Por José Francisco Peña Guaba. El Bloque Institucional Social Demócrata (BIS) se ha mantenido como aliado del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) durante los últimos 20 años, concurriendo juntos a los procesos electorales de los años 2000, 2004, 2006, 2008, 2010, 2012 y 2016. De hecho, participamos activa y determinantemente para lograr los acuerdos que en 2015 dieron lugar a la participación unificada del PLD y al triunfo electoral del año siguiente.
Para nosotros resulta obvio, asimismo, que el legado del PLD como partido de gobierno tiene más luces que sombras, más aspectos positivos que negativos.
Lo dicho evidencia que nuestra propuesta no es particular ni basada en intereses personales sino institucionales, puesto que, de hecho, nos unen lazos de amistad tanto con el Licenciado Danilo Medina –a quien nuestro partido ha llevado como candidato presidencial en tres ocasiones– como con el Doctor Leonel Fernández –a quien hemos presentado como candidato presidencial dos veces–. Para ambas candidaturas logramos articular lo que hoy se conoce como Bloque Progresista.
Nuestra propuesta fue hecha dentro del contexto de la realidad política actual, a la vista de la cual se comprende rápidamente que en esta materia las cosas son determinadas por el pueblo, que es quien vota y legitima a las autoridades públicas, quien confiere y quita el poder.
Para nosotros, ningún análisis, examen ni propuesta política que no considere atentamente la voluntad popular está condenada al fracaso.
La realidad observable a simple vista es la situación de bicefalia del liderazgo del PLD. Pocos, sin embargo, advierten que no se trata de porcentajes en las encuestas de uno u otro liderazgo, puesto que la aceptación de los probables candidatos depende del momento y el escenario de medición. Lo importante es comprender que ambos líderes se necesitan, que de hecho debe existir un proceso de cohabitación. Se haría muy bien en comenzar por aceptar que ambos líderes acaparan la práctica totalidad de las adhesiones tanto a lo interno del PLD como a nivel de sus aliados.
De los dos líderes de PLD, solo uno está constitucionalmente habilitado para participar en 2020. Danilo Medina no está habilitado para esa participación. Y no se trata solamente de que habría de modificarse la Constitución para permitir su segunda reelección consecutiva, sino que esa fue precisamente la causa de la modificación constitucional de 2015, de donde indudablemente surge la extendida convicción de que es ilógico y desproporcionado intentar otra modificación constitucional con similar pretensión.
Nuestra propuesta reconoce los liderazgos en el contexto político-electoral del momento. Ninguno de los aspirantes a la precandidatura presidencial del PLD tiene las simpatías de Leonel Fernández, ni a lo interno ni a lo externo del PLD. De allí que nuestra propuesta le reconozca que debe ser quien encabece la candidatura presidencial de ese partido, dado que se presenta como el candidato “de hecho” o “natural” para la próxima contienda electoral.
El Presidente Medina es hoy el principal activo del PLD: tiene derecho a presentarse nuevamente para otro proceso electoral, a fortalecer y mantener su liderazgo y a defender su legado. Su obra social tiene que ser reconocida hasta por sus más feroces críticos. Por eso nuestra propuesta sostiene que seguir dando sus aportes, al igual que los otros expresidentes desde el Senado de la República y desde la presidencia del PLD, teniendo la oportunidad de presentarse si así fuere menester a partir de 2024.
Reconocemos una realidad muy “dominicana”: los liderazgos reales no son efímeros. Por el contrario, incluso suelen ser de por vida. Basta ver los ejemplos de Balaguer, Bosch y Peña Gómez quienes fueron vehementemente seguidos por sus adherentes incluso más allá de la tumba. Los liderazgos de Danilo Medina, Leonel Fernández y el de Hipólito Mejía, parecen seguir esa senda de fidelidad de sus seguidores.
