Si Danilo Medina se deja convencer por los deseos continuistas de su entorno hará un daño irreparable a la democracia, pues la gente terminará por perder el respeto por el sistema democrático al observar la vulnerabilidad que posee cuando un grupo se hace con el poder y luego se dedica a perpetuarse en el mismo cambiando a su antojo las reglas de convivencia social, el contrato social, la constitución.
De modo que el tema no es si el PLD continúa al frente del Estado, la pregunta es si el sistema soportará una nueva burla como las que vienen ocurriendo desde 1844, consistentes en imponer el criterio del caudillismo presupuestal a que da lugar el presupuesto nacional, a las directrices del pacto social como a las convergencias de los políticos. El momento es pues crucial, puesto que se duda de que la sociedad de hoy acepte, de buen grado, lo que ha sido practica en el pasado debido a que ya se ha tomado consciencia de que los males nacionales tienen como origen el continuismo, y que es este el que ocasiona las frecuentes crisis de gobernabilidad que han impedido el que nos desarrollemos como república en un escenario democrático.
Por tanto, la nación se está jugando su gobernabilidad dada la irracionalidad de un grupo que se niega a salir del poder. ¿permitirá la nación que éstos se salgan con la suya? Hay grandes indicios de que en esta ocasión las cosas serán diferentes. La decisión con que la oposición política ha estado expresando que no respaldará una aventura de ese tipo, así como las manifestaciones populares de la población, los números de las encuestas: más de un 70 por ciento rechaza el continuismo reeleccionista, indican que esta vez no será posible una nueva reforma constitucional para mantener a un sector en el poder, porque eso implicaría poner en peligro la gobernabilidad y la estabilidad democrática del país. Así las cosas, es obvio que el comité político del PLD tendrá que asumir la responsabilidad de enfrentar el clientelismo de que es víctima y victimario a la vez.
Después del congreso del partido, el comité político del PLD es el órgano deliberativo y ejecutivo máximo. Es ahí donde se discuten todos los temas importantes del partido. Este órgano ha desvertebrado a la dirigencia media y de base del partido. Juan Bosch se dio cuenta del problema y por ello lo desguazaba con cierta frecuencia como modo de evitar que el comité político desvertebrara al comité central, a la dirigencia media y a las bases. Una vez dejó de dirigir al PLD ha ocurrido lo que tanto temió: el comité político ha desguazado al partido. No existe democracia interna y los estamentos medios y de base, así como el propio comité central, son meros órganos para refrendar las decisiones del comité político de arriba hacia abajo. A su vez, el comité político, limita su accionar a la voluntad de uno o dos hombres a condición de que sus integrantes sean bien servidos.
¿Cómo se ha llegado hasta este punto? De ser un partido con vida interna y dinámica propia, el PLD ha pasado a ser no solo el partido de gobierno sino una maquinaria electoral que reparte responsabilidades regionales y zonales a los integrantes del comité político, y, a ciertos dirigentes y aliados cercanos al presidente de la República. Con este mecanismo, queda cercenada la vida interna y la democracia intra partido, pero el que dirige el Estado queda a cargo de distribuir los favores entre los miembros del comité político y éstos quedan encargados de la campaña electoral. Bajo este esquema ahora no es ya la democracia interna la amenazada, es la propia democracia nacional y su constitución las que se encuentran en peligro de burla tras burla.
Es por ello, que solo pueden hablar con propiedad y sin estar sujetos a la censura del primer mandatario, sus acólitos, fuera de estos, todos los demás quedan desautorizados. Es la parte de león que toca al presidente y a sus cercanos colaboradores. De ahí que sea preciso preguntarse si existe o no, en el sentido propio del término, un comité político, en tanto órgano deliberativo o si, por el contrario, es solo una maquinaria ejecutiva para cumplir exclusivamente instrucciones del presidente de turno.
Bajo este escenario, quedan ausentes la democracia, la institucionalidad y el bien común. Es decir, el partido de gobierno se aparta no solo de la constitución, sino que pasa a ser un grupo de interés que lucha por preservar las ventajas que obtiene del poder que administra y temeroso de que un competidor asuma el mando trata de mantenerlos lejos del poder, pues el poder que otorga el presupuesto es devastador bajo este esquema. Están metidos en su propia trampa.
Es por ello, que todo presidente del modelo clientelar, no concibe la vida como ciudadano sino como presidente vitalicio, pues obviamente, el modelo produce muchos contrarios aun dentro de su seno, por lo que una vez fueras del poder, queda a expensas junto a sus cortesanos de los dictados del nuevo inquilino como otrora hizo el grupo saliente en sus momentos de gloria. Es decir, se teme a las retaliaciones que -eventualmente- generarían con probabilidad, las acciones como las omisiones que se produjeron desde la administración de poder. Se puede colegir que el peor momento de la gobernación clientelar, es el ocaso del mandato.
De ahí que las fórmulas en discusión son difíciles como se vio en el mandato de Antonio Guzmán, quien no sobrevivió al ocaso de su mandato. O la situación de Salvador Jorge Blanco que huyendo de sus compañeros se refugió en los brazos del mismo demonio y, como era de esperarse, lo que mal comienza mal termina. Hipólito cayó en las garras del continuismo sin éxitos. Danilo transita un peligroso abismo.
Obvio, la capacidad de reproducción sistémica no traumática la tienen aquellos dirigentes políticos que perteneciendo al partido de gobierno y a su comité central o al comité político mismo, están fuera del gobierno y los que cuentan con cargos electivos, pues están en mejor condición para ser contestatarios al poder e imponer respeto a la constitucionalidad, a la institucionalidad y a la democracia, en pocas palabras para están bien situados para combatir el continuismo clientelar. Igual ocurre con la oposición y los denominados partidos aliados. Unos y otros quedan con las manos libres para preservar la gobernabilidad, esto es para impedir que la democracia perezca a manos del sistema clientelar. Ojalá se coloquen a la altura de su momento histórico. DLH-22-6-2019