Luego de subir y bajar, desplazándonos por la angosta carretera que une a Jarabacoa y Constanza, salpicada de impresionantes y hermosos paisajes, llegamos a la comunidad de Paso Bajito, en donde la humilde familia de Joaquín Espinal y Grisely de Espinal nos esperaban con aparente ansiedad.
Previo, se hizo necesario dejar los vehículos estacionados bajo cuidado de algunos samaritanos y empezar a caminar un tramo carretero infernal en donde sus peligrosas laderas nos hacían recordar que nunca estamos lejos de la muerte.
Al fin llegamos a la modesta vivienda campesina de singular higiene y de un frescor encantador, recibiendo de inmediato la amabilidad, el cariño y la hospitalidad de sus tímidos moradores.
Así empezó el ameno encuentro con la niña Camila Espinal de apenas 4 años de edad y sus abnegados padres, quienes ansiosamente deseaban recibir nuestra modesta muestra de solidaridad a nombre de los hombres y mujeres que desde hace un considerable tiempo sirven de soportes de los programas y las acciones comunitarias que desarrolla la Fundación Dominicana por la Vida, Inc. -FundoVida- en diferentes puntos de la geografía nacional.
Después de un corto pero sustancioso diálogo sobre la terrible patología que sufre la niña, sin aparente posibilidad de ser biológicamente superable, procedimos a entregarle la silla de ruedas deseada, algunos medicamentos imprescindibles para mantenerla calmada, varias raciones de comidas crudas y una cantidad considerable de pañales desechables.
La emoción que genera el deber cumplido nos arropó a todos al tiempo que en algunos rostros corrían copiosamente las lágrimas paridas por la solidaridad humana.
Eduviges, Gregory, Juan Guzmán y su esposa Lilly, al igual que el doctor Luis Corniel, su hija y Mary, quienes nos acompañaron en tan significativa experiencia, lucían pletóricos de felicidad al sentir la energía que genera el extender la mano amiga a seres humanos olvidados y saturados de múltiples necesidades materiales de subsistencia.
Cumplida la ennoblecedora misión humanitaria y después de incontables expresiones de gratitud por parte de los progenitores de Camila, iniciamos el inmediato regreso a casa, no sin antes establecer el compromiso de una nueva visita a la humilde y amable familia, agradeciendo el privilegio de conocerle y de serle útil con un modesto aporte que nos hizo vivir la grandeza de compartir con gente noble y de corazón inmenso, a pesar de que, cada día, tienden a sentir que se esfuman las esperanzas.
Son ellos, los denominados héroes anónimos en una tierra fértil donde avasalla la miseria, quienes nos motivan a no olvidar el humanizante, impostergable y sabio mandato de nuestra Madre Teresa: Dar hasta que duela..!!
No hay de otra..!!