El presidente de la Junta Central Electoral, doctor Julio César Castaños Guzmán, en tono enérgico dijo que el pleno de ese órgano no le teme a nada ni a nadie, que hará cumplir el mandato de la Constitución y de la nueva ley que lo rige. En consecuencia, pidió un voto de confianza.
Pues mire que no, mi dilecto amigo. Ningún voto de confianza. Gánese la confianza del pueblo, haga valer la ley, aplíquela rigurosamente a todos por igual, sin discriminación, sin parcialidad, sin sopesar intereses, sin mediatintas. Empodérense ustedes mismos distinguidos magistrados; levántense, colóquense por encima de los partidos, sus dirigentes y sus intereses que el país es primero y más importante.
Leyes tenemos, lo que necesitamos es fuerza de voluntad, coraje, determinación y vocación de servicio. Digan no cuando haya que decir no, digan sí cuando haya que decir sí, siempre apegados a la ley. Dentro del marco jurídico, todo, fuera de la ley, nada. De ese modo el pleno de la JCE se ganará el respeto de todos los ciudadanos.
Las anteriores JCE han sido cómplices y hasta protagonistas de los distintos fraudes que se han producido en las elecciones congresuales, municipales y presidenciales, atendiendo a los integrantes de sus jefes políticos que “cuando no ganan, arrebatan” utilizando los recursos del estado, la fuerza policial y militar, presionando a los ciudadanos y comprándoles sus conciencias.
La JCE anterior fue un mal ejemplo. Su presidente impuso una dictadura con “tres votos a favor y dos en contra” para hacer y deshacer, con el costoso respaldo de una parte de la prensa y sus “líderes de opinión”, permitiendo toda clase de anomalías en perjuicio de la institucionalidad y la transparencia del proceso electoral.
El pleno desapareció. El jefe supremo impuso, casi con puño de hierro, decisiones antidemocráticas, violatorias de la ley. Los fraudes caracterizaron las elecciones. Los dijeron los informes posteriores de los observadores tanto nacionales como internacionales. Las elecciones que “ganó” Danilo Medina con “su” Congreso, fueron un verdadero desastre que bien pudo provocar un baño de sangre, que no ocurrió, dicho sea de paso, por la actitud pasiva del ex presidente Hipólito Mejía que no lanzo el pueblo a la calle. (De haberlo hecho todavía estaríamos peleando)
Hasta prueba en contrario, creo en la idoneidad de Julio César Castaños, Carmencita Imbert Brugal, Roberto Saladín, Henry Mejía, incluso de la señora Graciano Rosario, a pesar de que fue parte del “tres y dos” de Roberto Rosario. El pleno tiene que actuar con espíritu de cuerpo y sentido democrático. No más jeque árabe en la JCE, no más dictadores. Atrás debe quedar el individualismo, la componenda política, la falta de transparencia y la corrupción.
Ojalá que el pleno de la JCE actual, algunos de los cuales gozan de mi estima y consideración, se casan con la gloria organizando unas elecciones congresuales, municipales y presidenciales que sean ejemplo en América Latina, despejando de una vez y por todas el fantasma recurrente del fraude.
Me han estafado y engañado tanto, que hace años dejé de otorgarle voto de confianza a gente que al final no se lo gana. Si la JCE quiere “un voto de confianza”, que se lo gane imponiendo la ley, demostrando con sus hechos que no permitirá que nadie, no importa como se llame, ni qué posición tenga en la sociedad, aun sea el presidente de la República, tendrá que cumplir los preceptos legales o pagar las consecuencias.
Si los miembros del pleno así lo hicieran, recibirán, no solo un voto de confianza, recibirán el respeto y admiración de todo el pueblo que los colocará en un pedestal histórico con sus nombres grabados en letras de oro. De lo contrario, terminarán, como muchos otros, en el zafacón de la historia.