La nomenclatura que constituye el comité político del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), se trazó como meta con su ascenso al poder político del país, convertir el poder en una fuente de enriquecimiento, a los fines de constituirse en una élite económica paralela pero en asociación con las elites oligárquicas tradicionales nacionales, internacionales y extranjeras. Debido a imperativos resultantes del modelo neoliberal en boga y al cual se adhirieron de buena gana.
Este propósito ha sido obtenido, ahora la nomenclatura es económicamente auto suficiente, no necesita del dinero de las élites tradicionales ni de auxilio extranjero. Es más, ahora camina hacia insertar en el poder, a sus hijos y, de seguir el curso actual, insertarán luego a los nietos. Y, al menos en apariencia, un sector importante de la oligarquía tradicional y antidemocrática, parece serle fiel.
Sin embargo, un problema empieza a ser perceptible en proporción inversamente a la riqueza obtenida, consiste en que comienzan a perder contacto con la realidad social y con las masas, con los pobres y resulta que en democracia el voto periódico define el poder, es el medio para obtenerlo. De donde se infiere que sin voto no hay lugar a poder político y la pérdida del poder político, eventualmente, podría conducir a la pérdida del laureado poder económico obtenido.
Los hijos de la nomenclatura se han educado en las mejores universidades del mundo junto a los hijos de otras élites, pero carecen de contactos con las masas populares, por tanto, su inserción en el Estado constituye un abuso de poder, pues están ocupando el espacio que corresponde a líderes medios y de base que han hecho de la actividad política, su actividad principal, y ahora se ven, de más en más, desplazados por la generación de jupies del politburó. Incluso, la posibilidad de agenciarse sangre nueva por medio de alianzas se ve ahora reducida por la democratización e institucionalización lograda por el país con las altas cortes. Así, el Tribunal Constitucional acaba de hacer tabla rasa con el arrastre electoral de candidaturas y el Tribunal Superior Electoral (TSE) con las cuotas negociables.
Resulta que de cara al proceso electoral venidero, esos jóvenes y bien formados hijos del comité político, ni el comité político mismo, poseen la debida comunicación con las masas. De manera que la nomenclatura tiene ante sí un gran reto, una gran contradicción: se conciben como una empresa cuyos accionistas son ellos mismos, pero a la vez, su materia prima, que en este caso es el voto, no lo poseen ellos ni sus hijos, como tampoco lo tendrán sus nietos bajo el sistema democrático. De ahí que de no resolver esta contradicción podrían perder el poder político.
La ceguera al respecto es tal que el gobierno en lugar de democratizar el ejercicio del poder lo está concentrando en función de luchas intestinas entre la élite del comité político. Es decir, en función de grupos y de tendencias también oligárquicas, también producto del nepotismo. Se están pues aislando más y más. No tienen objetivos de políticas públicas sociales sino intereses a defender que no resultan atractivos para la clase media ni para las clases populares.
El primer medio para obtener popularidad que se han inventado, es la creación de medios tendentes a recaudar fondos, es decir se están planteando realizar actividades de recaudación de fondos por intermedio de las cuales esperan enrolar al mayor número posible de personas de sectores diversos con el objeto de mostrarse famélicos ante las masas.
Es muy arriesgado afirmar que tendrán éxito debido a que la crisis neoliberal golpea los bolsillos de la clase media y mucho más el de las clases populares entonces es ilusorio pensar que obtendrán éxito. Deberán pues encontrar otros medios de aglutinamiento de conglomerados humanos o bien hacer asociaciones con sectores de la economía subterránea o hacer concesiones a sectores de otros litorales con el objeto de obtener salvo conducto hacia el poder.
La situación resulta interesante, pues las restricciones que al respecto prevé la legislación electoral y de partido así como los medios de rendición de cuentas previstos, son indicadores de que no será fácil adaptarse al esquema institucional democrático que ha pasado a transformar el país. El fenómeno de las élites en los partidos políticos no es particular al PLD en los demás partidos del sistema de partido se nota una tendencia similar.
Sin importar que hablemos de partidos de izquierda, de centro ni de la derecha, en todos se registra el mismo fenómeno. Esto es: el fenómeno que estudió Robert Michels como típico de los partidos políticos, “la ley de hierro de la oligarquía”, ha de ser revertida antes de que se convierta en tiranía y dé al traste con el ideal democrático. Cuando hoy se habla de dicta blanda o dictadura de terciopelo estamos ante un gran desafío que esperamos el PLD en tanto partido de gobierno sea capaz de superar antes de que sea demasiado tarde.
El siglo XX mostró –a juicio de Robert Michels-, que los líderes socialistas vivieron en el partido, envejecieron y murieron a su servicio. El siglo XXI, en cambio, debe mostrar que esta tendencia oligárquica ha quedado superada, que ahora la democracia, la institucionalidad y la equidad son premisas que los líderes no pueden ignorar porque de hacerlo, recibirán el castigo electoral y judicial de las bases. Las leyes electoral y de partidos políticos giran hacia este punto junto a la institucionalización democrática. De ahí que el proceso de sometimiento judiciales que vive Latinoamérica más que un proceso dirigido desde Washington como ordinariamente se dice, tiene su origen en la presión popular que obliga a la Administración de Justicia de Brasil, Guatemala, Colombia, Perú, etc., a actuar no en función de la tendencia oligárquica sino en función de los límites al poder y a la institucionalización democrática. La virtud de Donald Trump consiste en interpretar acertadamente los reclamos de la ordninary people de Estados Unidos aun a contra pelo de la clase política de ese país. Si el liderazgo de la partidocracia latinoamericana y dominicana en particular, no capta el mensaje, el proceso de democratización de la democracia los barrerá.
El mito del partido mayoritario está cayendo en picada junto a la cuota de león que reciben los partidos minoritarios. El proceso en curso se encamina hacia un ajuste de cuentas o hacia una rectificación. DLH-10-8-2019