Es tiempo de recuerdos, añoranzas y solidaridad humana.
Estamos en Navidad..!!
La temporada ideal para evocar nuestras costumbres y tradiciones vinculadas a la religiosidad que ponen de manifiesto algunas características de la identidad del dominicano.
Es una época hermosa para aquilatar el sentido de la amistad, la necesidad de la paz y el amor, teniendo como cimiento la justicia y la solidaridad humana.
Es el momento oportuno para no olvidar lo que ayer fuimos y hoy, verdaderamente, somos como colectividad y personas.
Cuánto hemos cambiado..!!
Del pasado reciente, la Navidad nos llama a recordar aquellas “misas de madrugadas”, en La Flor de la Patria: Salcedo, donde, luego de despertar con las encantadoras y embriagantes notas musicales de los inolvidables villancicos, escapadas desde los más altos de la cúspide del majestuosos campanario de la Iglesia San Juan Evangelista, lográbamos un baño de espiritualidad, esperanza y alegría, compartiendo como auténticos hermanos.
Los cánticos navideños emanados de la torre del templo católico sólo eran interrumpidos al momento en que el sonido penetrante de las campanas marcaba uno de los tres toques que servían para avisar que el acto religioso del día, en breve, comenzaría a ser oficiado.
Una vez se iniciaba la actividad convocada en la Casa del Divino Creador, retumbaban los aguinaldos, magistralmente interpretados por el maestro del acordeón, don Bolo de Jesús, acompañado por la tambora de Antonio Lora y la güira del pintoresco Piquín.
Aquello era un verdadero concierto con sabor a pueblo sin perder la solemnidad en alabanza y gratitud al Todopoderoso en tiempo del nacimiento del Niño Dios.
Cuando apenas la madrugada empezaba a extinguirse y los rayos de rey sol pautaban el inicio de un nuevo día, salíamos del templo energizados por el Santo Evangelio para caminar al sector de la ciudad responsable de la festividad navideña, en esa ocasión, en donde sus habitantes nos esperaban para darnos el contagioso abrazo fraternal de bienvenida.
Para entonces la ciudad se encontraba dividida en 12 polígonos y a partir del 12 de diciembre, comenzaban las misas navideñas, teniendo cada comunidad la responsabilidad de previamente organizar el festejo.
Sólo la noche del 24, cuando correspondía la celebración de la denominada “Misa del Gallo” y generalmente hacia presencia el “borrachito de Nochebuena”, los curas de la parroquia asumían el programa a seguir por los feligreses.
No ha de olvidarse que en cada sector del municipio de Salcedo, durante todo el período de festividad navideña, sus pobladores protagonizaban una sana competencia en torno a quién o quiénes realizaban la más original y atractiva decoración barrial.
La idea era presentar un “nacimiento o pesebre del hijo de Dios” sencillo pero atractivo y que en cada vivienda fuera colocada, en su frente, una bombilla con un color diferente a la utilizada en las demás comunidad.
Luego de la asistencia a la “misa de madrugada” la programación ordenaba ir cantando y bailando los aguinaldos, proyectando inmensa energía, alegría y jubilo, al sector responsable de su organización y allí, de inmediato, empezar a saborear las ricas empanadas de yuca, el crujiente cazabe, las deliciosas galletitas, el trozo de pan e ingerir el sabroso y tonificante té de jengibre, el suculento chocolate o la tradicional taza de café negro, completamente gratis.
Aquel espontáneo y maravilloso compartir humano marcaba el inicio de un día inolvidable al tiempo que constituía un valioso estímulo para realizar con entusiasmo y preciado propósito la jornada productiva.
Como es natural, el encuentro no dejaba de servir de escenario para que las parejas flechadas por Cupido, aprovecharan la ocasión para expresar y sentir, con respeto, colosal discreción y siempre lo más alejadas de sus celosos progenitores, el inmenso poder del amor.
La ocasión también era propicia para iniciar o revalorar el sentimiento de la amistad entre personas que muchas veces residían muy cercanas pero que en pocas ocasiones, por diversas razones, no habían tenido tiempo para compartir o mejorar sus relaciones de vecindad.
El entusiasmo generado por este tipo de convivencia cristiana hacia que, frecuentemente, entre muchos de los jóvenes de Salcedo, se produjeran acentuadas controversias donde el orgullo de los munícipes consistía en resaltar el hecho de haber participado en más “misas de madrugadas” que los otros.
Eran tiempos de espontaneidad, sanidad y solidaridad, donde los puros valores humanos servían de guía al comportamiento humano.
La vida era transparente y con propósitos verdaderamente nobles, dignificantes y ejemplarizantes, alejados de las falsas poses, los vicios envilecedores, las mediocridades y el esclavizante exhibicionismo.
El gozo de la auténtica y reconfortante alegría sin necesidad de morbosidad, la perversidad y los vicios, representaba una perenne e inexorable norma de vida sin importa la pauta del calendario, el color de la piel o la procedencia socioeconómica.
Pero la dinámica del cambio, disfrazada de una falsa modernidad, marcada por una cuestionable anomia, parece haberlo invertido todo sin prever sus lacerantes consecuencias.
Ante la imposibilidad de un retorno total, hagamos de esta temporada navideña una oportunidad para la reflexión necesaria en interés de mejorar, hasta donde sea posible, nuestra manera de convivir y que los maravillosos principios del hijo de Dios, El Mesías de siempre, sean parte fundamentales de nuestro cotidiano vivir y convivir.
Que hoy, mañana y siempre, la Navidad sea el escenario ideal para que la paz, el amor, la alegría y la justicia nos inocule constantemente..!!
Felicidades..!!