El discurso visto desde la perspectiva politológica, contiene una carga prescriptiva y descriptiva a la vez, difícil de desenmarañar ahora mucho más que en el pasado. Prescriptiva porque el homo sapiens devenido en homo videms puede hacer su propia lectura de la imagen que ve al momento que la ve, pero dicha lectura no es única; descriptiva porque aunque la historia sea light como en black mirror, está narrada, por lo que toca al observador hacerse su propio juicio. Cuatro ejemplos bastan para demostrarlo:
a) Aristóteles en Educando a Nicómaco
b) Shakespeare en su Hamlet
c) Robert Greene en sus 48 Leyes del Poder
d) Las Fake News
El discurso de Aristóteles tenía por objeto enseñar a su hijo las características del discurso en el foro público, en el estrado. El autor nos muestra el cómo la verdad se conformará, en el caso del abogado, en función de los intereses que defienda. En conclusión define la verdad como algo relativo, traslativo, circunstancial y dependiente del fin que se persiga.
En cambio, el discurso de Shakespeare en Hamlet persigue algo totalmente diferente, Hamlet debe ocultar la verdad, no puede permitir que emerja porque si esta apareciere pagaría con su vida el desliz. Aquí la verdad permanece encerrada con el objeto de salir a la luz, al foro público, solo cuando sea preciso y no implique un riesgo.
El discurso de Robert Greene, en cambio, es totalmente diferente, este autor sostiene que como la finalidad es el poder, sea para conseguirlo, mantenerlo y sacar provecho, se debe emplear la mentira por oposición al uso de la verdad. Es decir, estamos ante un discurso donde la verdad se convierte en un problema tan intenso que es menester encerrarla de manera definitiva. Se la considera perniciosa pero existente y siempre presente. La lucha del humano por el poder consiste en impedir que aparezca.
El caso que nos concierne, el prurito de nuestra época, no consiste en enseñar a descubrir la verdad en función de los intereses en juego como en Aristóteles, ni en ocultarla como en el Hamlet, ni en hacer de la mentira el Norte de nuestro oficio como en Robert Greene. No. Ahora el tema consiste en hacer que la mentira sea la verdad y cuando esta verdad no puede existir a presente por ser una mentira, esperamos que lo sea a futuro. Esto es: que sea una pos verdad, una fake news.
Esto significa que Goebbels nos ha ganado la partida, pues la pos verdad, no es más que un juego del lenguaje que, acompañado de un traje tecnológico, vuelve a insistir en que una mentira dicha cien veces se convierte, por ese solo hecho, en una verdad.
En pocas palabras, el discurso nazi está de moda entre políticos, empresarios y entre los streaming porque ya no manda la pantalla chica sino las redes y sus imágenes. Esto implica que también Gandhi, Jesús Cristo, Rousseau, Marx, etc., están también presentes.
Si de algo nos sirven las palabras siempre esclarecedoras sobre este tópico, de Jacques Derridas, es que la labor, la función del comunicador en nuestra época, consiste en derrumbar el discurso fascista en boga por no perseguir la verdad sino por ser una pos verdad. Por lo que para llegar a la verdad en nuestro contexto, no podemos ni describir ni prescribir sino descubrir.De modo que la pos verdad no es màs que un efecto priming.
Hoy todos somos reporteros mundiales de nuestra aldea global, que por cierto, incluye a China y a Korea del Norte, aunque se diga que están excluidas solo porque interesa una China que se confabule con el poder de Occidente, que no persiga propósitos propios ni haga pactos equilibrados con países aun sean periféricos. Y, Korea, porque es el enemigo escogido para hacer propaganda en torno al Bueno, el Malo y el Feo.
En el caso de las políticas domésticas de Latinoamérica como de Europa, el discurso político persigue brindar como espectáculo a los pueblos, una verdad diferida, es decir una mentira que se espera que a plazos que no se sabe si son cortos, medianos o largos, se convierta en verdad.
Esta verdad a posteriori puede -y de hecho es-, practicada por las élites económicas, sociales y políticas y puede serlo, pues ellas no tienen necesidades inmediatas que requieran solución inmediata. Pueden pues planificar a futuro, pero los pueblos como hoy vemos en Chile, Colombia, Grecia, Italia y España, no pueden darse ese lujo porque el crédito neoliberal los asfixiaría ahora.
Aquí está pues la contradicción sistémica no resuelta por el neoliberalismo: cómo convencer a los famélicos con y sin hipotecas, de que pueden, al igual que las élites, esperar la llegada de una verdad futura cuando sus necesidades materiales requieren soluciones inmediatas. En el caso dominicano, pende sobre los políticos un problema que habrá de enfrentarse una vez inicie el año de 2020 y las elecciones no serán entretenimiento ni distracción sino necesidad de propuestas.
De ahí que el recurso a la religión o, mejor dicho, a las religiones, sea como en el pasado, el arma a blandir por las elites.
El problema es que, por más que se insista en la fake news, la realidad es que las condiciones materiales: el toque de puerta del acreedor, o el mensaje de cobro que entra por el chat en Facebook, Twitter, Instagram o Whatsapp, dice al deudor que debe pagar de inmediato o se quedará sin internet, sin agua, sin energía eléctrica, sin comida, sin educación, sin salud y hasta sin gobierno.
Esto hace que la pos verdad desaparezca y su lugar sea ocupado por la verdad lacerante. Porque Wikileaks no miente, el black mirror puede ser banal pero representa al hombre light, el que como en la obra 1984 de Owen, se encuentra vigilado, esta vez por la verdad, aunque sea la verdad de anonymous. El tema es que el poder se equivocó al pensar que la tecno paranoia resolvería. El espejo negro del móvil representa un output de menor peligro que el input que contienen las imágenes que son posibles desde el interior del celular cuando es activado e integrado a las redes sociales. De cualquier manera, el discurso político hoy sea desde fuera o desde el interior del sistema político constituye un mensaje reflexivo que interactúa de múltiples maneras con sus receptores.
En conclusión, si la pos verdad requiere ser desconstruida a lo Derridas, no es necesaria mucha teorización porque los hechos ocurren tan rápido porque la desconstrucción está hoy digitalizada.
Al político no le queda espacio para mentir, por tanto, se limita a decir pos verdades, que también son puestas al desnudo por las redes aun sea como anti noticias, dando lugar a la movilización y al cambio político. DLH-8-12-2019