-
“váyase en paz, mi compadre váyase en paz”. Guandulito.
Una Constitución es resultado de un pacto social donde los diferentes sectores políticos, económicos y sociales se ponen de acuerdo para darse un modelo de convivencia a través de normas relativas a deberes y derechos de los ciudadanos no importa el lugar que ocupen en la sociedad.
“La Constitución indica la forma de Estado y la forma de gobierno que adopta una sociedad y determina las competencias de los órganos gubernativos y los derechos y deberes que corresponden a las personas que se acogen a su ordenamiento jurídico”, dice Rodrigo Borja en su famosa Enciclopedia de la Política.
La Constitución política dominicana ha sido vapuleada por los sectores políticos, económicos y militares desde el momento en que fue concebida el 6 de noviembre de 1844 en San Cristóbal. La pobre Constitución no ha tenido paz durante toda su existencia. Desde 1854 ha sido modificada 39 veces y en más de 30 solo para permitir la reelección de cualquier político sin visión democrática, cualquier déspota, militar sin escrúpulos, cualquier ambicioso, ladrón y asesino, mutilador de las libertades públicas.
-
Somos el país que más ha modificado la Constitución en la región; más que Venezuela, 26 veces y que Haití con 24, lo cual explica las debilidades institucionales y democráticas de nuestros Estados.
Nuestra Carta Magna es muy flexible; no se requiere de muchos elementos jurídicos para ser cambiada o modificada. Precisamos de una Constitución “pétrea”, es decir, dura como piedra, con candados de acero, como una bóveda, para que ningún presidente se le ocurra cambiarla para su beneficio como lo han hecho o intentado muchos, de lo contrario seguiremos sin instituciones sólidas; no tendremos un Estado que sea garante de los derechos de todos los ciudadanos.
El presidente Danilo Medina termina el año próximo su mandato de dos periodos luego de modificar la Constitución. Dijo, al igual que los demás líderes políticos, que el “modelo de Estados Unidos” era el mejor para nuestra sociedad. Leonel Fernández también lo dijo muchas veces. Los de la oposición por igual. Un periodo y la posibilidad de un segundo. Ese es el modelo ideal. Pero Danilo se puso bruto y quiso un tercero a pesar del vigésimo transitorio que taxativamente se lo impedía.
El pueblo a través de sus organizaciones y del liderazgo dijo, ¡no! Y por más que lo intentó, por más dinero que estaba dispuesto a invertir, la gente reiteró, ¡no! Y no tuvo más opción que desistir, como aconsejaban las circunstancias.
Creo en la alternabilidad, en los contrapesos políticos; un partido hegemónico no es bueno para un modelo democrático, de amplias libertades. El poder absoluto, como dijera alguien, termina absolutamente corrompido, como en efecto ha sucedido con la mayoría de los dirigentes del PLD. (No sólo se corrompieron ellos, sino que corrompieron a sus compañeros y a la sociedad en general)
Comparto el criterio de Servio Tulio Castaños, Institucionalidad y Justicia (Finjus), cuando dice que la Constitución no debe ser tocada en estos momentos. Precisamos de una reforma o de otra Constitución. Pero no en estos momentos. Es urgente un cambio de gobierno que se refleje en el Congreso, en la Judicatura, en las iglesias y hasta en los medios de comunicación.
En principio abogo por una revolución, pero como no es posible, una Constitución pétrea, inflexible, que sea el fruto de una Constituyente o de un pacto social incluyente. No hay que habilitar a nadie que la Constitución ya inhabilitó. Ocho años en el poder es suficiente. ¡No más! Pongámosle fin a los mesías, a los predestinados. (El cementerio está lleno de gente que se creyó imprescindible, y sin embargo el mundo sigue girando y la vida su agitado curso).
A Danilo que se vaya en paz a disfrutar de sus hijas y de sus nietos. ¡Y que no vuelva nunca más! “¡Váyase en paz, mi compadre váyase en paz!”, como dice Guandulito.