(Según se dijo) No importa lo que usted piense, lo que usted diga, lo que usted quiera, lo que usted proponga o sugiera, si es bueno o es malo. Lo único importante es lo que ellos, los que tienen el poder en sus manos, los que están aferrados, subidos en el palo, piensen, digan, quieran, propongan o sugieran; eso es lo bueno, lo demás es basura. Al fin y al cabo el dinero lo compra todo: Se venden los fiscales, jueces, abogados, periodistas, generales, sacerdotes, pastores, obreros, campesinos, sindicalistas.
El dinero es la fuerza que mueve el mundo. Nada une más que el poder y el dinero. De igual modo nada divide más que el poder y los intereses cuando se hacen irreconciliables, cuando se escuchan los tambores de guerra. La reelección va llueva truene o ventee. La reelección está montada.
Los votos están asegurados, dice un diputado, vocero del presidente de la República. Con mil millones de pesos compramos lo que necesitamos en la cámara baja, me dijo sin sonrojarse. “Si Leonel tenía 40 mil millones de pesos, todo el petróleo de Venezuela para asfaltar las calles y los callejones, más 90 millones de raciones de comida para los hambrientos”, para que Danilo ganara las elecciones, como ocurrió, nosotros tenemos más. ¡Mucho más! Además Leonel no lo hizo por amor a la patria ni por compañerismo partidario, lo hizo por miedo a las amenazas de Hipólito de meterlo preso en el 15 de Azua, aseguro el legislador “Danilista” sin inmutarse. Lo del dinero está resuelto.
Cinco, seis o diez miembros del Comité Político, de los que tienen más de 20 años en el Estado, pueden, sin inconveniente, subsidiar el proyecto de reelección. Pueden buscar, sin poner en riesgo el futuro económico de sus hijos, nietos, biznietos y tataranietos, diez mil millones de pesos. Leonel Fernández es un problema ahora. Pronto dejará de serlo. Desde que el dinero empiece a fluir como un río. El poder en los órganos de dirección del partido lo perdió hace años.
Danilo se lo quitó sin que se diera cuenta. El presidente de la República, del Congreso, de la Judicatura, de los medios de comunicación, de los generales, de las bocinas y megáfonos, es Danilo. Nadie más. Lo que él decida se hará. El hombre no quiere soltar la “ñoña”. Tiene miedo por el expediente de Odebrecht, las termoeléctricas de Punta Catalina y otros asuntos que aún no salen a la luz. El hombre no se imagina sentado en un banco de ningún tribunal dando explicaciones y respondiendo preguntas que no tienen respuestas, ni terminará como Alan García. No tiene los “timbales” para una acción como la que terminó con la vida del ex mandatario peruano. “Yo o que entre el mar”.
“El Estado soy yo”; es decir, el dueño del país. El dinero está disponible, y las fuerzas armadas junto con la policía, listas para reprimir brutalmente a quienes se opongan, no importa cómo se llamen ni la posición que ocupen. Una buena parte de los empresarios más poderos, sin darse cuenta de que están afilando cuchillo para sus propias gargantas, están respaldando la peligrosa aventura de la continuidad en el poder de Danilo. Los partidos de oposición no se unen.
Se debilitan cada vez más. No se ponen de acuerdo. Todos quieren ser presidentes, vicepresidentes, senadores, diputados, alcaldes y regidores. No hay cama para tanta gente. Además el tiempo se les agota. La ley de partidos políticos es clara. El camino para modificar la Constitución está despejado. Solo una tempestad popular, un ciclón batatero de cientos de miles de personas en las calles, puede detener la reelección.
Leonel, Hipólito, Luís, Quique Antón, Eduardo Estrella, Guillermo Moreno, Minou Tavares Mirabal y todo el liderazgo político, despojados de prejuicios, tienen que unirse para impedir la modificación de la Constitución y la aprobación de la reelección. Es una tarea de todos, no de un partido o grupo en particular. La institucionalidad democrática está en peligro. No es un juego. Recuerden que, ¡el pueblo unido jamás será vencido!