Cuando usted expone un problema, debería presentar, por lo menos, una posible solución.
Nosotros vamos a proponer dos respuestas a los problemas que hemos tenido de manera constante, desde aquel fatídico año 1605, cuando el rey de España, Felipe III le ordenó al gobernador de la isla La Española, Antonio Osorio, despoblar la parte occidental de la isla.
Lo que se conoce como “las devastaciones de Osorio”
Este hecho, en vez de aniquilar el contrabando, como era la intención, lo que hizo fue entregarles en bandeja de plata esa parte de la isla a aventureros de toda laya.
Hoy, tenemos en ese lado de la Hispaniola, un conglomerado humano cuya situación es cada vez más desesperante y ese desaliento los lleva a buscar soluciones en otros lugares.
Ese otro lugar no es más que la casa del vecino. Donde, no es que hay de todo, pero si hay mucho más que en la de ellos.
Por consiguiente, nuestra morada, la República Dominicana, está en grave peligro.
Cuando la seguridad de una residencia está en riesgo, se refuerzan las puertas, se instalan alarmas y se colocan rejas con fuertes cerraduras. De esta manera usted deja entrar a su casa, con mayor seguridad, solo a personas autorizadas.
La República Dominicana, como hogar de todos los dominicanos, tiene que colocar cerrojos en sus puertas, para controlar le entrada de quienes nos visitan.
La construcción de un muro se hace impostergable, muchos dicen que con esto, no se va a resolver el problema, pero nosotros decimos que si no lo controla por completo, por lo menos ayuda en gran medida a paliarlo.
Junto a la construcción de esa muralla, debe construirse una vía férrea, toda en territorio dominicano, que unan los puertos de Manzanillo en Monte Cristi, con Cabo Rojo en Pedernales y establecer puestos fronterizos cada 50 kilómetros.
Con una frontera de 376 kilómetros, como la nuestra con Haití, solo se necesitarían 8 puestos militares que cubrirían 25 kilómetros de sur a norte, cada uno.
Estos destacamentos estarían ubicados en Pepillo Salcedo, Dajabón, Restauración, Pedro Santana, Bánica, Elías Piña, Jimaní y Pedernales.
Estas instalaciones militares serían dotadas de paneles solares, sistema de comunicación, Internet, drones, cámaras fijas de vigilancia y los llamados “motores de rieles” para una rápida movilización.
Algunos proponen la rehabilitación de la mal llamada “carretera internacional” Ese sería el peor error que pudiera cometer nuestro gobierno.
Reconstruir esa vía, sería promover los incontrolables y caóticos asentamientos humanos. Ese ha sido uno de los graves problemas en los márgenes de todas nuestras carreteras y autopistas. Esta no va a hacer la excepción. Con el agravante de que sería una invitación a que se haga lo que queremos evitar.
Esta vía férrea tendría múltiples usos, pues además de contribuir a un eficiente resguardo y control de nuestra frontera, sería una especie de carretera Cibao-sur que uniría rápidamente la zona norte con la sur en la parte más económicamente deprimida de nuestro país.
Con uno o dos trenes al principio, esta ferrovía, Mucho más prioritaria que la proyectada Haina-Santiago, también serviría para el transporte de cargas y pasajeros, dinamizando el comercio en toda esa área.
Con mejores incentivos económicos y aprovechados las nuevas relaciones con la República Popular China, el gobierno podría atraer empresas, principalmente de zonas francas, que tendrían la conveniencia de exportar sus productos, a través de los puertos ya citados, con rapidez y con menores costos.
Sería una gran fuente de empleos que no solo contratarían a dominicanos, sino también a los haitianos, otorgándoles todos sus beneficios laborales, pero con un mayor control. Dotándolos de carnets de trabajo donde ellos puedan ir y venir diariamente desde sus lugares de residencia en Haití, a través de efectivos controles fronterizos, sin necesidad de quedarse en territorio dominicano.
La otra solución que proponemos es, que los restantes 192 países pertenecientes a la ONU, se repartan de manera equitativa los 11 millones de haitianos y dejen que los dominicanos reforestemos esa parte de la isla y la hagamos habitable de nuevo.
Ya nosotros tenemos nuestra cuota.
Carlos McCoy
Noviembre 2018