La sociedad dominicana camina por una sendero muy difícil en estos tiempos, lleno de intereses materiales, de pérdida de valores, de irrespetos , de debilidad y desintegración de la familias, de falta de solidaridad entre las personas y de creciente violencia, delincuencia y criminalidad.
Es una realidad innegable que en los los últimos quince años nuestra nación ha logrado alcanzar un crecimiento económico sostenido y que los niveles de creación de riquezas se han multiplicado, aunque la justa distribución de esas riquezas tiene muchas limitaciones todavía. Pero ese proceso de crecimiento genera también grandes males, en especial un desborde de la criminalidad y la delincuencia, sobretodo cuando todavía desde el gobierno no se ven planes precisos y eficaces para enfrentar esos males.
Sin embargo, desde nuestro punto de vista, un elemento esencial de esos males que hoy vive la sociedad está en nosotros como seres humanos que hemos perdido la importancia y la necesidad de sembrar valores en nuestros hijos e hijas, para que luego no sean captados por esos males sociales que nos consumen.
El narcotráfico, la delincuencia, la criminalidad , la corrupción, son males que si bien tienen manifestaciones materiales, su esencia para ser eficaces en nuestros jóvenes se concentra en la falta de oportunidades y el escaso desarrollo de valores en ellos, la falta de fe y de esperanza en su presente y en su futuro.
Nuestros jóvenes han perdido la orientación porque los padres y madres de hoy en día están dedicados a trabajar y producir dinero para mantener sus familias. Y se han olvidado de entregar a sus hijos el mejor alimento que puede garantizarle una vida digna: los valores.
Las familias ya casi no se reúnen para conversar y los padres enseñar a sus hijos cómo hacer el bien y ser buenos ciudadanos. El celular y el internet se han encargado de contribuir a esa separación real de las familias, y los padres y madres de este tiempo dejan que sus hijos sean formados por la televisión, por el celular o por el amiguito de la calle que está en acciones nada buenas.
Ya es tiempo de que los padres y madres de este tiempo retomen la costumbre de sembrar valores en su hijos. Y exigir que en las escuelas no sólo se enseñe a que los muchachos sean buenos profesionales sino, y sobretodo, se deben enseñar a que se conviertan en nuevos seres humanos, en nuevos ciudadanos que saben practicar la justicia, el amor, la solidaridad, el agradecimiento y el perdón en todos los órdenes.
Sembrar valores en nuestros hijos es prepararlos para enfrentar con firmeza, decoro e integridad todos los ataques de las drogas, de la delincuencia, de la corrupción, de la criminalidad, en fin, de esos males que día a día crecen en sus entornos.
Sembrar valores en nuestros hijos y nietos es dotarlos del armazón más efectivo para que entiendan que un hombre o una mujer exitosa no es el que acumula más dinero, sino el que es capaz de ser solidario en todos los momentos y nunca se cansa de hacer el bien.
Sembrar valores es enseñarles a nuestros hijos y nietos que debemos abrir nuestros corazones y llenarlos de fe y de amor para, como lo hizo Jesús, estar dispuestos a entregarnos por los demás sin pedir nada a cambio.