No obstante, al revisar la historia se comprueba otra característica de los liderazgos dominicanos: no se construyen al margen del poder. El único caso en que se ha construido un liderazgo real sin llegar al poder fue el caso del Doctor José Francisco Peña Gómez. De allí que nadie pueda sorprenderse de que nuestra propuesta vaya en reconocimiento de esa realidad y de la idiosincrasia del pueblo dominicano.
La propuesta de que debe ser asumida la candidatura vicepresidencial por la licenciada Cándida Montilla de Medina o por el Doctor Reynaldo Pared Pérez tiende a comprometer a todos los sectores del partido en lograr el triunfo en 2020, tal como ocurrió con la propuesta de la doctora Margarita Cedeño de Fernández en su primera y segunda vicepresidencias, que fue parte importante en el apoyo del sector leonelista. No dudamos de que en ese contexto los danilistas en el presente trabajarían por la propuesta presidencial del PLD, si se encontrasen en similares circunstancias.
Cuando planteamos tomar en cuenta los liderazgos emergentes del PLD, encabezados por Andrés Navarro, Francisco Domínguez Brito, Carlos Amarante Baret, Temístocles Montás entre otros precandidatos, lo hacemos reconociendo el esfuerzo que han realizado, y porque cada uno tiene estructuras que han desplegado un trabajo extraordinario en todo el territorio nacional. Varios pueden ser candidatos a senadores o alcaldes o a ser tomados en cuenta para posiciones en la Administración Pública.
Estos precandidatos han sido medidos en reiteradas ocasiones. Tienen posicionamiento electoral determinado, son figuras que aportan a la propuesta electoral del PLD y sus aliados.
Lo que es odioso para algunos no es hablar de la reforma constitucional, sino solamente cuando se trata de la reforma única y exclusivamente para la reelección. Habilitar al Presidente Medina, convertir en senadores a los expresidentes, unificar las elecciones y otros temas, si se logra consensuar con los otros partidos, incluyendo propuestas de la oposición, garantizaría el tramite congresual de la reforma.
La historia da muchos ejemplos de los errores que se cometen por no entender que los políticos en el poder en algún momento deben entregarlo. Por eso deben manejarse con mesura y comedimiento. Los cargos son prestados, se deben a la voluntad popular, a la voluntad del soberano. Lo natural es que estemos todos preparados para estar tanto en gobierno como en oposición.
El PLD estuvo 27 años en la oposición (1973-1996 y 2000-2004), 23 de ellos de manera ininterrumpida. Hoy los perredeístas versión PRM van a tener 16. O sea, todos hemos sido opositores y en algunos momentos gobierno.
Ahora, todo aquel que divide su partido o su coalición de antemano está ante la crónica de una derrota anunciada. Solo la suma de los liderazgos de Leonel Fernández y Danilo Medina tienen posibilidad de competir contra las fuerzas opositoras, debiendo hacerlo en monolítica unidad, con el apoyo de viejos y nuevos aliados, para reforzar el posicionamiento electoral.
La lógica indica que tras 16 años de ejercicio del poder se produce un desgaste, un hartazgo más o menos severo de las posibilidades electorales. No entenderlo es desconocer el sentido práctico de la política y el cansancio que se produce en sectores importantes de la sociedad por el largo ejercicio del poder.
Auspiciar la unidad debe ser el norte de quienes son miembros y de quienes son aliados al PLD, aunque la formación de grupos o personas alrededor de los liderazgos auspicien y promuevan el divisionismo. Eso es precisamente lo que nuestra propuesta hace: dar una voz de alerta, decir lo que algunas veces la altura no permite escuchar.
Sé que los papeles de los proponentes algunas veces no son reconocidos por los afectados. Pero eso no es óbice para intentarlo, sobre todo atendiendo la experiencia del que esto escribe, que lo vivió en los casos de los presidentes Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco, casos que enseñan preocupantes lecciones de política y de vida. Solo aquellos que no conocen la historia pueden desconocer semejantes resultados.