El 16 de agosto de 1994 se instala nuevamente el doctor Joaquín Balaguer en la Silla Presidencial, tras ganar las elecciones celebradas en mayo de ese mismo año.
El Partido Reformista Social Cristiano había continuado la racha de triunfos electorales desde mayo del 1986 cuando derrotó a Jacobo Majluta Azar, candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), organización política que también vió perder a su líder el doctor José Francisco Peña Gómez, en 1994.
El nuevo triunfo de Balaguer y la organización política que fundó y presidió hasta su partida de este mundo, no fue bien visto ni aceptado por la oposición que, en diversos escenarios nacionales e internacionales, calificaron las elecciones de “fraudulentas”.
Balaguer tuvo que someterse a la firma del Pacto por la Democracia, por medio del cual se le recortaban dos años a su mandato constitucional que debió concluir el 16 de agosto del año 1998 y, por lo tanto, fue precisado a abandonar la Presidencia de la República en el año 1996. A partir de entonces, asciende al poder el Partido de la Liberación Dominicana, y la historia es conocida por todos.
El líder del PRSC entendía que la democracia estaba por encima de su elección presidencial y de cualquier ambición personal o grupal y de todo lo demás que pudiera entorpecer su curso natural en la historia política dominicana.
Había que salvarla y por tanto, se sacrificó y cedió dos años de su mandato constitucional cumpliendo al pie de la letra con su palabra y su firma dada en el Pacto por la Democracia.
El poder que le entregó el pueblo dominicano al presidente Joaquín Balaguer fue mucho más allá del Ejecutivo, pues el PRSC ganó las elecciones congresuales y municipales de 1994. A lo sumo disponía de un Congreso Nacional que respondería únicamente a sus lineamientos políticos, económicos y sociales, al tener el control de ambas cámaras.
Pero Balaguer hizo hincapié, sobre todo, en mantener el equilibrio democrático al saber, por su propia experiencia de hombre de Estado, que la democracia dominicana se había debilitado por la crisis política y, por tanto, era necesario mantener el equilibrio con la participación de otras fuerzas políticas en los poderes del Estado.
Pese a tener la sartén por el mango, al encabezar el liderazgo político nacional, el líder del PRSC y caudillo de post tiranía de mayor trascendencia, prefirió ofrendar su mandato en pro de la democracia dominicana.
En busca del equilibrio democrático, el doctor Joaquín Balaguer cedió la Cámara de Diputados al Partido de la Liberación Dominicana, entre el 1990 y el 1996. Tres de los fundadores de esa organización política la presidieron: Norge Botello (1990-93), Danilo Medina (1994-95) y José Ramón Fadul (1995-96).
El hoy mandatario Danilo Medina Sánchez ocupó la presidencia de la Cámara de Diputados, pese a que el PLD sólo contaba con 13 diputaciones, producto del proceso electoral de 1994 en que esa organización perdió 11 de las 12 senadurías ganadas en las elecciones de 1990. Además, había obtenido sólo 63 regidores y ningún alcalde.
Balaguer en sus últimos años de gobiernos dio ejemplo de inclusión de fuerzas políticas opositoras en el manejo del Estado, tanto a lo interno del PRSC como externa.
Si el presidente Danilo Medina Sánchez, al no darle continuidad a los acuerdos del Pacto de Caballeros, en el 2015, en que además comprometió su palabra ante el Comité Político y ante el país, con la alternabilidad de la presidencia de la Cámara de Diputados internamente, en la oposición externa las opciones sobraban, y, me aventuro a considerar, hubiese sido saludable a la democracia dominicana como lo hubiese sido a lo interno.
El Pacto por la Democracia, firmado por el líder del PRSC para salvar al país de una crisis política de consecuencias incalculables, le valió, entre otras hazañas políticas llevadas a cabo durante sus gobiernos de 1986 al 1996, la designación de Padre de la Democracia, homenaje que no nació ni creció en el partido político que lideraba, sino de un Congreso Nacional controlado mayoritariamente por el PRD. Algunos de los dirigentes y legisladores de ese partido opositor aprendieron de Balaguer cómo se gobierna en un Estado democrático.
Balaguer respetó al pie de la letra todo lo concerniente al Pacto de la Democracia. Mientras, el Pacto de Caballeros, firmado por el presidente Danilo Medina, los integrantes del Comité Político y por el expresidente Leonel Fernández ha quedado tirado sobre la mesa de negociaciones del PLD, cuál papel estrujado, manoseado y desconocido, tras advertir que contenía el error de no llenar la ambición desmedida de poder de un grupo de dirigentes a lo interno y donde tampoco se tomó en cuenta preservar la democracia interna.
El pueblo dominicano ha quedado absorto al ver la violación del Pacto de Caballeros. Y a través de los medios de comunicación es común escuchar la pregunta recurrente: ¿Dónde ha quedado la palabra empeñada del presidente Danilo Medina?.
Si el presidente Danilo Medina Sánchez no aprendió la lección del doctor Joaquín Balaguer, a quien visitaba regularmente en el Palacio Nacional y luego en su residencia de la Máximo Gómez, entonces, no alcanzo visualizar la muestra de interés del mandatario en procura del equilibrio democrático que, urgentemente requiere la República Dominicana. Empero, primero, ese realce de la democracia debe buscarse a lo interno de los partidos políticos que son la base donde se sustenta.
Pero, la política, esa ciencia cuya pureza fuera catalogada por el patricio Juan Pablo Duarte, ha sido convertida en compleja, caprichosa y rebosante de hipocresía, cual fuere el lado que se mire. De su ejercicio pernicioso sufren los pueblos y las sociedades.