a la medida de aquel que las paga.
El método del mainstream, ha pasado a ser, no un método científico comprobable, pero si explicativo de los intereses en juego y, como se dice vulgarmente, forjador de percepciones que aspiran a convertirse en verdades, verdades a medias y en posverdad, a la carta.
Así, cuando se trata de verificar la calidad de la democracia, que es el tema que nos ocupa, debemos prescindir del mainstream y centrarnos en la base de la politología, es decir en la politología pura como mecanismo y ciencia que aspira a poseer su propia mecánica axiológica, su propio método, sin la contaminación de otras áreas e intereses del saber, con el objeto de poder contribuir a la institucionalidad, que permita, sobre bases científicas, explicar la calidad de la democracia.
Al politólogo, en la realidad dominicana, ha de interesarle el desarrollo institucional del país, en tanto y cuanto objeto de estudios, en el estadio en que nos encontramos, por ser esta la premisa fundamental para llegar a la cuantificación de la calidad de la democracia criolla.
Las herramientas de que disponemos es la constitución de la republica y la ley de partidos, agrupaciones, movimientos políticos y normativas a fines.
El análisis nos conduce a establecer que la Constitución trata el tema en sus artículos del 208 al 216: ejercicio del sufragio, asambleas electorales, referendos, organización de elecciones, Junta Central Electoral, juntas electorales, tribunal superior electoral y partidos políticos.
La observación de tales articulados nos conduce a establecer que las premisas constitucionales son suficientes para evaluar la calidad de la democracia dominicana en la medida los objetivos programáticos contenidos en ellos, sean no solo existentes sino verificables en la praxis de los partidos políticos.
Al hacer este ejercicio, se observa, que la realidad del país consiste en que aquí existe cierta práctica consuetudinaria consistente en burlar las normas, se sigue aplicando el principio jurídico que data de la era de colonial según el cual: las leyes se acatan, pero no se cumplen.
En pocas palabras, quien hizo la ley hizo la trampa, y sobre esa base, la norma pasa a ser el derecho del enemigo, en nuestro caso, el derecho contra el enemigo, me explico: las leyes existen para ser aplicadas a los demás, nunca a nosotros mismos. Bajo esa lógica, se busca el poder para aplicar las leyes a los demás y evitar que éstas nos alcancen a nosotros. Es el reino de la impunidad para el poder y el castigo para el que lo pierde. Por eso todos quieren estar en el poder, por eso no existe oposición, porque no existen garantías para el que queda fuera. La vida no es posible sin poder. Bajo ese escenario, no puede existir una democracia de calidad, pues la democracia es lo opuesto a eso.
Esto es: al interior de los partidos políticos de izquierda, de centro y de derecha, no existe democracia interna, porque si no se aplica la normativa fundamental: ni la constitución ni las leyes, tampoco se aplica el estatuto interno de cada partido u agrupación política.
Es bajo esta lógica que el reeleccionismo se convierte en garantía de seguridad y de impunidad.
De ahí que, se debe concluir, que la calidad de la democracia en la República Dominicana es de muy baja calidad, pues todos juegan a evadir sus programas cuando deberían coadyuvar esfuerzos para convertirla en realidad.
Los factores que determinan ese comportamiento son muchos, pero dado que el estudio de los mismos corresponde a la politología y dado que dicha ciencia cuenta con poca práctica, dado el escaso número de egresados y de profesionales que la practican, no es difícil llegar a la conclusión de que la baja calidad de la democracia nacional tiene origen en el déficit de politólogos que tiene el país.
Esto así, porque fuera de los filósofos, son los politólogos los encargados de realizar estudios holísticos que induzcan a la institucionalidad y al cumplimiento de las normas.
En Europa, se llegó a tales conclusiones gracias a los estudios de Max Weber, pero su método no ha prendido en la República Dominicana. Más próximo a nosotros, está la práctica estadounidense, este país resolvió ese problema poniendo a los politólogos como guardianes de la institucionalidad debido a conclusiones de sus politólogos desde fines del siglo XIX, época en que la calidad de la democracia no difería mucho de la nuestra. En cambio, en la República Dominicana, siempre se ha entendido que los profesionales liberales son los llamados a generar institucionalidad, el tiempo transcurrido dice que esto ha sido un error.
Por otra parte, decir agrupaciones políticas, implica hablar del derecho a elegir y a ser elegido, en toda sociedad realmente democrática, el voto es el primer derecho fundamental, pues contiene la esencia misma de la soberanía popular y de la democracia real.
Este asunto, también cuenta con serias dificultades, por ejemplo, a la luz de la legitimidad democrática, sobre todo, en lo referente a participación de la mujer, de los jóvenes y de grupos sociales de poco poder adquisitivo.
