Llueve. Simplemente llueve. Como para olvidarse de un mordiente país y aplazar la palabra que pide, la palabra que clama, la palabra que hiere, la palabra que ofende.
Llueve. Simplemente llueve. ¿Qué importa lo demás? (que si Danilo dice, que si Leonel responde, que las primarias esto, que la Junta lo otro, que Hipólito señala, que Abinader agrega…). Llueve, simplemente llueve. ¿Qué importa si el dólar, si la inflación, si el costo de la vida? Porque lo que importa es que llueve, simplemente llueve, como homenaje a la flor, como regalo a la fruta, como regalo al amor de los amantes. Llueve. Simplemente llueve. ¡Que viva la lluvia, carajo!