Hace unos cuantos años, en mi acostumbrado recorrido por los diarios digitales, nacionales e internacionales, una de las lecturas que más disfrutaba era la columna “Mis buenos días”, del fenecido e insigne periodista, doctor Rafael Molina Morillo. Sus escritos eran como pan diario para esta escribiente.
El que en otrora fuera director del matutino El Día, ha dejado un inmenso vacío en la prensa y sociedad dominicana; y aunque hoy no está con nosotros físicamente, me resuena el contenido de uno de sus escritos que una mañana me llamó poderosamente la atención. Recuerdo que me detuve a leer ensimismada donde él refería una información emanada de la Dirección Nacional de Control de Drogas –DNCD- en la que resaltaba que en determinada jurisdicción urbana o provincial existían x cantidad de puntos de drogas.
Se preguntaba algo lógico; que si esa oficina tenía tal dato entonces ¿por qué no actuaba al respecto?, al suponer que su propósito es el combate del tráfico y control de sustancias controladas o prohibidas en el país.
La crítica no tenía ánimo de hacerle daño ni al director ni a ninguno de los miembros de la DNCD en aquel entonces, pero abría la interrogante sobre la manera en que esa entidad gubernamental veía o entendía a quien dirigía la información: a tontos, estúpidos o enajenados.
¿Cómo ofrecer ese dato tan campante? Es incomprensible. Como igualmente resulta inexplicable lo que sucede actualmente con el caso del nombrado Cesar Emilio Peralta, alias El abusador.
Se han realizado allanamientos en negocios y propiedades del supuesto narcotraficante y, entre las primeras informaciones publicadas por los medios, servidas por las autoridades, sale a relucir que tenía cerca de 20 años operando a sus anchas, en franco delito,
Al Abusador se le atribuye encabezar la red de narcotráfico y crimen organizado de mayor actividad en la República Dominicana, y vivía tan campante como el whisky aquel, fotografiándose con artistas, deportistas, famosos, y con todo aquel que le pedía le complaciera con una pose, en sus discotecas, bares, restaurantes, y en cualquier otro lugar, y todo durante 20 largos años.
Es por eso que he vuelto a recordar aquellos “Mis buenos días” del doctor Molina Morillo. ¿Cómo las autoridades destinadas a enfrentar, con todo el peso de la Ley 50 – 88, no actuaron en consecuencia desde recibir las primeras informaciones de las supuestas operaciones de El Abusador?
Cesar Emilio Peralta actuaba, y las autoridades designadas para enfrentar el delito que se asegura cometía, solo se detenían a contar los días, meses y años de las supuestas operaciones de narcotráfico, lavado de activos, entre otras ilegalidades que se le cuentan.
La Ley 50.88, en lo referente al uso, abuso, control y tráfico de drogas, no es la culpable, es clara e inminente contra el delito.
Quienes la aplican son quienes le fallan a sociedades como la nuestra que, confiando en sus actores, han perdido la capacidad de asombro, al no afirmar que han perdido la total confianza en sus autoridades.
Si los miembros de la DNCD y del Ministerio Publico son quienes están llamados a enfrentar el tráfico y sus delitos conexos, debieron apresar al tal Abusador desde que se conociera el inicio de su modus operandi.
Sin embargo, durante dos décadas, han dirigido sus andanzas contra personas de bien que sólo buscan el pan de cada día realizando labores honestas y expresando el sentir del pueblo en manifestaciones populares, como es el caso de El Peregrino, de Moca; y los jóvenes de la barbería de Villa Vásquez, en Montecristi, por solo presentar dos casos sonoros en los medios de comunicación; sin dejar de lado a cientos de personas que piden a gritos se revisen sus casos, la mayoría jóvenes que ven su futuro tronchados.
Al amparo de la Ley 50-88 se cometen otros crímenes y abusos de poder, como los de fabricar expedientes a ciudadanos que, por causas de celos pasionales o profesionales; por envidia, o al querer para sí bienes materiales e inmuebles obtenidos en buena lid por personas honestas y trabajadoras se ensañan con el fin de dañarles la reputación y la moral; sea por encargo, por dinero, o por lo que fuere, son delitos que también se les atribuyen a miembros corruptos de la DNCD.
Pese a que en esa institución laboran militares de carrera con alta valoración social algunos podrían ser igualmente llamados abusadores.
Muchas preguntas quedan al aire con el caso del Abusador, pues se trata de una manera de continuar con el entretenimiento de una sociedad que se irrespeta.