Patricia Grogg/LA HABANA, 27 Mar 2019 (IPS) – La embajada de Estados Unidos en Cuba parece hoy solo un símbolo de lo que pudo ser bajo el corto deshielo. A un costado de la sede aún ondea su bandera, pero el retorno a la confrontación redujo al mínimo su actividad y recuerda los peores momentos de los largos años de tensión bilateral.
En escalada ascendente, la hostilidad hacia esta nación caribeña del republicano Donald Trump, desde que asumió la presidencia en enero de 2017, ha ido borrando el sendero hacia la normalización trazado por su antecesor Barak Obama (2009– 2017) y el expresidente Raúl Castro (2008-abril de 2018) desde diciembre de 2014.
La Habana y Washington restablecieron relaciones diplomáticas en julio de 2015, tras más de medio siglo de conflicto. El acercamiento propició una visita de Obama a Cuba, del 20 al 22 de marzo de 2016, en la cual puso énfasis en que su gobierno no veía a Cuba "como una amenaza para Estados Unidos".
Carlos de Inglaterra, el heredero del trono británico, y su mujer, Camila, eligieron también marzo para visita a Cuba. La pareja real llegó a La Habana el domingo 24 para una estancia de cuatro días que, según sus anfitriones, demuestra la voluntad de continuar fortaleciendo las relaciones bilaterales en todos los ámbitos.
Contrasta además con el bajo nivel de los lazos cubano-estadounidenses y la tensión regional, centrada en la crisis política de Venezuela y el respaldo de La Habana a ese país. En ese contexto, no pasan inadvertidas en La Habana las amenazas de la administración Trump de que "todas las opciones están sobre la mesa", incluida la militar.
"El peligro de una intervención militar estadounidense en Venezuela es de baja probabilidad, pero no descartable", declaró a IPS desde la ciudad estadounidense de Saint Peter, Arturo López-Levy, profesor asistente de Relaciones Internacionales en el Gustavus Adolphus College, del estado de Minnesota.
El experto advirtió sin embargo, que "la administración Trump ha demostrado no vacilar en usar cualquier recurso si lo percibe conveniente a sus intereses a corto plazo", de cara a la elección presidencial de 2020. En ese sentido, agregó, "la subordinación del interés nacional a las exigencias electoreras es el orden del día".
Fiel a su promesa durante la campaña electoral, Trump firmó en junio de 2017 en Miami, ante un público adverso al gobierno cubano, la orden ejecutiva destinada a frenar los avances logrados tras la reanudación de lazos bilaterales. "Estoy cancelando todo el acuerdo bilateral del último gobierno (de Barack Obama)", anunció.
Su nueva política dejó en suspenso a buena parte de la veintena de acuerdos suscritos bajo Obama y Castro. Se interrumpieron negociaciones que apenas comenzaban, como las relacionadas con la búsqueda de solución al tema de las compensaciones por las empresas estadounidenses nacionalizadas en la década de los 60.
Unas 6.000 personas y firmas estadounidenses tienen reclamos registrados por expropiaciones en esa época. Cualquier posibilidad de negociar un acuerdo de compensación entre estas empresas y el gobierno cubano se vería entorpecida si Washington extiende la reclamación a cubanos emigrados que se nacionalizaron estadounidenses después de 1959.
Las demandas serían posibles en caso de aplicarse el título III de la conocida como ley Helms Burton (Ley Libertad), que desde su creación en 1996 ha sido suspendido consecutivamente cada seis meses por los gobiernos de Bill Clinton (1993-2001) y George W.Bush (2001-2009) y Barack Obama.
Trump hizo algo similar en sus primeros dos años de gobierno, pero en enero de este año lo suspendió por solo 45 días y después por otros 30 más, plazo que vence el 17 de abril. La Habana ha dicho que la Helms-Burton, que codifica en una sola legislación el embargo estadounidense, no es aplicable en Cuba, pues se trata de una ley de Estados Unidos.
Misteriosos y no esclarecidos incidentes acústicos supuestamente causantes de daños a la salud de diplomáticos estadounidenses en La Habana, que se hicieron públicos en 2017, sirvieron de pretexto para reducir el personal de la embajada, lo cual entorpeció especialmente el área comercial y los viajes.
En una de las más recientes medidas, con vigencia desde el 18 de este mes, Washington limitó las visas para turismo e intercambio a solo tres meses y solo válidas para una vez. Hasta ahora esos documentos se otorgaban con validez de cinco años, con entradas y salidas múltiples.
Entre los principales afectados por esa decisión figura el emergente sector privado, que con visa extendida podía viajar a Estados Unidos a comprar insumos necesarios para sus negocios, desde especias hasta equipamiento, y de paso, visitar a familiares y amistades.
Obtener una visa con destino al vecino del norte ya era complicado, pues por la falta de personal en la sección consular en La Habana se obligó a nacionales de Cuba a tramitar ese documento en un tercer país.
Eso supone, además, un costo inasumible por la mayoría de los cubanos. Por ejemplo, un emprendedor que viajó a la ciudad mexicana de Mérida para con tal fin gastó 1.200 dólares, entre pasaje aéreo, estancia y visado.
"El cambio de la política de visas es apenas un botón de muestra del desmantelamiento de la comunicación con Cuba que se está poniendo en vigor, (…) Sus diseñadores están cortando el intercambio entre las dos sociedades tanto como puedan, testeando hasta donde pueden llegar sin una reacción adversa", afirmó López-Levy.
"En ese sentido las ilusiones sobre Venezuela y su crisis exacerban las emociones y anhelos de un grupo critico de emigrados cubanos que alientan la ilusión de una derrota al gobierno cubano allí, creando mayores presiones para una implosión en la Habana, o al menos una mayor apertura", concluyó el experto.
Al respecto, la analista política chilena Ximena de la Barra, recordó en declaraciones a IPS desde Madrid, donde reside, que Florida tiene gran importancia dentro del sistema electoral estadounidense y es en ese estado donde viven la gran mayoría de la emigración cubana residente en Estados Unidos.
"Por eso los políticos estadounidenses son especialmente condescendientes con un grupo que tiene un poder político desproporcionado", señaló y mencionó en primer lugar a Marco Rubio, político republicano de origen cubano, que es actualmente senador por el estado de Florida y presidente del Comité de Inteligencia del Senado.
López-Levy indicó que Rubio "no representa toda la comunidad cubano-americana, pero una mayoría de la misma, no solo el exilio histórico, vota por él, y respalda su discurso anticomunista de viejo cuño que reafirma su estatus especial como exilio político de cara a los otros grupos de inmigrantes hispanos".
Rubio, junto a Mike Pompeo, secretario de Estado, John Bolton, consejero de Seguridad Nacional y más recientemente Elliott Abrams, enviado especial de Estados Unidos para Venezuela, "son los encargados" de derrotar a Cuba y Venezuela por cualquier medio, según De la Barra.
"Hasta ahora todas sus estrategias han fracasado", recalcó.
Edición: Estrella Gutiérrez