Me encantan los jueves festivos, como el de ayer, porque me permiten enroscarme en mi mismo y convertirme en un ciudadano caracol. Así, ayer me envolví en mi casa. Cerré ventanas, corrí cortinas, puse música, cerré los ojos. No computadoras. No radios. No Internet. Mucho menos ver las máscaras de la televisión. Olvidé absolutamente esta demovaina. No pensé ni un instante en la salvación de la patria. Simplemente me embriagué en la voz de Sole Giménez y me dejé arrastrar por la dulzura de Pasión Vega. Sentí, en verdad, la felicidad de un caracol. Hoy simplemente huyo hacia un fin de semana que ojalá transcurra vacío de mentiras.