Los primeros politólogos se centraron en el estudio de las instituciones bajo el postulado hobberiano del Leviatán, es decir: de que las instituciones públicas al frente de las cuales estaba el Estado, eran una especie de súper Yo que todo lo puede en materia de búsqueda del bien, común, y a la inversa, como el ente capaz de propiciar el mayor daño a quien ose poner límites a sus instintos de bestia superior.
De este esquema conceptual se pasó al estudio de la conducta política del ciudadano llegándose a establecer que éste se rige por razones egoístas que le atañen como individuo. Pasando a ser secundaria la teoría del bien común que propiciaban los estudios institucionalistas.
Pero luego de múltiples periplos conceptuales y metodológicos referentes a los análisis sistémicos en las ciencias sociales en general y de la ciencia política en particular, se llegó al punto de combinar diversos métodos y otorgarle validez a cualquiera de ellos que por vía castiza o por vía combinada, arriban a ciertas conclusiones. Eso sí, poniendo a los análisis número-estadísticos como base de toda explicación. De ahí el auge de las firmas encuestadoras.
Siempre se ha visto a la política como la ciencia del poder, es decir, cualquiera de las metodologías anteriores buscaba las características del poder ora en el seno mismo del Estado y sus instituciones, ora en la sociedad y sus clases sociales. Hasta que el método marxista logró presentar la teoría del conflicto ideológico o de clases, enriqueciéndolo Lenin con el aporte de las contradicciones no antagónicas y las contradicciones antagónicas. Sobre las primeras adujo que presentaban conflictos sobre los cuales podía llegarse a un consenso, a un acuerdo y, la segundas, como aquellas en que era imposible ponerse de acuerdo por lo que, a partir de ahí, se introducía la teoría de Clauswicht de acuerdo con la cual, la política es la guerra llevada a cabo por medios no bélicos y que se distingue la una de la otra en que la política es permanente y la guerra es siempre un conflicto no consensuado que finaliza cuando una de las partes se impone sobre la otra.
Este relato, busca encontrar las razones que desde la politología, podría explicar –aunque no necesariamente entender- el conflicto que se ha presentado luego de tres órdenes de conflictos institucionales en materia electoral, a saber: a) se quiso y logró convencer al país de que la Administración electoral que presidió el ciudadano Roberto Rosario era una especie de cáncer que debía ser extirpado, b) se seleccionaron jueces a la medida de la sociedad civil y del Palacio Nacional, en extraña convergencia de ambos y c) se promulgaron las nuevas leyes de partidos y la ley electoral. Luego de este proceso semi institucional ahora resulta que la JCE ha perdido el favor de aquellos que la bendijeron y sacralizaron.
La manzana de la discordia generadora del conflicto actual, es una resolución de la JCE a todas luces inconstitucional, pero entendemos que no por ello se debe crucificar a los integrantes de la misma, pues en derecho resulta obvio que cuando se está en desacuerdo con una que otra decisión jurisdiccional, se cuenta con el recurso pertinente para atacar dicha decisión sin que sea necesario descalificar a los árbitros del proceso escogidos en buena lid.
Yendo a la resolución misma, a leguas se observa, que la misma acusa serias deficiencias estructurales como en su contenido epistemológico, se observan los denominados métodos inductivos y deductivos junto al exegético. Esto es: se emplearon métodos propios de las ciencias jurídicas en momentos en que la racionalidad de administración de justicia no puede limitarse a la mera legalidad, sino que se ha debido pensar en la raíz del conflicto a resolver desde diferentes ópticas, es decir se ha debido ponderar los intereses en juego y las satisfacciones a que aspira cada sector litigioso para luego subsumirlos en una ratio que incluye la Constitución, la ley y la jurisprudencia.
En pocas palabras, se ha debido emplear los razonamientos politológicos y las pautas que marca el neoconstitucionalismo. Esta carencia metodológica anuncia que vendrán otros errores, pero no por falta de calificación de los integrantes de la JCE sino por la caduca metodología con que están decidiendo.
Por otra parte, se observa que desde los partidos y agrupaciones políticas lo que existe es mera críticas pero sin plantear soluciones prácticas, en palabras diferentes, la crítica que se hace a los integrantes de la JCE debe incluir a los partidos y agrupaciones políticas porque la mayor parte de las decisiones de la JCE son previamente consensuadas con la delegación política cada partido. De modo que el instrumento que tiene el sistema democrático para legitimarse está igualmente desfasado desde la praxis metodológica de la ciencia política.
Partidos y JCE requieren de ingeniería política actualizada, requieren de asesores politológicos que puedan conducirlos por una ratio diferente a la del derecho tradicional. En caso de no hacerlo, seguirán los problemas, pues la teoría del conflicto inicio como método en la sociología, pero en la actualidad, el replanteo del mismo está permitiendo soluciones institucionales desde la politología en toda Europa. DLH-15-5-2019