El obispo auxiliar de Santo Domingo, monseñor Jesús Castro Marte, consideró como una vergüenza y una tara para el sistema democrático, los “graves acontecimientos ocurridos en las primarias internas de los principales partidos políticos del país”, en uno de los cuales el grupo del expresidente Leonel Fernández denunció que éste fue víctima de un fraude.
Dijo que mientras la clase política no dé muestras claras de transparencia, respeto y sujeción a la ley y a las buenas costumbres, lo que no han venido haciendo, es difícil que la República Dominicana pueda desplegar ante el mundo sus potencialidades.
“Las elecciones en nuestro país siempre han sido motivo de discordia, pues aunque el pueblo acude civilizadamente a emitir su voto, los actores políticos convierten en un atolladero lo que debería ser el imperio democrático de la voluntad popular”, criticó.
El jerarca católico precisó que tras ser acusada de mal manejo de los equipos electrónicos en las pasadas primarias abiertas del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), la Junta Central Electoral (JCE), como ente regulador del certamen, a petición de los agraviados hizo el conteo manual de los votos, y que como se han presentado otras reclamaciones adicionales ahjora se empeña en dar la mayor transparencia posible al proceso.
Castro Marte, vicario territorial de Santo Domingo Norte y rector magnífico de la Universidad Católica Santo Domingo (UCSD), afirmó que la democracia dominicana, aunque con cierta fragilidad, se ha ido consolidándose poco a poco y que no se puede perder la esperanza de un cambio positivo para las elecciones congresuales y presidenciales del año 2020.
Entiende el obispo que el pueblo dominicano necesita civismo en su clase política y que las elecciones debieran ser una fiesta de la democracia, según expresa en una nota de prensa enviada a este periódico.
“Todo el país y la comunidad internacional siguen esperanzados de que tanto los accionantes institucionales en la política nacional, como los demás sectores que inciden en el presente y el devenir de nuestra sociedad, estén a la altura de las circunstancias”.
“Hay que erradicar definitivamente la cadena de sobresaltos que después de cada proceso electoral, como una constante histórica, zarandea la tranquilidad de la nación y causa perturbación en todos los niveles sociales”, expresó el obispo.
Citó que históricamente, desde que se produjo la Independencia Nacional, y tal vez antes, ha existido división entre los sectores políticos que han dirigido los destinos del pueblo dominicano. “Conservadores y liberales, primero, y luego una interminable lista de visiones encontradas, se han sucedido en el manejo de la llamada Cosa Pública”.
Recontó que Juan Pablo Duarte, el principal inspirador de nuestra soberanía, fue expulsado del país por sus ideales, y que igual suerte corrieron muchos de sus seguidores y sus familiares. “Esos hechos horripilantes dan una idea de la acidez de la vida pública nacional de antaño”.
Lamentó que luego las luchas internas, verdaderas contiendas fratricidas, se hayan producido derramamientos de sangre, saqueos al erario y mil acciones que han afectado la vivacidad y celeridad del desarrollo nacional, lo que ha provocado que se vayan acumulando las falencias que hacen marchar al país de tumbo en tumbo.
Los políticos, unidos a los sectores fácticos, que casi siempre se mueven tras bambalinas, han minado las potencialidades del pueblo dominicano, grupo que se hicieron con los resortes del poder, en su mezquindad, han estorbado, una y otra vez, los ideales trinitarios progresistas que dieron origen a nuestro proyecto de nación, precisó.
Finalmente, monseñor Castro Marte afirmó que el ciclo de los dictadores Santana, Báez, Heureaux y Trujillo fue una retranca para el avance social, político y económico, y que el robo, la evasión fiscal, los impuestos injustos y otras maneras de fomentar la inequidad social, parecen haber sido el signo que ha guiado nuestra clase política, sin consecuencia penal.
Citó que más recientemente, la desgracia generada por la clase política se asentó con mayor fuerza cuando con el derrocamiento del gobierno de Juan Bosch, a lo siguieron etapas de gran convulsión, incluyendo una nueva invasión de tropas extranjeras, como la de 1965. “Dividida la sociedad dominicana, vendría una etapa de enconados enfrentamientos cuyas consecuencias son aún visibles”, puntualizó.