La deshonestidad, que abarca desde la mentira piadosa hasta el timo, disminuye la empatía y es más propicia en las personas menos sociables. Es como una bola de nieve que crece y corrompe el entorno laboral.
La deshonestidad disminuye la capacidad de las personas para percibir las emociones de los demás y también la cognición interpersonal, que nos permite solucionar problemas, comprender a los demás y entender los fenómenos sociales de nuestro entorno.
La deshonestidad se entiende como los comportamientos que asumimos a veces para ocultar verdades que no nos interesa divulgar e incluso el engaño deliberado o el timo.
Es un comportamiento bastante extendido, ya que según diferentes estudios, el 70% de las personas hacen trampas con frecuencia en diferentes circunstancias de la vida.
La deshonestidad tiene repercusiones más allá de dañar la confianza y la reputación de uno mismo, según el nuevo estudio, publicado en el Journal of Experimental Psychology.
Según los autores de esta investigación, realizada en la Universidad de Washington en St. Louis, la deshonestidad tiene un coste para las empresas de 3.700 billones de dólares al año en todo el mundo.
Círculo vicioso
Mentir y engañar no solo es costoso desde el punto de vista económico (como en el caso del robo a una empresa, por ejemplo, o aumentar el riesgo de juicios costosos), sino que también puede dañar las relaciones interpersonales a través de un canal particular: la capacidad de los individuos para detectar las emociones de los demás, incluso cuando esos otros no son víctimas de las malas acciones, señalan los investigadores.
Otra consecuencia clave de la deshonestidad es que generalmente se convierte en una bola de nieve que crece cada vez más y aumenta nuestros niveles de tolerancia ética: empezamos con una mentira piadosa y luego asumimos directamente el engaño deliberado como algo sin importancia moral.
"Puede ser un círculo vicioso", explica Ashley E. Hardin, una de las autoras del estudio, en un comunicado.
“A veces la gente dice una mentira piadosa y piensa que no es un gran problema. Pero la decisión de ser deshonesto en un momento tendrá implicaciones sobre cómo interactuar con las personas posteriormente", añade Hardin.
Estos comportamientos son especialmente dañinos en el ambiente de trabajo: "Dado el aumento del trabajo grupal en las organizaciones, hay una mayor conciencia de la importancia de comprender las emociones de los demás", señala Hardin.
Además, la capacidad de una persona para percibir emociones es crucial en las negociaciones y en la construcción de relaciones, añade.
En total, los investigadores realizaron ocho estudios con más de 1.500 adultos para evaluar la mentira y el engaño en diversos escenarios. Los hallazgos apoyan lo siguiente:
En primer lugar, existe una conexión entre el comportamiento deshonesto y la capacidad para percibir con precisión y empatizar con las emociones de los demás.
En segundo lugar, las personas que asumen comportamientos deshonestos se distancian de los demás y rechazan relaciones de cercanía con otras personas.
En tercer lugar, el comportamiento deshonesto repercute en el entorno: la primera transgresión es un catalizador para deshumanizar a otros y realizar actos aún más deshonestos.
En cuarto lugar, este estudio puso de manifiesto que las personas que están más en sintonía social tienen menos probabilidades de comportarse de manera deshonesta. Y a la inversa, los menos sociales son más proclives a la deshonestidad.
Por último, el estudio desvela un dato no menos relevante: la afinidad social puede propiciar comportamientos deshonestos, para favorecer a otras personas de tu mismo estatus.
Este detalle lleva a los investigadores a señalar una novedad en psicología social, según la cual la empatía favorece un comportamiento social: este estudio señala sin embargo que la empatía también puede llevar a las personas a cruzar los límites éticos.
Básicamente, el estudio destaca la importancia del contexto social en la toma de decisiones éticas.
Publicado en https://www.tendencias21.net