El presidente Danilo Medina es, sin lugar a dudas, uno de los mejores presidentes que ha tenido la nación en toda su historia. El discurso de rendición de cuentas del pasado 27 de febrero muestra la dimensión de todos los logros que ha tenido en estos 7 años de gobierno.
Son muchas los cosas positivas que fueron mostradas en ese discurso. El millón y medio de dominicanos sacados de la pobreza; los 770 mil empleos creados; los 1,873 proyectos desarrollados con las visitas sorpresas; los 6,300 millones de pesos prestados por Banca Solidaria a miroempresarios; el 68% de los estudiantes en tanda extendida; los 18 mil millones invertidos en la majestuosa Ciudad de la Salud en el centro de los barrios pobres de la zona norte; el programa del primer empleo; los aumentos de salarios del sector público a partir de abril; la reducción de los márgenes de beneficios de las AFPs; los beneficios de la ley de cine, en fin, son muchos los planes y proyectos exitosos presentados en ese discurso.
Pero, de manera particular, creo que lo más trascendente de todo es que en esa comparecencia Danilo hizo un firme llamado a trabajar por la patria. Más que las cifras y la gran cantidad de logros alcanzados y mostrados de manera irrefutable, lo fundamental fue su llamada a que trabajemos con amor y denuedo en la construcción del provenir.
En ese orden, quiero reproducir la última parte del discurso de Danilo, la cual podría definirse como un sincero llamado a renovar la esperanza:
“Ustedes ya me conocen. No vengo a traerles trucos de magia, planes faraónicos, ni palabras grandilocuentes. Soy un hombre sencillo, que ama su trabajo y a su país. Nada más.
Lo único que vengo a traerles es la verdad que conozco. La que vivo cada día, a través del contacto con todos ustedes.
La verdad de un país que lucha a diario y que, con esfuerzo, está obteniendo grandes victorias, cosas que hace poco parecían imposibles.
La verdad de una gente que progresa, que se esfuerza y que también a veces se desespera, con justa razón. Pero que siempre sigue adelante.
La verdad de una gran familia que, como todas las familias, tiene días buenos y malos, comparte discusiones y alegrías pero sobre todo, y por encima de todo, permanece unida por la fuerza del amor.
Yo conozco ese país y amo ese país, esa gran familia. Y sé que millones de dominicanos y dominicanas también lo conocen y lo aman así, con sus fortalezas y debilidades.
No creo que todo sea perfecto, no creo que todo esté resuelto, no vivo en una fantasía, pueden estar seguros de eso.
Pero tampoco vivo en el cinismo, ni en el desánimo. Allí no me llevarán nunca. Porque desde ahí no se construye, desde ahí no se suma, desde ahí no se avanza.
Por eso elijo decir “en qué le ayudo” en lugar de “eso no sirve” o “eso no se puede”.
Elijo pensar que quien me habla tiene buenas intenciones, en vez de sospechar de su palabra.
Elijo ver el potencial de cada cosa y cada persona, y no sus defectos.
Elijo intentar nuevos caminos, buscarle la vuelta a los problemas, pero nunca rendirme.
Prefiero vivir en el país del vaso medio lleno, del optimismo, del “sí se puede”, del “vamos arriba”.
Y sé que la inmensa mayoría de los dominicanos y dominicanas también lo prefieren. Porque desde ahí se hace Patria.
Desde ahí se avanza y desde ahí se llega.
Por eso, antes de cerrar estas palabras, hoy les digo:
Cambiemos el “sálvese quien pueda”, por el “juntos podemos”.
El egoísmo por la solidaridad.
La prisa por la comprensión.
El cinismo, por la esperanza.
Acompáñennos a seguir haciendo Patria juntos.
Acompáñennos a poner nuestra energía, talento, capacidad, fe y entusiasmo al servicio de las mejores causas.”