¿Por quién debe votar un ciudadano? ¿Por qué hacerlo? ¿Qué ofrece ese candidato? ¿Qué diferencia hay entre uno y otro? ¿Qué intereses representa cada uno desde el punto de vista político, económico y social? El poeta salvadoreño Roque Dalton, decía, repitiendo a Carlos Marx, “que el ser social determina la conciencia social”; es decir, no puede pensar y actuar igual un burgués que un obrero, un pequeño busques que un campesino.
Los candidatos presidenciales dominicanos se parecen todos; dicen más o menos lo mismo, actúan más o menos iguales, como si provinieran del mismo sector social, como si la sociedad dominicana fuera uniforme, como si no estuviera dividida en clases, como si el Estado no fuera, por igual, una expresión de clases, como explicara Federico Engels y muchos intelectuales más incluyendo al profesor Juan Bosch, que lo hizo muchos años después, en su obra “El Estado, sus origines y desarrollo”.
¿Por qué debemos votar por Leonel Fernández, Gonzalo Castillo, Hipólito Mejía, Luis Abinader, Guillermo Moreno, Juan Hubieres, y todos los demás aspirantes a la presidencia de la República? ¿Por qué adherirnos al partido que lo postula? ¿Qué diferencia ideológica, programática, hay entre ellos? ¿Cuáles son sus propuestas? En la mayoría de los casos esos partidos no tienen definiciones ideológicas, todos se parecen o son esencialmente iguales, nada los separa más que la ambición de tener el control del Estado, el aparto que tiene “el monopolio de la violencia” que garantiza la “paz”, como dice Bosch.
Un empresario orgánico, hijo de empresario, nacido, criado y educado en un ambiente burgués, no piensa ni actúa –repito- como un obrero, chiripero, campesino, que vende su fuerza de trabajo. Uno es un explotador, el otro, un explotado. No es que uno sea bueno y el otro malo, es que su naturaleza de clase, sus intereses son distintos, tienen visiones sociales diferentes, roles distintos.
Un hijo de un zapatero, chofer de carro público, campesino, ama de casa, educado en una escuela pública con mil dificultades, profesional a duras penas, no puede enajenarse, perder su esencia. En ese entorno están sus raíces. “El ser social determina la conciencia social”, salvo en el caso de la “pequeña burguesía arribista y trepadora” que se traiciona así misma en aras de escalar posiciones burguesas, como ha sucedido con los “muchachos” del PLD que fueron al “partido para servir al pueblo” y terminaron sirviéndose del pueblo empobreciéndolo y envileciéndolo mientras ellos se enriquecían.
La sociedad dominicana demanda transformaciones profundas y radicales para terminar con la corrupción, la impunidad, la delincuencia, el narcotráfico, la violencia, la falta de valores éticos y morales, para dar un salto sustantivo que nos coloque a las puertas del desarrollo. De todos los candidatos y partidos, ¿quienes, desde una posición objetiva, no demagógica y coyuntural, lo están planteando?
Los candidatos no están hablando de transformación, de refundar el país, de reconstruirlo a partir del pensamiento y la acción de los fundadores de la República; aquí hablan de un “cambio” de mando político, no de transformaciones profundas en la estructura del Estado y los poderes que lo forman. Cambiar para que todo siga igual es “gatopardismo”, es seguir en lo mismo, en un círculo vicioso de corrupción e impunidad. Precisamos de un Estado nuevo, institucionalizado, que sea el fruto de una Constituyente, es decir, que nazca de las entrañas del pueblo, no de grupos políticos y económicos tradicionales, atrapados en el tiempo.