En principio ese hombre dijo una y otra vez que jamás se reelegiría, que sólo quería cuatro años y ni un día más, que para intentar continuar en el poder habría que comerse un tiburón podrido, que los funcionarios no saben distinguir entre el dinero público y el privado.
Sin embargo su discurso de toma de posesión del 2012 tuvo un carácter proselitista, así como todos sus actos y el de sus principales funcionarios. Sus promesas de cancelar por el simple rumor público no se realizó, el látigo que dijo tener para los corruptos era de seda, primando siempre la impunidad para los prevaricadores entre los cuales están sus parientes cercanos y lejanos.
Este hombre, que no quería gobernar más que cuatro años para luego irse a su casa con su esposa y sus hijas, compró la modificación de la Constitución en el Congreso utilizando al inefable “hombre del maletín”; posteriormente se impuso a través de una Junta Central Electoral adocenada, comprometida y corrompida que le otorgó el 62%, mayoría de senadores y diputados para concentrar el poder en sus manos.
El costo material y moral de la llegada al poder del PLD en 1996 y luego en el 2000, más la reelección de Danilo Medina, nadie lo ha calculado, principalmente por los antivalores que permite que dueños de banca de juego, sicarios, narcotraficantes, prevaricadores, lavadores, evasores y políticos analfabeta puedan ser funcionarios, diputados, senadores, alcaldes y regidores.
En segundo discurso de toma de posesión da Danilo del 2016 también tuvo un carácter reeleccionista. Todo su accionar durante más de tres años ha estado matizado por el paternalismo y el clientelismo, como en las mal llamadas “visitas sorpresas” donde sustituye las instituciones del Estado y se coloca por encima de ellas y del propio Estado, con inversiones millonarias que lejos de combatir la pobreza la hace perpetua.
Ese hombre crea una estructura mafiosa en el Congreso convirtiéndolo en un estercolero donde el presidente del Senado dice ser el único en haber salido del lodo sin enlodarse. Ese lodazal sigue intacto. Está lleno de plagas y alimañas que por dinero “se comen un niño envuelto” aunque sea su hijo.
Ese hombre hizo lo mismo en la justicia. El Ministerio Público le pertenece, los jueces en su mayoría tienen que agradecerle el nombramiento so pena de hacerle un juicio político cuando no hacen lo que se le ordena, como acaba de ocurrir con el Tribunal Superior Electoral, sobre todo con su presidente Román Jáquez, por evacuar una sentencia que no le gustó al partido de gobierno.
Destruyendo el Estado, descuartizándolo, apoderándose de todos los poderes, no solo de la Judicatura y el Congreso, sino de buena parte de los medios de comunicación, incluso de las propias iglesias, hay motivos suficientes para la preocupación. Sí, estamos a las puertas de una dictadura, aunque sea “constitucionalizada”.
Los intentos por modificar la Constitución para otra reelección, rechazada por más del 70% de la población, por un hombre que además del poder Ejecutivo es dueño del Congreso y de la Justicia; con las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional listas para la represión, es motivo más que suficiente para alarmarse. Las campanas de advertencia sobre una “dictadura siglo 21”, donde la muerte es moral, como se intentó hacer con la magistrada Mirian Germán, están doblando la conciencia nacional hace varios años.
La preocupación de la Iglesia Católica, de Participación Ciudadana, de Institucionalidad de Justicia y de una buena parte de los partidos políticos, -y hasta de un sector de la prensa- está bien fundamentada. La endeble democracia dominicana está en peligro de muerte. Puede perecer en las manos de un hombre sin palabra, con ambiciones desmedidas, pero con mucho miedo terrible a terminar como otros presidentes de América Latina.