El Partido Revolucionario Moderno tiene un gran espacio para crecer de aquí a las dos contiendas comiciales del año entrante, si partimos de que hay una franja importante del electorado que si bien no aprueba a la nueva organización —por falta de ideología, de propuestas, de conexión de sus líderes o lo que fuere—, expresa simultáneamente un rechazo rotundo al oficialismo. Es decir, que no votaría de ninguna manera por el PLD.
Se colige, pues, que en el PRM lo que falta es el diseño e implementación de estrategias, por lo que debería de proponerse, dentro del marco de un conjunto de estrategias, reunificar al viejo PRD ahora bajo la sigla de PRM, y dejarle un cascarón vacío a Miguel Vargas, a la doña y a Fiquito.
Sólo hay que ver el impacto que ha tenido la llegada al PRM de Tony Peña Guaba y su esposa, una joven que es diputada nacional.
En esa dirección, es tarea prioritaria del PRM sumarse cada semana direcciones municipales y provinciales completas del PRD, una entidad política desnaturalizada, que ya no tiene razón de ser, que el PLD la compró y su discurso se limita a la justificación de la corrupción.
Adicionalmente el PRM tiene que trabajar en la formación de una coalición y hablar hasta con Guillermo Moreno, que posiblemente sea el político más difícil de aglutinar en un eventual frente opositor, pues se dice que sólo hace alianza si él es el candidato.
Si el PRM concretiza esos dos propósitos, los dos impactan fuertemente en el electorado, un electorado que se nutre de percepciones, no hay dudas de que en poco tiempo estaría aumentando 15 ó 20 puntos en las encuestas de opinión.
Sin embargo, hay que tener cuidado con la borrachera de poder y no repetir el error del 2012 de la repartición de cargos y formación de gabinete sin ganar elecciones. Lo que se impone es el trabajo para el crecimiento y enfrentar con inteligencia a la poderosa maquinaria gubernamental, que controla al Estado, controla las cortes, los medios…Controla todo.
Es de aprobar, de igual manera, la propuesta de la doctora Milagros Ortiz, en el sentido de que el candidato presidencial se escoja por consenso.
El primero en saber que no tiene posibilidades de ganar esas elecciones internas es Hipólito Mejía, por lo que procede que Luis se ponga de acuerdo con el antiguo presidente de la República.
Posiblemente haya que darle la candidatura vicepresidencial para alguien de los suyos y, naturalmente, algunos ministerios en caso de ganar el certamen electoral del 2020.
¿Para qué acudir a unas primarias que tienen la agravante de que serían arbitradas por una JCE capaz de invertir los resultados e imponer a un candidato que no quiere el PRM, pero mucho menos la población? ¿Acaso se olvidó lo que hizo el pasado Tribunal Superior Electoral con el PRD?
La actividad política se parece bastante al juego de ajedrez. Hay que pensar no sólo en el movimiento de cada ficha, sino también en las que pueda mover el oponente, un oponente que ha utilizado todas las malicias a su alcance haciendo uso y abuso de los recursos del Estado, dividiendo y comprando partidos, entre otras fechorías.
Y en estos momentos Danilo Medina, cuya pretensión reeleccionista luce inminente, da un ojo y la mitad del otro para dividir al PRM y tener el camino libre hacia un tercer mandato consecutivo.