En un país con profundo atraso educativo, un plan intenso de lectura será importante factor de cambio. Porque con acciones, no con discurso, es como se deshacen entuertos, se cambia el mundo o se mejora la sociedad. El país se ha llenado de licenciados que no saben construir una oración. Algunos y algunas pregonan la caducidad de la ortografía.
Unos teóricos creen que el principal problema de la sociedad dominicana es la crisis de energía eléctrica, otros estiman que es el desempleo; otros y otras se centran en la equidad de género como el asunto que demanda mayor atención. Pero el principal problema dominicano es la profunda crisis de la educación. Somos un pueblo de maleducados.
El Ministerio de Educación concibió y anunció la Cruzada Nacional por la Lectura, programa amplio y novedoso que incluye la distribución de más 800 ejemplares de libros, de autores nacionales, entre estudiantes de la escuela secundaria. Los textos, clasificados de acuerdo a grado y edad, llegarán gratuitamente a los alumnos.
Una inversión superior a 280 millones de pesos no podía pasar inadvertida y un suplidor objetó la asignación de la impresión al editor que la había obtenido. Cuestión de intereses económicos, se entiende. Otro hecho, más simple que ese, contribuyó a frenar el programa. Me refiero a la inclusión, entre los libros a divulgar de la novela “Ruinas”.
Esa obra, sobre la vida de Salomé Ureña, fue escrita por Rafael García Romero, director de Cultura del MINERD. Este yerro del funcionario ha servido para que algunos y algunas pongan en evidencias las lacras de que adolecen. Han salido a flote, como la basura cuando llueve, inquina, envidia y ganas de dañar reputaciones.
No han tenido intención política las saetas y mofas contra la Cruzada Nacional por Lectura. Los comentaristas de esa área ni los partidos de oposición han buscado motivos para criticar la acción anunciada por el ministro de Educación, Andrés Navarro, y que él mismo decidió aplazar para corregir las fallas detectadas.
Han sido escritores y escritoras, poseídos del malpecho y alérgicos al triunfo ajeno, quienes tomaron la suspensión momentánea del programa de lectura para mostrar sus baldaduras emocionales. Se solazan con la idea de que ha fracasado la valiosa iniciativa. Han esgrimido argumentos necios y viles para justificar su actitud.
El ministro Andrés Navarro debe saber que el proyecto es plenamente válido y que siendo una acción de gobierno, aplicada como debe ser, habrá de convertirse en una obra patriótica. Ninguna tarea de ese ministerio, en las presentes circunstancias, tiene semejante vocación de trascendencia. La Cruzada por la Lectura se justifica.