Jesucristo, el ser más extraordinario que ha pisado la tierra; el más puro, intachable, ético y lleno de todas las virtudes y bondades que hacen a un ser especial e inigualable como sigue siendo, sin manchas, sin pasados, sin pecados ni señalamientos, quiso saber cómo la gente lo veía y lo que pensaba de él.
Visionario de los males que puede aquejar a todo aquel sin el amor que él profesó y que, dos mil años después, continúa derramando aún sin ser correspondido por quienes se resisten a dejarle entrar en sus corazones y transformar sus vidas, ama a todos por igual.
Pese a conocer la grandeza de su padre, y entender de donde procedía, Jesús buscó tener a mano cómo era visto por los hombres a quienes llamó a amarse los unos a los otros.
El Hijo del hombre se interesó por el parecer que sobre él puedan tener sus discípulos, a quienes llamó a dejarlo todo y seguirle. Como lo sigue haciendo diariamente, porque es un Dios vivo en medio de nosotros.
Esa necesidad que sintió Jesús en algún momento durante los tres años de su caminar por el mundo, es inherente a toda persona. Todos, en algún momento de nuestra existencia, hemos querido tener tal información, muchas veces sin preguntar, sin indagar profundamente lo que la gente pueda pensar acerca de nuestro accionar. No podemos evitarlo, como igual no pudo hacerlo el Cordero de Dios.
El evangelista san Lucas, 9, 18-21, nos recrea ese momento de Jesús y nos dice: “Una vez que Jesucristo estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó. __“¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos contestaron: __”Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas”.
Él les preguntó: __Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro tomó la palabra y dijo: ___”El Mesías de Dios”. Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
El presidente Danilo Medina debe preguntarle a los funcionarios de confianza que le rodean en el Palacio Nacional: _”¿Qué piensa la gente de mí?”; de continuar con el proyecto de modificar la Constitución de la República. Me adelanto a responderle: “señor presidente, un alto porcentaje de dominicanos dice que usted se parece a Ulises Hereaux, alías Lilis; otros que a Rafael Leonidas Trujillo Molina; otros, a Balaguer, otros, a Horacio Vásque. Le compararán con aquellos gobernantes que hicieron todo a su alcance para mantenerse en el poder, y que habitan en la historia nacional en los 175 años de vida republicana.
Pero, de hacerle la pregunta a sus cercanos colaboradores, hombres y mujeres que despachan con usted, día tras días en sus oficinas del Palacio Presidencial: _”Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”.
Me inclino a asegurarle, mandatario, que cualquiera de ellos primero temerá responderle, pero, imaginemos algunas respuestas: “usted es un conciliador, el líder, el reformador”,etc,etc. Y en medio de ellos, se escucha la voz estruendosa de uno de ellos decirle: ”usted es el Benefactor, tiene a su favor a un gran número de los empresarios nacionales, tiene el poder político en sus manos, tiene el Congreso Nacional, el Comité Político, entre otros.
Ese discípulo suyo, le diría, además: “no importa que el pueblo se oponga a un tercer mandato consecutivo, que las encuestas rechacen su reepostulación, que la Constitución de la República le impida continuar gobernando más allá del 16 de agosto del 2020; que usted no debe hacerle caso al secretario del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo; que no mire atrás y siga con sus planes reeleccionistas.
Pero el pueblo dominicano, a quien usted ha mantenido en total incertidumbre con su indefinición; el pueblo que le votó en dos ocasiones y que hoy usted no le toma en cuenta, podría deducir que usted le ha respondido a ese colaborador cercano: __”te prohíbo terminantemente decírselo a nadie, eso, eso que has dicho de mí”