La violencia está arropando a todos los sectores de la vida nacional. La prevención sigue siendo inexistente. Solo hay preocupación colectiva cuando la sangre salpica a una figura de renombre o a sus familiares. Se tiene que dar un corte certero a la violencia.
Las autoridades tienen que redoblar todas las acciones que vayan dirigidas a poner control de la situación que genera sangre y luto. Hay que ampliar las tareas de investigación, las acciones de persecución y si el caso lo amerita, la utilización de los medios letales.
En ocasiones son muchos uniformados los que tienen miedo de accionar el gatillo, por el temor de que se les acuse de un intercambio de disparos. Una cosa es el uso abusivo de la metralla, y otro defenderse de una agresión. A muchos antisociales no hay forma de detenerlo que no sea disparando.
Pero también los de seguridad deben comprender su rol de auxiliar de la justicia, y de que en el país no hay pena de muerte, y las culpabilidades se deben demostrar en juicio. Hace falta algo más profundo, una labor de profilaxis, para de esa forma prevenir que se vaya cometiendo el delito sin pausas.
Esto no puede seguir. Mano dura de la justicia y acción permanente de la policía y los organismos de seguridad. La carga de violencia no puede ser soportada por los dominicanos.
Desde el gobierno central tiene que llegar la carga de prevención. Mejorar las condiciones en los barrios populares, muchos de los cuales se encuentran totalmente abandonados a su suerte. Donde hay miseria extrema, surge el pandillerismo y la violencia descarnada. Prevención y acción es lo que demanda la hora. Los pandilleros no pueden ganar esta carrera de mantenernos en la civilización. ¡Ay!, se me acabo la tinta.