La Cámara de Diputados aprobó una resolución que exige al Ministerio de Educación dar cumplimiento de la Ley No.44-00, que establece la obligación de la lectura de la Biblia en las escuelas públicas y privadas del país.
La propuesta de la diputada del Partido Quisqueyano Demócrata Cristiano (PQDC), Betzaida González, al margen de sus buenas intenciones, se ha convertido en el cardo de discordia que crea distención en la tan agobiada sociedad dominicana, que ya no aguanta una crisis más.
Se ha creado una crisis innecesaria luego que, el 13 de junio de 2019, el ministro de Educación Antonio Peña Mirabal, explicó en un programa de televisión, con mucha responsabilidad, por qué no obligará la lectura de la Biblia argumentando que el texto viola la Constitución, que establece la libertad de credo.
Considera el funcionario que la Biblia, que es un libro eminentemente espiritual, “usted no puede imponerla de manera obligatoria”. Ese planteamiento es correcto.
Tal vez sin proponérselo, el funcionario tocó una fibra sensible de la sociedad dominicana: las iglesias.
Como era de esperarse, el tema ha originado diversas opiniones entre cristianos evangélicos, católicos, otras religiones y la población en sentido general.
De hecho, ya existen curas que aseguran que aquellos que se oponen a esa medida “es porque no tienen la palabra de Dios en sus corazones” e incluso afirman que escuchar la Palabra Sagrada en los centros educativos “contribuiría a reducir los males”.
¿Por qué obligar la lectura del documento religioso? ¿Contribuye la Biblia a reducir los males de violencia que afectan a los dominicanos? No. Todos sabemos el origen de esos males y no creo que puedan desaparecer con prédicas milenarias que no convencen. Lo que sí podría lograr es calmar la violencia, pero no para siempre.
Pienso que no tiene lógica imponer esa lectura. Nadie está obligado a obseder el contenido de ese manifiesto. En eso comparto la inquietud del ministro de Educación, a quien en lo personal no conozco.
Lo razonable es que un día a la semana hablen a los alumnos sobre algunos pasajes bíblicos, si la intención es conquistar a las personas no cristianas o apaciguar la ira que pudieran llevar en su interior la llamada generación de relevo. Hay que reconocer que nuestro pais es muy religioso, una tradición que lleva miles de años.
En lo personal, siempre he creído que la religión ha sido un atraso para las sociedades. De ahí el hecho de que mucha gente desconfíe de los predicadores y se hayan alejado de los templos. Y, además, que no crean en Dios ni lo vean como el misterioso Ser Omnipotente que todo lo ve, lo escucha y lo resuelve.
Desde mi época de estudiante aprendí que un pueblo sin religión, es libertad. El concepto no es mío, sino de los grandes teóricos del comunismo y socialismo. Admito que dentro de las iglesias todavía hay sacerdotes y pastores (por cierto, una minoría) que defienden de manera pública, reiterativa, a los ciudadanos oprimidos. En ocasiones enfrentan a sectores poderosos, público o privado, desafiando a las autoridades de las iglesias, para atacar junto a los oprimidos a aquellos que imponen la desigualdad social y se enriquecen de forma descarada mientras las mayorías mueren de hambre. Son los que van a misa a rezar, comulgar, y hasta aportan fondos a los ministerios para simular con esa doble moral que son cristianos.
La religión no deja de ser el tradicional instrumento social que siempre ha estado del lado de los ricos, de los que obstaculizan los planes del individuo que lucha contra la explotación de nuestras riquezas naturales y otras atrocidades.
Prefiero que a la par con la lectura del texto bíblico (que no sea obligatoria, respetando la libertad de credo) se dé prioridad a la materia Moral y Cívica a los fines de orientar a los estudiantes sobre los valores que en el futuro los convertirían en mejores ciudadanos, como son la honestidad, responsabilidad, respeto a los símbolos patrios, a las leyes, proteger a la familia, velar por nuestra soberanía y defenderla a cualquier costo, de las invasiones militares, políticas y económicas extranjeras, así como luchar por la preservación de una justicia independiente.
También, que se insista en motivar a los alumnos a examinar la historia nacional, desde el Descubrimiento de nuestra Isla hasta pasar por las abusivas invasiones perpetradas por españoles, ingleses, franceses, haitianos y estadounidenses.