Un país democrático representativo es aquel donde la separación de los poderes del Estado, a saber, Legislativo, Judicial y Ejecutivo, se mantiene independiente, uno de los otros, sujetos al ordenamiento jurídico basado en lo estipulado en la Constitución que los rige rigurosamente.
Para que el sistema funcione tiene que haber equidad, alternabilidad y contrapeso político para impedir la concentración del poder en un solo partido, en un grupo o en una persona. La institucionalidad y el apego irrestricto al cumplimiento de las leyes con sus consecuencias a los violadores de las mismas, es fundamental para que la democracia sea real y se fortalezca cada día.
En nuestro país, sin embargo, la democracia, lejos de fortalecerse, retrocede. El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha instaurado una dictadura constitucionalizada controlando los tres poderes del Estado incluyendo los poderes fácticos como la prensa y las iglesias, sobre todo la católica, con la agravante de que no respeta sus propias leyes. Su Constitución, aprobada en el 2010 y modificada en el 2015 para la reelección, es violada sistemáticamente en función de sus intereses.
La “dictadura” ha tomado un matiz altamente peligrosa: ya no es el PLD que dirige el país como le da la gana, ahora es Danilo Medina, que tiene su Congreso y su Judicatura, además de un inmenso poder económico. Danilo es “Ley, Batuta y Constitución”, como lo fue Trujillo, pero sin los apresamientos abusivos, torturas y asesinatos de hombres y mujeres a plena luz del día, que ya pasaron de moda.
Digamos que es un “dictador moderno”, siglo 21, como lo advirtió su creador, el ex presidente Leonel Fernández.
Las llamadas “visitas sorpresas” que la prensa publica todos los lunes en primera página sin que ningún periodista o camarógrafo de los diferentes medios esté presente, ni escriba una nota o reportaje, es una muestra de autoritarismo, de poder, del uso de los recursos del Estado de manera clientelar, como si fueran propios, sustituyendo todas las instituciones del Estado con sus respectivos ministros y viceministros.
En el Congreso no hay equilibrio ni contrapeso. La independencia de ese que es el primer poder del Estado, desapareció hace mucho. Se hace sin chistar lo que disponga Danilo. Los préstamos millonarios se aprueban en un “santiamén”, a la velocidad de un meteoro o un relámpago. Por eso la deuda externa se ha convertido en eterna con sus consecuencias nefastas para las generaciones futuras. El Congreso es una caricatura, una vergüenza, un estercolero de donde el único que ha salido del lodo sin enlodarse es el presidente de ese hemiciclo, Reinaldo Pared Pérez, el inefable Pechito.
El sistema judicial también está en manos de Danilo para garantizar la impunidad de los que, según algunos bancos internacionales, se roban más de 150 mil millones de pesos todos los años que bien podrían invertirse en Educación, Salud, Viviendas, Seguridad Ciudadana, etc.
Se equivocan medio a medio quienes culpan al Procurador General de la República, Jean Alain Rodríguez, del atropello cometido contra la magistrada de 44 años de ejercicio, Mirian Germán Brito. No, señores, no es Jean Alain el responsable, es Danilo, presidente del país y contraproducentemente del Consejo Nacional de la Magistratura. El Procurador no hizo lo que hizo (valga la redundancia y la repugnancia) sin la autorización de su jefe.
No pidan pues la cancelación de Jean alain, no cojan piedras para los más chiquitos, ni el rábano por las hojas, pidan la renuncia o destitución del presidente Medina que la democracia no sólo retrocede vertiginosamente, sino que está en peligro de muerte súbita. ¡Tanto poder no puede estar en una sola mano!