En estos tiempos donde se han perdido o trastocados muchos de los valores que sirven de soporte para un buen accionar, resulta necesario mirar el ejemplo de Jesús y conocer de cerca su humildad y su gran capacidad de entrega por los demás.
Hoy en día ser humilde es una de las características principales de un líder. Los ciudadanos han comprendido muy bien que quienes no son capaces de mirar a los demás con sentido de igualdad y no saben reconocer con humildad sus errores, les resulta muy difícil poder alcanzar la categoría de verdaderos líderes.
Hace un tiempo, escribí una reflexiones sobre el tema de Jesús y la humildad, que hoy siguen teniendo mucha vigencia. Y es que la grandeza de su valor radica precisamente en la humildad de su accionar como hijo del Dios viviente, en haber sentado las bases de una doctrina que ha conquistado el mundo con un mensaje de amor, de perdón y de entrega por los demás.
En todo el devenir histórico muchos analistas se han preguntado por qué Jesús, un sencillo carpintero de Belén, se ha convertido en la persona más influyente de la historia de la humanidad.
Y se preguntan de manera cotidiana el por qué Jesús está hoy más presente y más actual que nunca. Lo que representa Jesús es algo sencillamente extraordinario. Jesús es conocido por todos los habitantes del planeta desde hace dos mil años. Es seguido de manera decidida por más de la mitad de la población del mundo, que lo reconoce como el hijo de Dios y quien hace dos mil anos murió crucificado para librarnos del pecado y darnos la vida eterna.
La influencia, penetración e importancia de la figura de Jesús ha crecido con el tiempo y a través de los siglos. Todo los seres humanos que han nacido en los últimos dos mil anos han conocido o han tenido referencia de él. Con tan solo tres años de ejercicio de su tarea espiritual en la tierra, Jesús supera con creces la influencia de filósofos y pensadores de la categoría de Confucio, de Marx, de Nietzsche, de Sócrates, de Platón, de Aristóteles, en fin, no existe un personaje de la historia mundial que pueda equipararse con la magnitud y la grandeza de Jesús.
Y esa grandeza de Jesús se hace digna y trascendente por su gran sentido de humildad. Jesús es el hijo de Dios hecho hombre. Como tal debió ser un príncipe en la tierra que se paseara por los mejores lugares y a quien todo el mundo le rindiera pleitesía. Pero no, fue humilde carpintero. Nació en un pesebre de Belén rodeado de animales. Luego fue un pescador de hombres que ensenó con su ejemplo y siempre lo entregó todo antes que recibir.
Enseñó amar a los enemigos, orar por los que nos maltratan, perdonar sin importar la magnitud del daño que nos hagan. Y entregó lo más preciado de un ser humano, su vida, para pagar el pecado de todos nosotros.
Amor, perdón y entrega por los demás fueron los puntos luminosos de una doctrina que Jesús sembró en nuestros corazones. Su grandeza es su humildad. Por eso, Jesús es el hijo de Dios y es el personaje más influyente de la historia de la humanidad.
Euri Cabral
Economista y Comunicador
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