Una carta del fallecido científico Albert Einstein en la que critica la idea de un Dios y rechaza la Biblia se vendió en una subasta de Christie’s, en Nueva York, donde estuvo cerca de alcanzar los 2,9 millones de euros, casi tres veces más del valor mínimo que se había estimado.
“La palabra Dios no es para mí más que la expresión y resultado de la debilidad humana, la Biblia es una colección de leyendas venerables pero primitivas”, decía Einstein en el texto titulado "Carta de Dios", que fue enviado al filósofo alemán Eric Gutkind.
La carta, escrita en Princeton un año antes de su muerte el 3 de enero de 1954, es considerada una de sus misivas más famosas sobre Dios, su identidad como judío y la eterna búsqueda del significado de la vida, y es la expresión más clara de sus opiniones religiosas y filosóficas.
También dejaba claro en el texto que su posición frente al judaísmo era, al igual que frente a Dios, muy escéptica, de la que dijo era “como todas las otras religiones, una encarnación de superstición primitiva”.
Einstein escribió la carta en respuesta a un libro de Gutkind de 1952, “Choose Life: The Biblical Call to Revolt” (Elegir la vida: la Biblia llama a sublevarse), un trabajo que criticó duramente, pero con el que también trató de buscar puntos en común, como la necesidad de que la moral estuviera por encima del interés propio y el rechazo del materialismo.
Con la célebre "Carta de Dios", Einstein fusiona sus pensamientos sobre la religión, su identidad judía y su propia búsqueda del sentido de la vida, al tiempo que refuta los argumentos que Gutkind desarrolla en la obra.
La actitud de este genio de la ciencia fue influenciada por el filósofo Baruch de Spinoza, nacido en Amsterdam en 1632, cuyas reflexiones supusieron una profunda crítica a la visión clásica y ortodoxa de la religión, cosa que terminó por generar su excomunión por parte de su comunidad y su destierro, así como la prohibición y censura de sus escritos.
La visión del mundo y de la Fe concebida por Baruch de Spinoza se aproxima en gran medida al panteísmo, es decir, la idea de que lo sagrado es toda la naturaleza en sí. Es decir, se trata de un dios amorfo e impersonal responsable del orden del universo y la impresionante belleza de la naturaleza.
Una vez un estudiante le preguntó a Albert Einstein si creía en Dios y sin pensarlo mucho, respondió: "Creo en el Dios de Baruch de Spinoza". Hace varios meses publiqué un articulo sobre la opinión de este filósofo sobre Dios. Más adelante lo reproduciré.
La postura de Albert Einstein es asumida también por la generalidad de los científicos respecto a la creación del universo y la de millones de humanos que no creen en la existencia de Dios, pero le temen.
El universo sigue siendo un velo de misterio, cuya creación miles de humanos todavía no tienenmuy clara y tratan de encontrar detalles convincentes.
¿Realmente se creó el universo en siete días, como reseña la Biblia? ¿Quién fue el Creador, por qué nadie lo conoce? ¿Fue obra de mentes alienígenas? Esas interrogantes han generado una lucha legendaria entre la ciencia y la religión; ambos sectores tratan de imponer sus verdades en un mundo repleto de mentes ignorantes.
Lo cierto es que el tema es complejo. “Dios es fe y amor”, dicen los obispos y ministros de las iglesias, muchos de ellos hoy convertidos en millonarios predicando la Palabra a costa de los ignorantes que nunca han visto a Dios y creen en su existencia por lo que han leído en la Biblia, un libro lleno de relatos contradictorios.
Albert Einstein tenía razón cuando decía que Dios es el resultado de la debilidad humana. Es un asunto de fe, de creer o confiar en algo o alguien, como el paraiso o el infierno, aunque nunca lo hayan visto.