En Nueva York, la famosa capital del mundo, retumbarán los discursos en defensa de que sea protegida la Amazona, paradisíaca zona boscosa que camina hacia la destrucción si no se adoptan las medidas urgentes requeridas.
¿Volverán a polemizar los presidentes de Francia, Emmanuel Macron y de Brasil, Jair Bolsonaro? Es seguro que ambos abordarán la problemática del denominado “pulmón del mundo”.
Lo que sí desearíamos todos es que de una vez y por toda sean adoptadas medidas concretas, que se redoblen los esfuerzos dirigidos recuperar los bosques derribados.
No más protagonismos, pero si mayores controles y la adopción de políticas de Estado bien definidas en pro de la protección al medio ambiente.
¿Acaso no estamos cansados de discursos?, por tanto, las circunstancias actuales demandan acciones concretas para efectivamente evitar la muerte definitiva de un recurso natural que pertenece a toda la humanidad.
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterrez, sobrevoló la zona en helicóptero hace unos días y por tanto tiene personalmente una visión de la gravedad de la situación tras los incendios forestales que diezmaron millones de hectáreas de bosques y mataron miles de animales y especies exóticas.
Hay sectores ambientalistas que creen firmemente que la ONU ha hecho “muy poco”, como principal órgano diplomático y deliberativo mundial para fijar una posición contundente en torno a la urgencia de proteger la región de la Amazonia.
Asamblea General de la ONU
Tendríamos que esperar hacia dónde se dirigen las alocuciones de los 194 jefes de Estado y representantes de gobiernos que asistirán la próxima semana a la 74 Asamblea General de la ONU en la Gran Manzana.
Por supuesto es de esperarse que el propio secretario general de la ONU aborde la crisis ambiental en su mensaje de apertura de esta cumbre de los líderes mundiales.
Particularmente los presidentes de Brasil, Jair Bolsonaro; de Bolivia, Evo Morales, de Colombia, Iván Duque y de Francia, Emmanuel Macron, deberán referirse al tema en sus intervenciones.
Los colombianos también han perdido recientemente miles de hectáreas en su selva por diversos incendios.
Macron ha advertido sobre la peligrosidad que representa la destrucción de la Amazonia para el equilibrio ambiental en el planeta, y viene liderando un movimiento de protección a esa zona para evitar que el cambio climático siga agravándose, lo que supondría mayores niveles de temperatura y un desbordamiento de las aguas marinas.
En cambio, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien abandonó el Acuerdo de Paris contra el cambio climático suscrito por su antecesor Barack Obama en 2015, porque supuestamente daña los intereses estadounidenses, probablemente ni siquiera toque el tema ambiental en su mensaje ante la Asamblea General de la ONU.
Trump ha estado cabildeando la renegociación de otro acuerdo climático, pero los principales líderes de Alemania, Italia y Francia ya han anticipado que es imposible.
Cuando el presidente francés lanzó el grito de auxilio a la Amazonia probablemente no se imaginó su impacto en las decisiones del poder mundial, reacciones que continuarán en la Septuagésima Cuarta Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en Nueva York.
Las devastaciones ecológicas que padece desde hace varios años la Amazonia nos conduce a pensar hasta qué punto son las propias autoridades de esa región, las que propician y legitiman esa inhumana acción que llevaría irremediablemente a la humanidad hacia un abismo.
Devastaciones Ecológicas
Desde Colombia, Perú, Ecuador, Venezuela, Bolivia hasta Brasil, el cuadro de saqueo y explotación de los recursos naturales es impresionante.
Estructuras mafiosas compuestas por mercantilistas que operan bajo el amparo oficial son los mayores responsables del descalabro vegetativo en la región del Cono Sur, propiciando la extracción de toneladas de madera preciosa de gran demanda en los mercados mundiales.
Igualmente hay explotación indiscriminada de minas de oro, plata, bauxita y zinc en esos lugares donde la naturaleza levantó un verdadero paraíso.
Cuando la corona portuguesa salió del territorio de Brasil en 1822, luego de más de tres siglos de dominación, la región de la Amazonia era una verdadera selva de copiosos bosques, riquezas minerales, mayormente oro de una infinita proporción, animales salvajes y un espacio de dominación indígena impenetrable, que celosamente cuida de sus ancestrales culturas y tradiciones milenarias.
Desde la Colonia hasta Hoy
Todavía en el siglo 19 el “botín de la selva” era virgen pese a las toneladas de oro, madera preciosa y otras riquezas con las que cargaron los colonizadores con destino a Portugal y diversos litorales europeos.
Para el siglo XVIII las minas de oro de Brasil se habían convertido en la principal fuente económica de la colonia.
En 1983 en la icónica Sierra Pelada, la mayor mina de oro del territorio brasileño, 15 toneladas del cotizado metal precioso fueron arrancadas de sus entrañas, según datos oficiales.
Alrededor de doscientos mil buscadores del tesoro se movilizan cotidianamente por su vasto territorio tratando de alcanzar la gloria aunque sea con una pequeña “pepita de oro” en las manos.
Artículo de Manuel Díaz Aponte