Todos debemos lamentar la muerte del joven soldado dominicano Oriano Montero Encarnación en un enfrentamiento con haitianos, mientras patrullaba la comunidad de Pinzón, en la línea llamada Tierra de Nadie de la zona de Elías Piña.
Según detalles preliminares, dos extranjeros trataban de introducir al país bolsas de marihuana cuando fueron sorprendidos por la patrulla del Ejército Nacional, a la que atacaron a tiros.
En esas circunstancias, uno de los uniformados disparó matando a uno de estos, quien no tenía documento de identificación.
Oriano Montero Encarnación vigilaba la zona del enfrentamiento junto al sargento Carlos Manuel Montero Lorenzo, que al ver a su camarada herido, le disparó al extranjero. Esa es la versión oficial del caso.
Esos incidentes preocupan. En otras ocasiones se han producido choques similares.
Veamos otros hechos:
-El 9 de febrero del 2018, dos haitianos agredieron con un garrote en la cabeza al sargento mayor del Ejército Nacional José Arturo Pérez y lo despojaron de su fusil M-16 mientras realizaba labor de vigilancia alrededor del destacamento El Dique en la provincia Pedernales.
-El 2 de enero del 2015, la prensa nacional publicó que la policía haitiana y miembros del Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza (Cesfront), enfrentaron a civiles del vecino país que secuestraron a seis empleados, tres militares y dos civiles dominicanos, en represalia por el apresamiento de varios pescadores suyos.
-El 18 de agosto del 2018, soldados del Ejército repelieron un ataque a tiros y piedras de una turba de haitianos en el paso fronterizo de Carrizal, Elías Piña, cuando trataban de hacer pasar a la fuerza un cargamento de cemento sin pagar los impuestos correspondientes. Durante los incidentes, tres haitianos y un soldado dominicanos resultaron heridos.
-El 12 de noviembre del 2018, el reconocido cardiólogo Pedro Ureña denunció que él y un grupo de siete amigos y colegas fueron secuestrados durante varias horas en la carretera internacional, del lado dominicano, por una turba de decenas de estos extranjeros armados con cuchillos y punzones.
Estos son apenas algunos casos de los tantos que han sucedido en la frontera. Recuerden que también se han registrado crímenes en diferentes puntos de la República Dominicana con la participación de esos extranjeros que han generado reacciones violentas entre los nacionales.
En octubre pasado, tres haitianos asesinaron a puñaladas a los esposos Julio Reyes Pérez y Neyda Urbáez en una finca en Pedernales y huyeron hacia Haití. Los autores fueron apresados días después en una gestión combinada de policías de ambos países. Esas muertes dieron pauta a enfrentamientos.
Es que los pleitos entre haitianos y dominicanos son de larga data. Surgen por razones históricas que todos sabemos, antes y después de consumarse la independencia nacional el 27 de febrero de 1844.
Han transcurrido 175 años de ese histórico episodio y todavía están vivas las diferencias étnicas, sociales, culturales, políticas y económicas entre las dos naciones que ocupan la Isla Hispaniola.
No obstante, sectores internacionales y locales han mantenido en los últimos años campañas abiertas y persistentes con la finalidad de convencernos de aceptar la unificación de los dos pueblos. Esa unión es imposible.
Obvio, quienes promueven la fusión se nutren económicamente de esas diferencias. Son tareas financiadas desde el exterior con el aval de algunos países ricos que han renunciado a seguir financiando la pobreza de Haití.
Dominicanos y haitianos son dos razas con culturas y hábitos conductuales diferentes, factores que imposibilizan una convivencia pacífica y unificada. ¿Por qué insisten en esa tarea?
Todos los Estados con fronteras comunes están en la ruta de esos roces fatídicos. Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras, Panamá, Costa Rica, viven esa tenebrosa experiencia y lo mismo ocurre con Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Brasil, Argentina, Uruguay, y otros, que comparten fronteras con los vecinos. No es una tarea fácil tener que lidiar con vecinos.
Esos conflictos continuarán, pero pueden evitarse. Lo que procede es que las autoridades de las dos naciones se mantegan alertas para impedir esas confrontaciones riesgosas.
Se amerita con urgencia dar estricta aplicación a la ley migratoria para corregir por siempre los problemas fronterizos, lo que implicaría acabar con el negocio de peaje que se atribuye a militares y civiles en la frontera que por dinero dejan entrar a esas personas. Esa acción de complicidad irresponsable, anti patriótica y complaciente de esos dominicanos, ha contribuido en parte al caos que tenemos.