En los últimos meses, República Dominicana se ha visto afectada por una sequía que obligó al Gobierno a tomar medidas de emergencias a fin de evitar el desperdicio de agua potable y a racionar su consumo.
El uso irracional del líquido en los hogares y lavaderos de autos nunca ha sido tratado de manera responsable de parte de la ciudadanía.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), una persona debe consumir diario en promedio 100 litros de agua para satisfacer las necesidades de higiene, pero especialistas sostienen que en Santo Domingo se consume hasta 250 litros de agua por persona. Según ese organismo, los seres humanos necesitan entre 50 (13 galones) y 100 (26 galones) litros de agua por persona para satisfacer las necesidades diarias. Hay muchas familias capitalinas de tres o cuatro integrantes que subsisten con apenas 10 galones diarios.
La cultura del derroche en todo lo que tocamos, se ha convertido ya en un hábito entre los dominicanos. No ha habido manera de hacer entender a la gente la necesidad de racionar el agua potable y de ahorrar dinero.
En plena sequía, se derrocha agua lavando autos y llenando piscinas. Las llaves se mantienen abiertas mientras se realizan esas actividades. Lo mismo ocurre cuando en el hogar se lavan los utensilios de cocina y la ropa, se riegan los árboles o nos enjabonamos en el baño.
Aunque en el país de seguro no se tiene cifras exactas de la cantidad de agua que se pierde diariamente a nivel doméstico, el problema es evidente, ya que no es raro ver una mujer lavando una acera con una manguera, un hombre mojando el frente de su negocio, ver una cisterna desbordada todo el día o, en su defecto, observar una tubería rota, que nadie se ocupa de reportarla.
Cerrar los lavaderos de carros informales fue una de las medidas atinadas de las autoridades, pero no funcionaron y no funcionarán a menos que se coloque un policía insobornable en esos lugares La jornada sigue normal y así será siempre. Es un asunto de conciencia y educación, dos factores que no queremos adoptar.
“El agua que hoy echamos demás, mañana la echaremos de menos”. Es una frase muy vieja y sabia que no apreciamos. Así somos, un pueblo de ignorantes e incorregibles.
La Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (Caasd) procedió a clausurar decenas de lavaderos e incautarse decenas de máquinas y utensilios usados para lavar automóviles. Sin embargo, esos negocios continúan operando.
Hubo enfrentamientos entre las autoridades y los lavadores informales de autos. Estos alegaron que el agua que usan en su oficio es comprada a camiones e incluso mostraron facturas de las compras realizadas. Eso es cierto, lo que no es excusa para el derroche.
Pero como todos los años, después de algunas lluvias en todo el territorio nacional, las medidas tomadas por las autoridades solo duraron unos pocos días, y luego todo continúa igual.
Con las averías que se observan diariamente en calles de muchas ciudades y pueblos se agrava la situación. He reportado muchas averías en el sector donde resido, en la provincia Santo Domingo; son fracturas de tuberías provocadas de manera intencional por los mismos residentes en su práctica de hacer conexiones ilegales para no pagar este servicio.
Todas estas cosas son consideradas como normales en un país donde no existe una educación ni orientación mediática sobre el buen uso y la racionalización del agua como un elemento de vida. Esa labor debe comenzar desde ya con quienes serán nuestros sustitutos, los niños, y debe hacerse desde el hogar y en las escuelas.
Si continuamos con esa actitud irracional, en pocos años veremos catastróficos resultados con miles de muertes por sequía.
Ojalá pudiéramos asimilar el siguiente consejo del fallecido profesor Juan Bosch quien en un spot de radio decía: “Dominicanos, el agua es vida; no la desperdicies”.