¿Cómo valorar la votación de 231 votos contra 196 con los que la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, aprobó el sometimiento del presidente Donald Trump a juicio político? ¿Derrota política para el cuarto mandatario que en la historia de ese país contra el que se activa el impeachment? ¿Victoria para los demócratas que buscaron un camino corto para desentenderse de su tormento electoral para las elecciones del 2020, quien pese a errores y bajada de popularidad mantiene una economía próspera?
No cabe dudas de que el presidente Trump tiene en estos momentos unos calzados sumamente incómodos, porque de por sí la aprobación del Impeachtment resquebraja la gobernabilidad, pero de ese proceso nadie escapa indemne.
El trasfondo de la tormenta también remueve una grave imputación contra el principal candidato demócrata, el ex vicepresidente Joe Biden, no sólo por el tráfico de influencia que evidencia la colocación de su hijo en el consejo de una empresa ucraniana, con sueldo de 50 mil dólares mensuales en el momento en que el padre era un ente clave en las relaciones de los Estados Unidos y Ucrania; sino también el haber usado su poder para provocar la destitución de un fiscal que investigaba los manejos de la compañía que le había dispensado la jugosa contratación a Hunter Biden.
En el peor de los escenarios, serían dos los partidos que tendrían que apuntar hacia otros candidatos.
Por lo pronto Donald Trump va perdiendo y golpeando, porque la votación de la Cámara de Representantes fue mala para él porque reunió la votación requerida para colocarlo al borde de la destitución, pero le confirió signos de vitalidad, porque no sumó un solo voto republicano, lo que indica que independientemente de las diferencias que muchos líderes de ese partido tienen con el actual presidente, han decidido cerrar filas junto a él, lo que avizora que en el Senado, donde son mayoría, habrán pocos o ningún voto republicano en favor de la destitución, por lo que no se alcanzará la dos terceras partes necesarias.
Con el apoyo republicano al presidente Trump, un conflicto de trascedencia internacional se convierte en un caso de polarización de la política doméstica, del que en términos electorales el presidente puede sacar ventaja.
Pero la polarización, que es buena en términos electorales tiene efectos muy perjudiciales para la gobernabilidad porque en lo que le quede de gobierno en este período no habrá posibilidad de que en el Congreso prospere ninguna iniciativa importante, teniendo ese país muchos temas que ameritan de consenso bipartidista para poderse enfrentar, como los tratados de libre comercio con México, Canada, la Unión Europea e Inglaterra, pero además temas estratégicos frente a la relación y la guerra comercial con China.
En consecuencia el real daño político al presidente Donald Trump, no provendría del impeachment sino de la polarización que minaría la gobernabilidad y comunicaría sus efectos nefastos a la economía, principal pilar de la reelección de los presidentes estadounidenses, pero de ese mal el electorado también responsabilizaría a los demócratas.
Desde que Trump se instaló en el poder los demócratas buscaron motivos para desentenderse de él por la vía del Impeachtment y mejor les habría valido enjuiciarlo por la trama Rusa, de la que ellos sólo lucen como víctimas, porque el caso de la conversación con el presidente de Ucrania, arroja estiércol hacia ambas formaciones en un país donde ni se sueña con tercera opción partidaria.