Nadie cuestiona que los partidos políticos hoy en día juegan un papel fundamental en el fortalecimiento de la democracia y las elecciones por tanto son un elemento sustancial en los procesos democráticos. No es posible pensar en democracia sin pensar en partidos políticos.
Pero sería bueno preguntarse ¿qué pasa con la democracia del día después de las elecciones? ¿Realmente el voto propicia el mejoramiento económico, social y cultural de los pueblos? ¿Habrá que esperar cuatro años más para sentir que realmente vivimos en democracia?.
Este cuestionamiento de alguna manera se refleja en varias encuestas, según el latinobarómetro 2018 el 54% de los latinoamericanos están cada vez menos satisfechos con la salud de sus democracias y, lo que es peor, también creen menos en ella como la mejor forma de gobierno. Es decir no basta solo acudir a las urnas y elegir representantes, la ciudadanía quiere muchos más, quiere democracia en cada momento de su vida, pero no solamente una democracia electoral, quieren una democracia real, una democracia con calidad.
Ninguna democracia es tal democracia si no son puestas al servicio del interés general y sobre todo de los más pobres y vulnerables, o si los resultados de esa democracia demuestran que tan solo pequeños grupos se benefician de ella o reciben ventajas.
Ninguna democracia es tal si la ciudadanía no participa y se le toma en cuenta para la puesta en marcha de políticas públicas incluyentes e integrales.
Ninguna democracia es tal si la facultad de gobernar, entregada temporalmente por el pueblo que es el soberano, agrede permanentemente la voluntad popular.
Ninguna democracia es tal si carece de mecanismos transparentes y eficaces de control y de rendición de cuentas que promueva el uso eficiente de los recursos del Estado.
Ninguna democracia es tal si aparta u obstaculiza que los ciudadanos participen en la vida política en condiciones de igualdad.
Ninguna democracia es tal si la riqueza que generan los países no impacta de manera favorable en la mejora de la calidad de vida contribuyendo a construir capacidades y disminuir las desigualdades.
En definitiva Ninguna democracia es tal como lo plantío Nelson Mandela cuando dijo: Si no hay comida cuando tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia no es más que una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento”
Una buena democracia es aquella que es una democracia de calidad. Toda democracia precisa de grandes y continuos cuidados para que, día a día, los ciudadanos la sientan como suya, para que se sientan identificados con ella.
La valoración positiva de la democracia indiscutiblemente que debe abarcar generación de riqueza, equidad, reducción de la pobreza, generación de empleo, educación, creación de empresas, productividad, seguridad pública y social. En fin, la democracia del día después es aquellas que se ejerce en las calles y no en las urnas, en el espacio público y no en las mesas electorales.
Giovanni Sartori, plantea que “La democracia es, antes que nada y sobre todo, un ideal. […] Sin una tendencia idealista una democracia no nace, y si nace, se debilita rápidamente. Más que cualquier otro régimen político, la democracia va contra la corriente, contra las leyes inerciales que gobiernan los grupos humanos. Las monocracias, las autocracias, las dictaduras son fáciles, nos caen encima solas; las democracias son difíciles, tienen que ser promovidas y creídas”. Y yo agrego, que es el Estado y sus instituciones que tienen que propiciarla y una ciudadanía activa que la exija.