Hay quienes piensan –incluyendo dirigentes y militantes de los partidos de oposición- que el conflicto que sacude al Partido de la Liberación Dominicana tras concluidas las primarias es “cosa de ellos”, que “se maten unos con otros”, (así salimos de esos corruptos). Además en “pleitos de marido y mujer nadie debe meterse”.
Lo primero es que Danilo Medina y Leonel Fernández no son “marido y mujer”. Hubo un maridaje político, pero terminó en divorcio violento. Lo segundo es que en “pleitos de marido y mujer” si hay que involucrarse para impedir la violencia y porque es una cuestión social que a todos debe preocupar.
Más allá del alegado fraude electrónico, los resultados de las elecciones deben ser cuestionadas y hasta invalidadas por los electores incluyendo al empresariado que suele cometer el error de involucrarse en acciones indecorosa para favorecer a los candidatos oficialistas.
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Lo que todos vimos en estas primarias fue un desastre, violento, brutal, fraudulento, como en otras ocasiones, sin que la JCE, atendiendo a sus atribuciones constitucionales y legales, interviniera para evitarlo.
Desde 1966 todos los procesos electorales han estado marcados por el fantasma del fraude electoral. Los mataderos electorales van y vienen cada cuatro o cada dos años. Recuerdo que en una reunión del equipo de estrategia de Hipólito Mejía en las elecciones del 2012, un asesor español dijo: “Estamos por encima del margen de error de todas las encuestas, pero no del margen de robo de las elecciones”. Esas palabras me marcaron para siempre. (De haber sido yo el candidato todavía estaría en las “escarpadas montañas de Quisqueya sublevado como Enriquillo durante la Colonia).
No había manera de que Hipólito perdiera esas elecciones contra Danilo, un candidato opaco, sin carisma ni liderazgo, que apenas podía elaborar algunas ideas; pero Leonel, temeroso, ante la negativa del candidato del PRD, en ese momento, de negociar impunidad, decidió, con todos los recursos del Estado, imponer a Danilo, como en efecto hizo. Y hoy paga las consecuencias.
En el 2008, durante la contienda interna del PLD, Danilo dijo que el Estado, en manos de Leonel, lo había vencido. ¡Y fue cierto! El Estado es un factor determinante en las elecciones dominicanas. Y hasta que eso no termine, seguiremos viendo los camiones y las patanas de los organismos oficiales distribuyendo alimentos, electrodomésticos, reparando calles y callejos, regalando dinero en efectivo, etc., etc., etc.
En esta ocasión la compra de cedula era público; la distribución de las dádivas por igual. Sin ningún reparo, ante la vista de todos, incluyendo guardias y policías que forman parte de la trampa. En esas condiciones todas las elecciones tienen que ser invalidadas. Ya lo dijo el presidente del Tribunal Superior Electoral: En este país nadie ha sido castigado por delito electoral. Y los muertos de campaña no obtienen justicia. La impunidad prevalece. Y mientras siga siendo así, repito, los comicios nunca serán libres ni transparentes.
Los cinco titulares del pleno de la Junta Central Electoral por más que quieran no pueden impedir lo que ocurre en las calles y los campos. La JCE no tiene las estructuras, el poder ni los recursos para impedir los crimines y delitos que se cometen. ¿No vieron a la senadora de Dajabón hablando con un jefe militar amenazando con “llamar a Palacio”? ¿No vieron al senador de Mao en las elecciones pasadas con un grupo paramilitar reclamando sus votos? ¿No vimos cómo le robaron las elecciones a Manuel Jiménez en Santo Domingo Este? ¿No vimos al Plan Social de la Presidencia, a los Comedores Económicos y a todos los Ministros, Fiscales y Embajadores en campaña violando la ley 41-08 sobre Función Pública sin que nadie lo impidiera?
Quiero decir, para concluir, que lo que está sucediendo con el supuesto fraude electrónico no es un problema de Leonel o del PLD, es de todos, porque a todos nos roban, nos escamoten el voto. La voluntad popular en este país nunca ha sido respetada. No debemos alegrarnos de lo que Danilo le hizo a Leonel, será peor con Luís Abinader y demás opositores. Es un error decir que “lo que es igual no es ventaja”. No hay tal igualdad cuando el Estado está por el medio, y cuando el tercero imparcial se torna indiferente.
Si la oposición no detiene las posibilidades de fraudes en las calles, en las mesas y recintos electorales, si no impide el uso y abuso de los recursos del Estado, si no impide que el presidente de la República se mantenga cuatro años en campaña electoral, con visitas sorpresas y otras pendejadas, con un pueblo ignorante, pendejo y pobre, que no se empodera, es mejor no participar en los procesos electorales porque seguirán siendo derrotados impunemente. Hay que terminar con los “mataderos electorales” al precio que sea. ¡He dicho, carajo!