Estos, tradicionalmente, han tenido pocas o ninguna participación, es con el Gobierno de Bosch de 1963, que entran a la arena política, la Ley 33-18 viene a poner fin a dicha incursión participativa, pero está por verse si serán cumplidas las disposiciones de la ley al respecto dada sus contradicciones internas. A nuestro juicio, de cumplirse este mandato, el país habrá entrado a un proceso de profundización de la democracia que permitiría hablar de calidad práctica de la democracia, pero desde una perspectiva clasista. Por tanto, más que una realidad, es un reto cuya observancia está por verse.
Pues la referida ley, trae consigo un mal de fondo, consistente en que su aprobación se debió a impulsos desde el poder que buscaban imponer el régimen de las primarias abiertas. Y con la instauración de dicho modelo, se perseguían dos propósitos no democráticos, el primero, probar que se tenía la capacidad de realizar cambios no ya en la ley sino en la propia constitución cuando así lo deseare la gente en el poder.
Pero se obvió la circunstancia de que, ese método, retrotrae la actividad de los partidos políticos, a sus formas de organización primigenia, esto es: a que los cuadros con poder económico son los únicos capaces de sufragarse una campaña electoral interna, su aprobación implica la desaparición del militante político, del profesional del partido político. Situación que se traduce en la exclusión de mecanismos de participación de elementos políticos provenientes de sectores populares, genero, juventudes, obreros, etc. De modo que el modelo burgués tiende a estabilizarse excluyendo a posibles competidores de otras clases sociales no ya desde el ámbito económico sino desde el ámbito del partidarismo político.
La teoría de la constitución sobre el partido político, se limita a garantizar la democracia interna en torno al derecho a elegir y a ser elegido (art. 216) y a que los partidos cumplan el rol que le asigna hoy la democracia, unas elecciones primarias abiertas constituyen una perturbación al objeto de dicho mandato constitucional, pues posibilita que agrupaciones con creencias diferentes a las del partido en cuestión, puedan influir tanto en el derecho a elegir como en el derecho a ser elegido.
Esto es: que se distorsione la participación del universo del partido, de manera tal, que no se pueda verificar que sus estatutos y su programa no transgredan el ideal constitucional. Las asambleas cerradas permiten verificar que no existe un despropósito que contradice a la constitución misma, que se puede llegar a tener control sobre el solapamiento de ideologías contrarias a la libertad comuflajeadas, precisamente las primarias abiertas son el problema. Tal y como lo advirtió Hans Kelsen. Los populismos emergentes de la actualidad tienen su caldo de cultivo en primarias abiertas porque impiden su detección en tiempo hábil.
La sentencia de 2005 de nuestra Suprema Corte de Justicia en función de corte de casación, resolvió ese problema de forma tajante. Tomar la confusión terminológica creada por la Sentencia TC/0531/15 del Tribunal Constitucional para hacer ruidos populistas es obra de oportunistas, de pescadores en río revuelto, pero nunca será obra de hombres que construyen y fortalecen instituciones ni que procuran la paz pública.
Es una forma Popperiana de justificar los totalitarismos para beneficiar a las manzanas que Emile Durkheim llamó a separar de la canasta.
Hablar de calidad de la democracia desde la perspectiva del militante político, con derecho a elegir y a ser elegido, quedará como una quimera, pues en el supuesto de que alguien de esos sectores logre aceptación, requerirá de financiamiento para su campaña, y esto implica que tendrá que pactar con sectores diferentes a los de su clase de origen. Lo que implica una baja en la calidad de la democracia por exclusión participativa de la propia ley de primarias.
Por tanto, cuando se habla de calidad de la democracia, se dice que debe haber límites al poder, pues como establecieron los revolucionarios franceses de 1791, en la declaración universal de los derechos del hombre y del ciudadano: una nación donde no existe división de poderes carece de constitución. A lo que añadimos que la calidad de la democracia en un país tal, se encuentra devaluada y siempre a merced de los designios del poder.
Este cuestionamiento a la baja calidad de la democracia desde la perspectiva de los límites al poder, no ha encontrado eco en ningún partido de izquierda o de derecha, al parecer todos son partidarios del uso del poder para beneficiar al poder hegemónico en un momento político determinado.
En conclusión: la calidad de la democracia ha de ser medida no con base al mainstream sino con base a la democracia interna real de los partidos, al método de su escogencia y a los mecanismos que dispongan medidas efectivas para poner límites al poder creando instituciones fuertes bajo el diseño de políticas públicas en esa dirección dentro y fuera del Estado.
Para llegar a este objeto, la nación requiere de profesionales comprometidos con el ideal democrático y la calidad de la democracia desde una perspectiva holística. Quien no posea una formación holística tendrá dificultad en realizar ingeniería política con capacidad para mejorar la calidad de la democracia…
Gracias
15 de noviembre 2018