Llama la atención la alta concentración de personas de diferentes edades en las salas de emergencia de los hospitales y centros privados del área de la salud.
Lo tradicional ha sido ver pacientes graves por accidentes de tránsito o la ingesta desproporcionada de alimentos, droga o alcohol, pero los últimos meses las emergencias se concentran en otras patologías como son dolores corporales severos, problemas de respiración, crisis renal, hemorragias estomacales y migraña.
Hace una semana acudí a un centro médico acompañando a mi esposa que estaba afectada de un dolor en la espalda y la pierna derecha, que le impedía caminar o estar parada. Decidimos entrar por emergencia dada la gravedad de la situación, pero 30 minutos después optamos por retirarnos y buscar otro lugar debido a la cantidad de pacientes que esperaban ser atendidos.
“Las camillas están ocupadas, tomen un ticket y esperen a que se desocupe una camilla”, se escuchaba decir a una enfermera. A nuestro lado, una señora lloraba a su padre que había ingresado a la emergencia y minutos después fue declarado muerto.
Recuerdo siempre que un amigo médico me dijo hace cinco años que en los centros de salud a diario muere mucha gente. Esa versión la he escuchado de otros galenos en programas delicados a temas de salud. La causa principal de esos fallecimientos es atribuida a los derrames cerebrales, ataques al corazón, cáncer de colon, diabetes, entre otras causales consideradas catastróficas, relacionadas muchas veces con el estrés.
La masiva presencia de ciudadanos a los consultorios médicos se debe precisamente a esas patologías. Desde los consultorios, los pacientes salen hacia los Laboratorios Clínicos a hacerse análisis para saber cómo va la salud, sobre todo para chequearse el colesterol, los triglicéridos, la hemoglobina, glóbulos blancos y rojos, la próstata y el funcionamiento de los riñones.
Recientemente acudí al Hospital General Plaza de la Salud a hacerme un electrocardiograma y un ecocardiograma por recomendación del cardiólogo que me asiste. Llegué allí a la una de la tarde y salí a las 9 de la noche, motivado a que el lugar estaba abarrotado de individuos con edades entre 30 a 80 años, algunos con problemas de discapacidad, como yo. “Hay que cuidarse; se está muriendo mucha gente que aparentemente estaban en buen estado de salud”, eran los comentarios que se escuchaban de boca de los concurrentes.
La demanda masiva de asistencia facultativa ha motivado a las autoridades a reforzar las salas de emergencias con equipos modernos y médicos especialistas, igual que las áreas de cuidados intensivos.
Además de las enfermedades citadas, debemos agregar la cantidad de niños que son atendidos por problemas respiratorios, el dengue y la malaria, eventualidades que por igual son transmitidas a los humanos adultos a causa de la picadura de mosquitos.
Los reportes más recientes indican que esos casos han aumentado en el país entre un 179 y 302 por ciento los primeros dos meses del año en comparación con el mismo período del año anterior.
El 78% de los hechos probables y confirmados de dengue identificados corresponden a menores de 15 años y la mayor frecuencia de casos se presenta en residentes en los municipios Santo Domingo Este, Santo Domingo de Guzmán, Barahona y Santo Domingo Norte.
De malaria, más del 80% de los casos identificados en las últimas cuatro semanas corresponden a residentes en el foco de La Ciénaga, al municipio de Higüey y Santo Domingo, con edades comprendidas entre 9 y 61 años.
¿Por qué muere tanta gente? ¿Qué está pasando en nuestra sociedad?
Observo que las calles están repletas de ciudadanos con altos niveles de agresividad e insensibilidad social, actitud que se traduce en tragedias.
Tal vez los especialistas en tratar las conductas humanas, los sociólogos y médicos pudieran explicar qué está pasando. Naturalmente, dejando a un lado sus simpatías políticas.