Arde Latinoamérica y, supuestamente, nadie sabe el por qué. En cualquier caso, no sería necesario averiguar el por qué pues la realidad es que arde entonces ante el hecho consumado, olvidarse de lo visible del hecho factico para buscar el hecho oculto que incendió la pradera, no tiene sentido para unos y tiene mucho sentido para otros.
El problema es que gobiernos de izquierda, caso Evo en Bolivia, y gobiernos de derecha, caso Piñeyra en Chile, se encuentran atónitos, no saben cómo proceder ni tampoco saben qué es realmente lo que ha conducido a tanto fuego. Sin embargo, una mirada detenida del asunto muestra que aquellos polvos trajeron este fango. Es decir, la instauración del neoliberalismo en Chile en tanto y cuanto modelo que habría de neutralizar a las izquierdas latinoamericanas ha colapsado allí mismo donde se estableció por vez primera. Es probable que los llamados Chicagos Boys sean los primeros sorprendidos por el levantamiento chileno, no de militares sino del pueblo.
En Chile se vendió el futuro en nombre del presente, obvio, lo vendieron generaciones anteriores a la cabeza de los cuales estaba Augusto Pinochet Ugarte sanguinario dictador que mintió al mundo al presentar como éxito un modelo que es un fracaso global. La realidad es que la privatización de todo en Chile menos el aire, olvidó que así como es necesario el aire, el agua, por ejemplo, no debió privatizarse, que tampoco se debió hipotecar la educación, la salud, la vivienda, la calidad de vida, la seguridad social, la dignidad de la gente, etc. Este es el pecado capital del neoliberalismo en Chile.
Brasil de Bolsonoro
En el Brasil de Bolsonaro, engendro producido por la sustitución de la teología de la liberación por las más aberrantes concepciones de los fanáticos protestantes del evangelio ha conducido no a que estén en llamas (todavía) las favelas o barriadas pobres de Sao paulo y las zonas ricas del país carioca sino a algo peor, al incendio de la Amazonia para ser vendida y repartida entre las multinacionales y la oligarquía del único pulmón que le queda al planeta. Es decir, los salvadores del capitalismo salvaje están experimentando remedios peores que la enfermedad que esperan curar. La primera salida, después del pavor que ha provocado en Brasil la victoria de la izquierda en Argentina, es la libertad de Ignacio Lula Da Silva, pero esta medida no tiene nada que ver con el modelo neoliberal que es la causal del descontento continental. Los evangélicos nueva vez vuelven a probar que son el opio de los pueblos al colocar a Bolsonaro en la Presidencia de Brasil.
El caso boliviano, es entendible debido a la existencia de errores de la izquierda en el poder consistentes en la reelección continua que Evo Morales intentó desde el tribunal constitucional, quiso convertir en regla de la política boliviana. Error que fue sorpresivamente aprovechado por la derecha y la oligarquía junto al imperio, para dar un Golpe de Estado. Como el remedio ha sido aquí también peor que la enfermedad, ahora tenemos a los indígenas que es la mayoría de la población de Bolivia exigiendo el retorno al poder de Evo y la renuncia de los evangélicos golpistas, la oligarquía del gas y el imperio que quiere el litio de Bolivia. El caso Bolivia muestra que nadie puede en nombre de la democracia resolver el problema eliminando la democracia que se dice defender, por tanto, es obvio que el pueblo de Bolivia asumirá de nuevo el poder con mayor conciencia de la clase.
De todas maneras, si en algún momento se habló de un eje de izquierda, de un fantasma de izquierda que estaba recorriendo Latinoamérica y que fuera contrarrestado luego por un fantasma de derecha, la realidad es que lo que está ocurriendo en el continente latinoamericano no puede ser entendido desde la tradicional división entre izquierda y derecha, o entre populismos y golpismo, no. Ahora las cosas son diferentes. Para bien o para mal, hemos entrado a la era post ideologías. El neoliberalismo neutralizó las ideologías hablando del fin de la historia ahora este concepto se vuelve en su contra mostrando que la historia continua. Quizás el México de Antonio Manuel López Obrador señaló el camino todos los partidos fueron puestos en su contra y, al final, todos quedaron en tanto partidocracia, vencidos.
Claro, el presente fenómeno no hace referencia a un político venciendo la partidocracia sino a pueblos sin líderes luchando por sus derechos fundamentales. Es decir, se han tomado en serio el constitucionalismo y ahora piden, desde respeto por las constituciones del hasta social, reformas constitucionales para adaptarlas al Estado Social, hasta la promulgación vía asambleas constituyentes, de nuevas constituciones donde el Estado Social sea el centro, pero no desde una perspectiva de derechos políticos sino desde la perspectiva del establecimiento y ampliación de derechos sociales, culturales, económicos, etc.
Piezas de un rompecabezas
Cuba, Nicaragua y Venezuela han señalado la ruta pero no son paradigmas sino piezas de un rompecabezas mayor.
Colombia empieza a ser infectada pues ya matar ex guerrilleros, líderes sociales e indigenistas en nombre de una democracia para la oligarquía que ha hipotecado el territorio al pentagonismo, no basta para detener el clamor de no al neoliberalismo y si al Estado Social.
Pero la esteticidad insistimos, no es la que marca el paso, es la lucha por derechos fundamentales en manos de individualidades que colectivamente reclaman el mínimo expansivo que les garantiza el Estado Social y Democrático de Derecho. Es por ello que los gobiernos de izquierda que se montaron al carro neoliberal ahora han quedado fuera de escena y, al igual que la derecha, están desconcertados. De modo que una nueva historia avanza. DLH-24-11-2019