El doctor Franklin Gutiérrez, escritor e investigador, afirmó en la Feria del Libro de Madrid 2019 que la literatura criolla producida en los Estados Unidos tiene más de un siglo de existencia y que fueron los hermanos Pedro y Max Henríquez Ureña los iniciadores de la denominada literatura dominicana de la diáspora.
“El primero de ellos, Pedro, acompañó a su padre Francisco Henríquez y Carvajal cuando éste, en 1901, fue enviado a los Estados Unidos por el presidente Juan Isidro Jimenes, a negociar la deuda externa dejada por el dictador Francisco Ulises Heureaux al país. Meses después llegaría Max”, aseguró.
Mientras dictaba la conferencia “Panorámica de la literatura dominicana en los Estados Unidos y Puerto Rico”, en el pabellón de la República Dominicana, el intelectual explicó que la primera estadía de los hermanos Henríquez Ureña en los Estados Unidos duró cuatro años (1901-1904).
Dijo que de esa época son las poesías juveniles de Pedro Henríquez Ureña, su estudio crítico dedicado a la obra de D’Annunzio y su primer encuentro con el teatro norteamericano.
“Otro dominicano notable llegado a los Estados Unidos el primer lustro del siglo XX fue Fabio Fiallo, designado Cónsul Dominicano en Nueva York en 1905. Al momento de su arribo a la urbe neoyorquina la obra literaria de Fiallo se reducía al poemario 'Primavera sentimental (1902). Tres años después apareció su 'Cuentos frágiles' (1908), obra pionera del discurso romántico que acompañaría todo el resto de su producción poética y narrativa”, dijo.
Expresó que otra figura apreciable de la literatura dominicana en los Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX fue Andrés Francisco Requena, quien en 1948 fundó en Nueva York el periódico Patria, que le sirvió de tribuna para denunciar los males que afectaban a la sociedad dominicana de entonces.
“En 1949 firmó su pacto con la muerte al publicar 'Cementerios sin cruces', novela en la que además de censurar los múltiples crímenes ordenados por Trujillo, ridiculiza y caricaturiza al dictado”, añadió.
Afirmó que a partir de entonces, Requena fue acosado y perseguido por matones del tirano, quienes lo asesinaron en una calle neoyorquina el 2 de octubre de 1952.
Argumentó que el decenio de los 80 marca el despegue de la literatura de la diáspora dominicana estadounidense y que a ello contribuyó, sin duda, el incremento de la emigración dominicana hacia Norteamérica cuyo número superó la década anterior en más de 150,000 personas.
“La producción literaria actual difiere sustancialmente de la escrita en los 70 y 80, tanto cualitativa como cuantitativamente. Ello se debe, primero, al asentamiento en Nueva York y Estados aledaños de numerosos intelectuales, académicos, periodistas y escritores nacionales desde 1990 hasta el presente y, segundo, a la existencia de segundas y terceras generaciones de dominicanos nacidos y formados académicamente en los Estados Unidos que están incursionando en el terreno de las letras”, expresó.
Dijo que muestra del avance vertiginoso del referido movimiento literario es la aparición de “Historias de Washington Heights y otros rincones de mundos” (1993), preparada por Daisy Cocco De Filippis y Franklin Gutiérrez, “Tertuliando/Hanging Out, Dominicanas and Friends” (1997), de la misma autora, y “La palabra como cuerpo del delito” (2001), de Diógenes Abreu y Dagoberto López.