“A luchar soldado valiente, que empezó la revolución, a imponer los nobles principios que reclama la constitución”. Himno de la revolución de Abril escrito por Aníbal de Peña.
La última revolución verdadera triunfo en Cuba en el año 1959 bajo la dirección del comandante Fidel Castro, junto a un grupo de combatientes tan paradigmáticos como Che Guevara, Camilo Cien Fuegos, entre otros. Todos los demás intento violentos en la región han fracasado, ya sea por la intervención militar estadounidense, como ocurrió en nuestro territorio el 28 de abril de 1965 o por los grupos oligárquicos y militares que han ganado la batalla.
No creo que en estos tiempos sea posible una revuelta armada. Aunque hay condiciones objetivas de sobra, sin embargo, las subjetivas aún tienen un peso demasiado grande en un país conservador y atrasado políticamente como lo es la República Dominicana, donde ni los símbolos patrios son respetados por el presidente Danilo Medina, a pesar de estar protegidos por la Constitución de la República.
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Leonel Fernández, político conservador, entregado al gran capital nacional y extranjero durante sus tres periodos de gobierno, no parece tener el perfil, ni los conceptos ideológicos que les permitan organizar y llevar a cabo una revolución. Creo, casi con certeza, que el presidente del PLD nunca ha manejado un revolver, pistola o fusil automático.
Juan Bosch, que se declaró marxista, aunque no leninista, jamás se planteó cambios radicales a través de las armas. Leonel es un hombre del sistema burgués-capitalista. No un insurrecto. La palabra revolución la tomo como una expresión de protesta, como un deseo de producir un modelo de elección distinto donde el fraude, el engaño, el uso de los recursos del Estado, la compra masiva de cédulas y la violencia, desaparezcan del sistema electoral, del cual él formó parte.
Revoluciones se han producido muchas en la historia de los sistemas políticos, económicos y sociales universales, tanto de derecha, como de izquierda; todas traen consigo grandes cambios y transformaciones. La revolución francesa que terminó proclamando los derechos universales del hombre que incluyó en todo el planeta; al igual que la revolución del proletariado en Rusia, la China, cubana, etc. Y ni hablar de las grandes revoluciones burguesas de toda Europa.
Hasta donde tengo entendido, Leonel no está llamando a tomar las armas. Además no creo que el pueblo lo acompañe en esa aventura. Una revolución se produce cuando las condiciones objetivas y subjetivas se dan concomitantemente.
Además, sería una locura, un suicidio, un derramamiento de sangre inútil, porque el propio Leonel no tiene la capacidad, las agallas, ni el coraje para organizarla y conducirla al triunfo. Eso no es lo suyo. Por otro lado la correlación de fuerzas no lo favorece para acciones de esa naturaleza.
Lo que sí creo que hará –con todo su derecho- es continuar con sus reclamos, insistir en el fraude electrónico, tratar de demostrarlo, tanto en el país como en el extranjero, ganando cada vez más adepto para su causa, que de algún modo es la causa de todos, aunque muchos no lo entiendan. Por desgracia, en este país, “después del palo dado, ni dios lo quita”.
Estoy convencido de que Dañino hizo fraude, que voto a voto Leonel es el triunfador de las primarias, pero desde el gobierno hicieron un plan para robársela, no solo en la JCE, sino en las calles comprando cédula y entregándole electrodomésticos a la gente, alimento de los comedores económicos. Leonel ganó, pero cobró Gonzalo.
(“El cuento ha cambiado mucho”, es cierto: primero no se podía hacer la auditoria porque no había dinero, de pronto, ya concluido el proceso, contado los votos y dando un ganador, aparece el dinero; no se podían contar los votos porque tardaría tres meses, pero se contaron en 24 horas; todo fue limpio y transparente, pero todos vimos la compra masiva de cédulas, los funcionarios repartidos en todo el territorio nacional con sus alforjas llenas de dinero. Si, el cuento cambió…)
Si este fuera un país de verdad, si los hombres y las mujeres se respetaran, si las instituciones fueran fuertes, ante todas las evidencias físicas documentadas, la JCE anularía las primarias y convocaría a nuevas elecciones. De ese modo nos evitaríamos la revolución de Leonel, aunque fuera de papel. (No olviden –camaradas- que una chispa puede incendiar la pradera, como dijo Lenin, el padre genio de la revolución rusa.
Leonel terminará fuera del PLD, lo cual, lejos de ser una fortaleza del sistema de partido y del sistema electoral, es una debilidad y un fracaso de todos los actores envueltos en el proceso que aún puede terminar en tragedia.