Era lo que faltaba en la historia de Brasil donde no se había registrado ningún hecho violento con características de terrorismo, pero dolorosamente acaba de ocurrir.
En apenas meses, la República Federativa de Brasil ha experimentado diversas transformaciones políticas y sociales que han impactado más allá de sus fronteras. Ahora mismo, la sociedad brasileña está horrorizada y compungida ante el acto terrorista perpetrado por dos jóvenes suicidas que acabaron con las vidas de ocho estudiantes y empleados de un centro escolar público en Sao Paulo.
¡Qué horror!, la barbarie camino a imponerse en una nación caracterizada por la alegría, jovialidad y amabilidad de sus gentes que orgullosamente promovían el espíritu de confraternidad que siempre les ha caracterizados.
Una experiencia para los brasileños acostumbrados a las peleas callejeras, asaltos y en ocasiones algunos enfrentamientos entre bandas rivales por el control de drogas.
Por igual, los pleitos entre fanáticos del fútbol que frecuentemente dirimen sus diferencias a trompadas y patadas en las gradas de los estadios.
Rio de Janeiro y Sao Paulo, dos de las ciudades más importantes económica y socialmente de Brasil, con frecuencia experimentan esos conflictos pero nunca antes se había registrado un acto terrorista.
Precisamente, los legisladores brasileños a aprestan a discutir una iniciativa legal que someterá en los próximos días el Poder Ejecutivo para incentivar la posesión de armas de fuego entre la población civil.
El presidente Jair Bolsonaro a comienzo de enero, días posteriores de su juramentación, emitió un decreto abriendo las facilidades para el mercado de armas entre civiles. Está firmemente convencido de que dotando de armas a los ciudadanos podrían reducirse las acciones vandálicas como robos domiciliarios y asaltos en las vías públicas.
Sin embargo, parecería que su discurso de campaña promoviendo la fuerza del gatillo entre la población civil comienza a sembrar el odio en uno de los países del mundo más desigual en cuanto a niveles de ingresos y estándares sociales.
Al Estilo, ¿viejo oeste americano?
La iniciativa de Bolsonaro plantea el armamento de la ciudadanía y la inmunidad a los policías que maten en el ejercicio de sus funciones.
¿Consecuencias de esa disposición? Una masiva proliferación de armas de fuego entre civiles y por consiguiente, más violencia callejera, confrontación, inseguridad y pánico.
Es insólito que el propio mandatario admita públicamente que duerme con un arma al lado de la cama en el Palacio de la Alvorada, residencia oficial de los gobernantes brasileños.
El ex capitán del ejército brasileño parece que duerme con un ojo abierto y otro cerrado. Recientemente, medios de comunicación de Brasil comentan supuestas “diferencias” entre la cúpula militar por declaraciones de Bolsonaro.
¿Será que desconfía de su propio equipo de seguridad o simplemente es parte de un estilo inusual de un presidente, cuya expresión pública puede poner en entredicho a los organismos de vigilancia del Estado de Brasil?
Según revelaciones del Foro Brasileño de Seguridad Pública en 2017, murieron en Brasil 63.880 personas, 175 al día. De ese total, cinco mil 144 cayeron acribillados por la Policía.
Pero ante la masacre registrada en una escuela de Suzano, localidad situada en la región del Gran Sao Paulo, donde dos tiradores dejaron al menos diez muertos, entre ellos, cinco alumnos los principales medios comunicacionales brasileños comienzan a cuestionar la política de seguridad del gobierno.
Esta nueva modalidad de violencia en Brasil abre las compuertas a inquietudes en diferentes instancias, incluidas en los ámbitos de seguridad nacional.
Las Investigaciones
Las autoridades judiciales buscan determinar si hay conexiones entre los autores de la masacre con alguna célula del terrorismo internacional o también si fueron motivados por corrientes xenofobitas alrededor del mundo.
Partiendo de esa primicia están investigando los antecedentes familiares de ambos suicidas que perpetraron la acción sangrienta. El primer perfil que aflora es de crímenes de odio, según reseñan rotativos brasileños entre ellos, Folha de Sao Paulo y O Globo.
Los perpetradores del horrendo crimen fueron los ex alumnos Luiz Henrique de Castro y Guillermo Taucci Monteiro, de 16 y 17 años de edad, respectivamente.
En el rastreo investigativo se analizan diversos contenidos en la Web e intercambios de mensajes a través de las redes sociales que podrían incentivar comportamientos violentos entre la juventud.
Bolsonaro en un breve mensaje difundido en las redes sociales reseñó que: “El caso fue una monstruosidad y cobardía sin tamaño".
Diversos sectores de la sociedad brasileña han condenado la masacre, mientras que profesionales de la conducta advierten que se trata de un hecho que debe ser exhaustivamente investigado por las distintas agencias de seguridad.
Mandatarios de países latinoamericanos han expresado su solidaridad con el pueblo brasileño que sufre el impacto de esta tragedia.
Tecnología Vs. Perversidad
Ha trascendido que los autores de la matanza buscaban “convertirse en famosos”, lo que se interpreta en las fases de investigaciones que se vienen realizando como una clara señal del vínculo directo entre algún contenido difundido en la Internet con grupos radicales y de mentalidad que buscan enarbolar e incentivar la xenofobia y el odio.
Un mundo virtual desenfocado y propiciador de la violencia se convierte rápidamente en una poderosa arma, especialmente entre los jóvenes, cuyo alcance destructor es inimaginable y de una dimensión sin límites.
Artículo de Manuel Díaz Aponte