Hasta hace poco, los pueblos, principalmente los latinoamericanos, fueron engañados por algunos intelectuales de florido y enigmático verbo, que hablaban mucho y decían muy poco.
Y para peores, lo poco que decían, no se les entendía.
Son esnobistas verbales que dicen desayunar con Puré de verdes musáceas, caviar escalfado de gallináceas, cuajadas de lácteos comprimidos y rodajas de fiambre.
Que no es otra cosa que mangú, huevos duros, queso frito y rueditas de salami.
Estos eruditos, viven como dioses, encampanados en sus propios montes Olimpos.
Solo se reúnen con un grupo selecto, de los que ellos consideran sus iguales.
Los demás no están a su altura.
No saben conceptualizar.
Hay veces que, cuando estos filósofos, por increíbles emulsiones políticas llegan al poder, inmediatamente se olvidan de que están en ese lugar por fortuitas coyunturas y caen presa de su ego, hasta llegar al punto de creerse predestinados. Imprescindibles.
Que no hay nadie más para sustituirlos.
Miran con desdén a aquellos que ellos consideran no están a su altura, porque nunca han escrito ni siquiera una columna en un periódico.
Llegan al extranjero y lo primero que hacen es entrar a una librería y en actitudes arrogantes, tomarse fotos comprando libros.
Cosa que nunca hicieron verdaderos líderes como Juan Bosch, Joaquín Balaguer o José Francisco Peña Gómez.
Los pueblos ya se cansaron de estos encantadores de serpientes. Han decidido escuchar solo a aquellos que les hablen en su propio idioma para poder entenderlos. Sin arandelas orales. Sin oropel lingüístico.
Así, estos pueblos han comenzado a elegir presidentes de carne y hueso. Surgido de sus iguales.
Han llevado a la Primera Magistratura del Estado a un indígena, a un trabajador metalúrgico, a un comediante y le han dado la espalda hasta a un premio nobel, pues se cansaron de las mentiras y de las poses.
Nuestro país no es la excepción. El licenciado Danilo Medina. Sin ser un intelectual, ha escrito paginas gloriosas en la historia de la República Dominicana.
A tal punto, que estamos seguros de que habrá un antes y un después de Danilo.
Pues a partir de ahora, nadie, absolutamente nadie, se atrevería, de llegar a la presidencia, a descontinuar las innovaciones que se han establecido en el ejercicio de dirigir este pueblo por el sendero correcto.
Por suerte, hoy tenemos como candidato a las primarias del Partido de la Liberación Dominicana, el próximo 6 de octubre, a otro hijo del pueblo, cuyo padre era un barbero y su progenitora una sencilla ama de casa. Una mujer humilde, que se graduó Summa Cum Laude en la más excelsa de las carreras, ¡Ser Madre!
Un hombre que, a base de su esfuerzo y dedicación, ha triunfado social y económicamente por ser un excelente gerente y un correcto ciudadano.
Su incomparable desenvolvimiento en el Ministerio de Obras Públicas, ha sido ponderado hasta por aquellos que lo adversan políticamente.
Eso es lo que nuestro país necesita. No la demagogia política, con proyectos virtuales elaborados en Power Point, sino alguien con criterio gerencial y los pies sobre la tierra.
En una cosa estamos de acuerdo. No debe haber marcha atrás. Debemos seguir hacia adelante con esta obra de gobierno y con Gonzalo Castillo como conductor.
Porque, para ser un extraordinario cirujano, no se necesita ser locuaz.
Carlos McCoy
Septiembre 2019