“Lo importante es cargar con el ahora, con la propuesta de un nuevo estilo de vida más equitativo, porque la injusticia no es invencible.”
Madrid, España.-Llevo en mi espíritu una captura de pantalla de un vídeo de la Organización Meteorológica Mundial, en cuyo pie se nos dice que la tierra alcanza un récord histórico de calor verdaderamente preocupante. Ante esta realidad, no puedo por menos que preocuparme y reconocer que nuestro comportamiento mezquino e irresponsable, ha sido el causante de triturar ese ambiente originario en lugar de protegerlo.
Cuando nada se considera, se estima y tampoco se respeta, las consecuencias son tremendas. Por desgracia, nos hemos acostumbrado a dominarlo todo a nuestro antojo, al capricho del poder, obviando que las necedades del linaje en su conjunto son los problemas de cada uno. Junto a la degradación ambiental, la deshumanización parece dejarnos sin expectativas, pero llegado a este punto debe de estar el coraje de la ciudadanía, dispuesta a no dejarse amilanar por nada ni por nadie. Lo importante es cargar con el ahora, con la propuesta de un nuevo estilo de vida más equitativo, porque la injusticia no es invencible, que lo sepamos.
Precisamente, creo que el porvenir del germen humanístico radica en el afecto de unos y otros hacia ese instinto natural, o si quieren de raciocinio inherente, que jamás debemos perder. Desde luego, siempre vamos a tener una oportunidad de cambio. La cuestión es que nos unamos toda la especie y empecemos una nueva construcción, pensando en todos los pueblos y en cada ser humano, y dejemos a un lado los intereses económicos y los capitales. No es cierto un desarrollo sostenible sin hermanamiento entre culturas. Tampoco es positiva esta solidaridad que venimos predicando, ya que no es una adhesión que nos fraternice. Podríamos refrendar, incluso, que las bondades que solemos predicar hasta la saciedad, si no llegan a compenetrarnos, tampoco tienen nada de autenticidad. Por ello, es menester converger en diálogos de corazón, cada cual desde su experiencia de culto, desde su propia cultura, sus capacidades e iniciativas.
Lo fundamental es no quedarse parado, ni resignarnos. La resignación es una manera de dejarse morir. Sí pretendemos construir un mañana más armónico y esperanzador, tenemos que activar los sueños, para no fenecer entre maldades. Sin duda, una manera de contribuir a la protección de la humanidad es la de estar en guardia como un poeta más. Las crisis no se resuelven por si solas. Ahí está el sufrimiento de los excluidos, el dolor de nuestra casa común, las inseguridades nuestras, la arbitraria dominación humana, la visión poderosa de algunas criaturas, que aún no se han dado cuenta de la interdependencia entre caminantes diversos. Nadie se basta por sí mismo ¡Aprendámoslo! El gran avance está en saber complementarse y en servirse mutuamente, sin sobornarse o dejarse comercializar, pues lo trascendente es mejorar el bienestar de todos los países y de la humanidad. Esencial para llegar a buen término, es no apropiarse de espacios que son comunes y dignificar toda vida; y, en todo caso, si se ocupa ha de ser solo para administrarlo en bien de la humanidad. En este sentido, hay que utilizar el poder con acierto, no avasallando, responsablemente, con la plenitud de los valores siempre como lenguaje, para poder tomar conciencia de los límites y la orientación debida.
Hay un impulso corrupto que ha de corregirse. La sensación de asfixia se ha mundializado. Necesitamos otras éticas, tejer lazos de pertenencia y romper barreras, provocar reacciones que nos modifiquen actitudes inhumanas. No puede haber gentes privadas de derechos humanos básicos. Corremos el riesgo permanente de volvernos borregos motivados por el endiosamientos, con la crisis de los lazos familiares y sociales, que nos impide reconocernos parte de nuestro análogo. Ojalá prevalezca esa grandeza humana noble y generosa, puesto que todo está ensamblado, y eso nos invita a madurar otro modo de coexistir, más espiritual que corporal. Pero insisto, siempre vamos a tener un motivo para ilusionarnos, justo en el momento que sintamos que nos necesitamos colectivamente, que tenemos una deferencia por los demás y por el mundo, pues son los simples gestos de cada día los que a veces nos revalorizan el ejercicio del amor, que es lo que realmente nos hace crecer.
Por el contrario, si no se combaten la falta de equidad, la intolerancia y la emergencia climática que afecta a toda la humanidad en su conjunto, a través de ese místico camino interior que cada cual llevamos consigo, difícilmente vamos a progresar y a poder realizarnos humanamente, que es lo que de veras nos da felicidad. En todo caso, que no se repita una y otra vez el pasado, seamos honestos y creativos a través de un presente que siempre es indicativo, mientras todo está condicionado a un futuro que provoque esa sublime poética con todo lo creado que tan luminosamente viven las personas con alma en camino. No trunquemos, por tanto, ocasiones que nos fraternicen. Sólo así podremos superar esa ansiedad enfermiza que nos vuelve acaparadores, agresivos a más no poder y superficiales con el que camina a nuestro lado. Pensemos en que todos somos hijos del aire y de la vida, y que el porvenir será nuestro a poco que pongamos la mesura en uno mismo, el principal freno de todos las inmoralidades. ¡No desperdiciemos más el tiempo, hagámoslo de verdad!
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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21 de julio de 2019