La revolución de la riqueza es un libro escrito por los analistas sociales Alvin y Heidi Toffler, publicado por primera vez en 2006. Toffler explicaba que la sociedad necesita personas que se ocupen de los ancianos y que sepan cómo ser compasivos y honestos, de gente que trabaje en los hospitales. “La sociedad necesita todo tipo de habilidades que no son sólo cognitivas, son emocionales, son afectivas. No podemos montar la sociedad sobre datos”, dice.
En artículos anteriores explicaba las predicciones del Alvin Toffler sobre las cosas que ocurrirían en el futuro. Sus obras Primera, Segunda y Tercera Ola hacen un diagnóstico preciso de cómo ha evolucionado la vida del hombre a partir de su existencia en la tierra. También escribió sobre la Cuarta Ola que se inicia con la convergencia completa de la información, la tecnología y la revolución genética. Dice que esa etapa empezará cuando la transformación de la tecnología se vuelque a la conquista del espacio para permitir al hombre buscar un nuevo ambiente para vivir lejos de la tierra.
Ya estamos viviendo esa realidad con los ensayos científicos para habitar el planeta Marte y otros destinos espaciales.
El libro argumenta que las instituciones públicas, privadas y sociales provenientes de una era de producción masiva son inadecuadas para una nueva civilización que se está construyendo en torno a la economía de la información.
Esta nueva economía provoca una revolución actual de la riqueza, que abrirá incontables oportunidades y nuevas trayectorias de vida no solo para los empresarios tradicionales, sino también para los empresarios sociales, culturales y de la educación.
La obra además habla del futuro de la riqueza visible e invisible, “una forma revolucionaria de enriquecimiento que redefinirá nuestras vidas, nuestras empresas y el mundo, que se nos echa encima a toda prisa. Lo cual posibilitará que se creen nuevas oportunidades, tanto a niveles personales, profesionales, sociales, culturales, educativos, como que se pueda atacar la pobreza a escala mundial o nacional”.
La economía visible es aquella que es registrada por los organismos oficiales, mientras que la invisible no se registra y es realizada por los consumidores, es decir personas que al mismo tiempo son consumidores y también productores.
Para explicar lo que esto significa, Alvin Toffler y su esposa sostienen que nos enfrentaremos a las nuevas profesiones y oficios obsoletos, los mercados y el dinero.
Los aspectos relevantes de esta investigación son los siguientes:
-Resaltar la importancia del “prosumo” en la sociedad de la información, visibilizando el poder real de éste en la economía, normalmente invisibilizado por los economistas tradicionales.
(Un prosumidor es una fusión de las palabras productor y consumidor. El término fue acuñado por Toffler, que lo mencionó en su libro 'La tercera ola', de 1980).
-La decadencia acelerada de las sociedades industriales en Occidente. El nuevo sistema de riqueza emergente no se puede entender en el marco de la economía convencional. El conocimiento es la nueva clave del desarrollo personal y social y dicha clave implica un nuevo concepto del espacio y del tiempo.
-Lo directo y flexible: adhocracias como organizaciones líquidas, diversidad en subculturas, personalización en masa de la producción (barata y enfocada a nichos), la suplantación de intermediarios por tecnología.
-La relevancia de la razón y la ciencia, ante una reacción pseudointelectual oscurantista y religiosa.
También habla de las aplicaciones médicas que se pueden dar a la “nanotecnología”, una rama de la ciencia en la cual las naciones desarrolladas han invertido miles de millones dólares.
Los autores plantean que de la sociedad industrial se pasó a la tecnológica o economía del conocimiento, sin que se hayan adecuado los mecanismos institucionales, económicos, fiscales, educativos y culturales acordes al nuevo cambio.
Observan que se ha creado un sistema de riqueza sin precedentes en la historia de la humanidad, “una riqueza revolucionaria que permite acabar con la pobreza”, pero comprueban que no se logra “porque los economistas vagan en torno a un cementerio de ideas muertas que más que aplicar medidas nuevas, estiran los antiguos modelos lo más que pueden, pero no encajan y generan más y nuevos problemas”.
“Es el modelo de pensamiento lo que retrasa adecuarnos al cambio de paradigma que se está produciendo, los economistas son incapaces para reconocer este cambio histórico y comprender la riqueza revolucionaria”, precisa la obra.
Y agregan: “Por supuesto que hay excepciones, que confirman la regla. Por las mismas razones se refieren a la quiebra de los sistemas educativos, escolares o universitarios, en casi todos los países, por obsoletos y ajenos a las nuevas formas de organización y aprendizaje de la era de la información”.
En realidad, ambos tienen razón. La acumulación de riquezas de parte de las minorías de la población mundial contrasta con el avanzado estado de pobreza, miseria y hacinamiento de las mayorías. La desigualdad social, al parecer, es un cáncer sin cura.
Obvio, gran parte de la historia se ha escrito según la ley del más fuerte y esta ley sigue vigente en nuestro mundo moderno, pues existen dos formas de enriquecerse: crear la riqueza o robarla con la complicidad de la clase política gobernante.