El discurso de menos de 15 minutos pronunciado por el presidente Danilo Medina Sánchez, el pasado 22 de julio, a las nueve de la noche, despejó las expectativas que acuñó en la población su decisión de presentarse o no al proceso electoral del próximo año, mediante una modificación constitucional.
Desde el mes de marzo, cuando el mandatario anunció que hablaría a la nación sobre el tema, sus palabras eran esperadas, como si fuese un acontecimiento extraordinario que iría a suceder, cuyo eco retumbaría en cada rincón del país. Y en verdad es de esa manera que se esperan las palabras de los mandatarios cuando deben tocar temas de interés colectivo.
Por fin, llegó el día, llegó la hora, y pese a que se produjo casi cuatro meses después del primer anuncio, no importaba, lo que tenía que decir el presidente era trascendental: iba o no a presentar el proyecto de modificar la Constitución.
En lo que a mí respecta, confieso, con toda la humildad que aloja mi corazón, que a medida en que avanzaba el breve discurso me iba llenando de tristeza y decepción. Pensé, que escucharía a un presidente dirigirse a su pueblo en otros términos.
Confieso, reitero, jamás imaginé, que por su accionar de indefinición y faltando a la promesa de referirse al tema en el mes de marzo del año en curso, el presidente Danilo Medina hablaría a los dominicanos con un corazón agobiado de discordias, odios y resentimientos, que había recogido durante todo el trayecto de los meses en que debió abordar, públicamente, el tema sobre su reelección.
La tristeza me invadió por completo minutos antes de que concluyera y, de manera misteriosa e involuntariamente, afloraron en mis labios estas palabras: “Así no, señor presidente”.
Así no, señor presidente, no es con resquemores que se despiden los gobernantes al acercarse el ocaso de su mandato; lo hacen con agradecimientos, con conciliaciones, con ramos de olivo lanzados en el camino recorrido, para no mirar atrás con un corazón lleno de malquerencias, adulaciones, egoísmo encarnado y dolor por lo que se deja.
Los gobernantes salen llenos de paz por el deber cumplido. Su obra de gobierno los distinguirá para siempre y quedarán eternos en el alma de su pueblo, y es eso, señor presidente, lo que debe reinar en su interior ahora.
Así no, señor presidente, no debió presentarse al pueblo dominicano como víctima de supuestos agravios y desconsideraciones a su persona y a la alta investidura que representa como jefe de Estado.
Si su intención era la de no presentar el proyecto de modificación de la Constitución para no reelegirse a un tercer período, entonces, señor presidente, ¿por qué no lo anunció en el mes de marzo como lo prometió?, o en abril, o en mayo, o en junio. Y entonces decide hacerlo casi al final del mes de julio, y a una hora en que la mayoría de los dominicanos de más de 50 años ya le pesan los párpados para mantenerse despiertos.
¿Por qué esperó que el tiempo transcurriera, señor presidente? Si era su intención no reelegirse ¿por qué esperó que la sociedad dominicana se llenara de incertidumbres, que la economía se estancara, que se produjera la militarización del Congreso Nacional y las protestas en los alrededores combinadas con maltratos físicos y verbales a quienes propugnaban por el respeto a la Constitución?
En la sociedad y en el pueblo dominicano se acentuó tal posibilidad al mirar el paso de los meses y usted, señor presidente Medina, no ofrecía la alocución prometida en reiteradas ocasiones.
Si no era su intención, señor presidente, ¿por qué permitió que legisladores que le apoyan abordaran el tema de presentar el proyecto de modificación constitucional, una y otra vez? Incluso, señor presidente, dos días antes de su breve discurso, un importante diario matutino publicaba unas declaraciones del ministro de Obras Públicas, Gonzalo Castillo, en las que aseguraba que se presentaría el proyecto, y que el mismo contaba con los votos necesarios para su aprobación. ¿Por qué esperó que concluyeran los plazos para su habilitación como estipula la Ley Electoral?
Ahora resulta, que usted, señor presidente Medina, nunca tuvo en agenda tal intención de presentase a la reelección como aseguró el pasado lunes 22 del corriente mes de julio, a las nueve de la noche. Y, para constatar la certeza de sus palabras, reveló que había enviado a tres emisarios de su entorno a referirla a quién o quienes estuviesen interesados en saber que no iría tras otro mandato, como le negaba la Constitución, cumpliendo así los acuerdos firmados por el Comité Político del partido de la Liberación Dominicana, en el año 2015.
Así no, señor presidente. Al escuchar su breve discurso, mi pesadumbre aumentó al oírle denostar con la palabra “minoría”, las voces que se levantaron, tanto a lo interno como a lo externo del PLD, en procura de que usted recapacitara y que no se embarcara en la aventura de modificar la Carta Magna.
¿Habrá sido por esa “minoría”, señor presidente, ó por la llamada del secretario del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Michael Pompeo, que usted decidió no presentar el proyecto de modificación de la Constitución de la República? El tiempo, que lo soluciona todo, algún día lo dirá. Sin embargo, me atrevo a señalar, y perdone la osadía, que si usted hubiese hablado al país en el mes de marzo como lo prometió sobre su intención de no presentarse a un nuevo proceso electoral, esa “llamada” y muchas otras cosas se hubiesen evitado.
Así no, señor presidente, no pretenda opacar la luz de otros compañeros de trayecto partidario y de gobiernos para hacer brillar la de alguien más.
Así no, señor presidente, no sea el centro del egoísmo encarnado que le rodea para justificar el “ni tú, ni yo”.
Así no, señor presidente, no es con señalamientos de dedos que se construyen los liderazgos, ni es tampoco cómo la “sangre nueva”, llega al Palacio Nacional.