Sé que hay preocupación en diferentes sectores de la sociedad dominicana por la crisis política que ha provocado la pretensión del presidente de la República de reformar la Constitución, por segunda vez consecutiva, para habilitarse y ser candidato en la contienda electoral del año entrante.
Esa preocupación es válida. Toda crisis política genera crisis económica y esta última a su vez provoca crisis social. Bosch explicó de forma pedagógica esa realidad. Pero históricamente son las protestas sociales y políticas, aún trayendo crisis circunstanciales, las que permiten el alcance de conquistas libertarias y democráticas que terminan beneficiando a los pueblos.
Sin Juan Pablo Duarte no diseña la Sociedad Secreta la Trinitaria y se realiza la operación militar en contra de los haitianos, la independencia nacional no se concretiza. Tampoco se hubiera salido de la tiranía trujillista si un grupo de valientes dominicanos no interceptan y matan en el malecón a ese funesto sujeto que gobernó durante 31 años.
Además, fue el pueblo protestando en las calles que llevó a la familia Trujillo a salir del país. Inclusive el propio Joaquín Balaguer se refugió en la Nunciatura y se autoexilió.
También fue la crisis política del año 1994, donde se despojó al doctor Peña Gómez de su triunfo electoral, lo que motivó a la firma del Pacto por la Democracia y la reforma constitucional, que, entre otras conquistas, hizo posible la prohibición de la Constitución.
Lógicamente todas esas conquistas democráticas se perdieron en los gobiernos del PLD, los cuales se encargaron de secuestrar las instituciones democráticas, al punto que hoy día no hay un solo poder del Estado independiente.
Con la crisis del año 2012, donde Leonel Fernández vació las arcas del Estado para imponer de forma no muy clara a Danilo Medina, hubo un escenario propicio para que el candidato afectado, en este caso Hipólito Mejía, realice un pacto que involucre recobrar la independencia de la institucionalidad perdida, pero se desaprovechó y Mejía terminó siendo un socio comercial de Danilo Medina.
La crisis actual es inocultable, pero muchos alegan que Leonel Fernández, Félix Bautista, Roberto Rosario (el mismo de las diabluras en la JCE), Guzmán Fermín (el chiquito de los intercambio de disparos), Prim Pujals, Diandino Peña, Rondón, Pablo Ross (desde la cárcel), Díaz Rúa, Peña Guaba, Wessin Chávez, los Vincho y demás, no tienen moral para demandar respeto a la Constitución.
No es cuestión de discutir moral ni entrar en los posibles antecedentes delictuosos de esos caballeros. De lo que se trata es que ellos, por conveniencia particular o no, son parte del 70% de dominicanos que, según las encuestas, desaprueban la modificación de la ley sustantiva para satisfacer las ambiciones personales del jefe de Estado. Las protestas reivindicativas son como las guaguas públicas, donde todo el que se quiera subir que se suba.
Estoy seguro que si no hubiese sido por esas vigilias y protestas, en las que también han participado un sector del PRM, Juan Hubieres, el Falpo, parte de la Marcha Verde y muchos dominicanos decentes, hace rato que el proyecto de reforma se hubiera sometido contando con el quórum requerido entre los legisladores, algunos de los cuales no han dado el paso por la presión social y, naturalmente, por el posible despojo de la visa norteamericana.
El juego luce trancado y se cae la tesis que sostienen algunos de que el poder no se desafía.
Yo no sé si la reforma va o no va, de lo que estoy seguro es que estas protestas podrían traer finalmente resultados positivos para la institucionalidad democrática de la República Dominicana.